El 27 de enero de 2012 se publicaba la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al cuarto trimestre de 2011. Mariano Rajoy, que había sido investido presidente del Gobierno el 20 de diciembre, apenas un mes antes, se encontró con unos datos demoledores. El mercado laboral español había destruido más de 600.000 empleos en los doce meses anteriores. Habían pasado cuatro años desde el comienzo de la crisis y no se veía ni un poco de luz en el horizonte. Los mínimos brotes verdes que tan famosos se hicieron a finales de 2010 aparecían aplastados por el peso de la recesión. Seis años y medio después, el pasado jueves, era el turno de la EPA del segundo trimestre de 2018.
Aquella última EPA de 2011 se convirtió en el símbolo de lo que se dio en llamar como la "herencia recibida": la profunda recesión que vivía España cuando el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero entregó el poder al del PP y que sirvió a este, durante mucho tiempo, a veces con razón y otras como mera excusa, para explicar buena parte de su ejecutoria en materia económica. Parece lógico, por tanto, que la EPA de esta semana se convierta en el epitafio del político (ya registrador de la propiedad) gallego.
El resumen de la diferencia entre los dos momentos está recogido en el siguiente gráfico:
Como puede verse, en diciembre de 2011 había algo más de 18 millones de ocupados y casi 5,3 millones de parados en nuestro país; seis años y medio después, las cifras son 19,3 y 3,5 millones respectivamente.
Pero además, aquí no sólo importa el dato absoluto, sino la tendencia. Y, de nuevo, la diferencia es notable. La línea naranja, que muestra el número de parados (eje derecho) era ascendente desde 2007 (y con una fuerte pendiente) y nada hacía indicar que estuviera cerca de su máximo. Por ejemplo, en tasa interanual, el último trimestre de 2011 vio un descenso de los ocupados del 3,26% y un incremento de los parados del 12,29%. Los números son casi opuestos en estos momentos: subida del 2,82% de los ocupados en tasa interanual y descenso del 10,84% de los parados. O lo que es lo mismo: en 2011 se destruyeron más de 600.000 empleos mientras que en los últimos doce meses se han creado casi 531.000.
En el cuadro de la derecha (click para ampliar), se muestra la variación (en %), en la serie desestacionalizada del INE, del número de ocupados y parados por trimestre. Así, puede verse que el paro registró 23 trimestres consecutivos de incremento: desde el tercero de 2007 al primero de 2013. Desde entonces, lleva 21 consecutivos reduciéndose (repetimos, en serie desestacionalizada). Y lo contrario puede decirse de la ocupación. Es más, tanto en una variable como en otra, los datos de este segundo trimestre de 2018 son especialmente positivos, con un incremento de la ocupación del 1% (bastante en tasa trimestral) y un descenso del paro del 4,09%.
La calidad
Pero el problema no es sólo cuánto empleo se genera, sino sus características. De hecho, en España se ha convertido casi en un tópico en los últimos meses eso de que la recuperación se está consiguiendo a base de precariedad. Todo es mejorable y, desde luego, las cifras de temporalidad o empleo a tiempo parcial no deseado siguen siendo muy elevadas. Pero aquí también los datos apuntan en la buena dirección, exactamente lo contrario de lo que sucedía en aquel invierno 2011-12.
Así, en la EPA conocida este jueves, quizás el mejor dato sea el del empleo indefinido: en el último año el número de asalariados ha crecido en 567.000 trabajadores. Pues bien, de esos, 416.200 (el 73%) son con contrato indefinido y 150.800 con contrato temporal. Si miramos los datos de diciembre de 2011, la cosa cambia por completo: en aquel año se destruyeron 485.000 empleos por cuenta ajena, de los que 389.000 fueron de indefinidos y 96.000 de temporales.
