El drama de las okupaciones en España no da tregua. Silvia es la última víctima de un caso sin precedentes que le ocurrió cuando puso en alquiler su piso turístico durante un fin de semana: su inquilino decidió quedarse para montar un prostíbulo en el interior.
Fue el pasado 5 de junio cuando esta propietaria decidió arrendar su piso situado en Puerto Banús (Marbella) el único fin de semana libre que le quedaba del verano. Lo hizo a través de Homeaway, el rival de Airbnb en España. Su inquilino era "una persona sin perfil identificable, sin fotografía ni reseñas positivas", tal y como recoge El Mundo.
"Era una persona asquerosa, grasienta, pero no pensé que me pasaría todo esto", cuenta la afectada. El 7 de junio, fecha en la que el actual okupa tenía que abandonar la vivienda, le informó de que no pensaba marcharse. "Me dijo que no tenía dinero", recuerda Silvia.
La propietaria llegó a ofrecerle 500 euros por marcharse, pero el individuo se negó. Esta cuantía es insignificante teniendo en cuenta que Silvia tenía previsto ingresar unos 18.000 euros por los tres meses de verano que iba a tener la vivienda ocupada legalmente con turistas.
Ahora, el okupa de origen ceutí lleva casi dos meses viviendo en su casa, y ella ni siquiera puede cortarle el suministro de la luz. Para más inri, este enemigo de la propiedad privada ha metido en la vivienda a cuatro mujeres para ejercer la prostitución.
"Cuando me avisaron los vigilantes de seguridad me quería morir. No daba crédito", comenta la propietaria. Su casa se ha llenado de clientes, han puesto hasta luces de neón en el salón y lo han convertido en un auténtico burdel. Y no puede echarles.