En cierto sentido, estos últimos datos son sorprendentes, porque siempre se ha dicho que, en España, las crisis se ceban sobre todo con los temporales. Y así fue entre 2008 y 2010. En aquellos años, la destrucción de empleo se concentró fundamentalmente en aquellos trabajadores sin un contrato indefinido. En 2011 la cosa cambió y también los fijos empezaron a sentir que su situación peligraba.
Como siempre que se habla de esta cuestión, hay que empezar apuntando que la cifra de temporalidad en España sigue siendo muy elevada en relación con lo habitual en otros países. Y que no es algo que se deba sólo al peso más elevado del sector turístico: esto es un factor (hay muchas empresas en España que tienen picos de actividad a lo largo del año), pero no es el único elemento que ha generado esta anomalía. Dicho esto, como hemos apuntado en otras ocasiones en Libre Mercado, ésta es una de las épocas de crecimiento en las que la temporalidad está subiendo más lentamente. Sí, es cierto que algo ha subido, pero era casi inevitable. Las ratios de temporalidad más bajas se lograron en lo peor de la crisis 2011-2013, por una mera cuestión estadística (la mayoría del empleo destruido fue temporal). También era lógico que la recuperación trajese de vuelta buena parte de aquellos puestos de trabajo.
Ahora lo llamativo es que el empleo indefinido sigue creciendo con fuerza y que lo hace más que el temporal (ese 73% del que hablábamos antes). Los 11.900 asalariados fijos que hay en estos momentos son casi un máximo histórico: el anterior récord se logró en el segundo trimestre de 2008, con 12.050 indefinidos. Como vemos, estamos muy cerca y si la tendencia sigue como hasta ahora, podría superarse esa cifra este mismo año. Lo que cambia es el número de temporales: en aquel mes de junio de 2008 había 4.987 trabajadores temporales en España, 630.000 más que ahora. O lo que es lo mismo, para igualar el número de indefinidos del mejor momento de nuestro mercado laboral hemos necesitado muchos menos temporales.
Por último, otro colectivo que siempre está en el punto de mira, los que perdieron su empleo hace más de un año y se consideran, por lo tanto, parados de larga duración. En las primeras etapas de la recuperación, la creación de puestos de trabajo parecía que no llegaba a este grupo, que mantenía sus cifras relativamente estables. Afortunadamente, esa tendencia también ha cambiado. Ahora mismo hay en España un millón y medio de personas en esta situación: es muchísimo, pero es casi la mitad de los 2,96 millones que había a finales de 2013. Sólo en el último año, la cifra se ha reducido en 215.700 personas (un descenso del 12,84% respecto a un año antes). En 2011, el número de los que habían perdido su empleo hace más de un año creció en 270.000 personas, más de un 13% en tasa interanual.
Apunte: probablemente lo más justo sería que a cada presidente se le juzgase con seis-nueve meses de desfase tanto en lo que hace referencia al empleo, el crecimiento o el déficit. Aunque quieran aparentar lo contrario en campaña electoral, salvo casos excepcionales (y habitualmente para mal, a lo Syriza cuando entró como un elefante en cacharrería en el Gobierno griego y en las reuniones del Eurogrupo), no existen pociones mágicas ni presidentes-ministros milagrosos. Lo normal es que los cambios en estas variables se hagan notar de forma gradual a lo largo del tiempo. Es poco periodístico (publicar dentro de seis meses un artículo sobre la "herencia de Rajoy" sonaría hasta raro), pero parece más preciso.
En este artículo hemos preferido mantener la comparativa habitual (día de llegada – día de salida) aunque al menos nos parece relevante hacer este pequeño apunte. Porque ni los parados de febrero de 2012 eran culpa de Rajoy, ni los empleos creados o destruidos en este mes de julio se los debería apropiar un Sánchez que no ha tenido tiempo apenas de tomar medidas. Dicho esto, para aquel que quiera hacer la comparativa: en los seis primeros meses de aquel año 2012 se redujo el número de ocupados en unos 390.000 y se incrementó el de parados en 420.000.