No, no es verdad que la reforma laboral de 2012 haya desatado un huracán de precariedad. Sí, sí es cierto que el mercado laboral español tiene un problema con el tipo de empleos que genera, que la tasa de temporalidad es muy elevada y que el recurso al empleo a tiempo parcial no deseado (es decir, que el trabajador quiere uno a tiempo completo pero no es capaz de encontrarlo) ha aumentado en la última década. Lo que no es correcto es atribuirle esta deriva a la reforma de 2012: las cifras apuntan más bien en la dirección contraria. Tampoco es que el problema de fondo se haya resuelto desde ese año, pero no se ha agravado y, si acaso, en comparación con otras épocas, la foto del empleo en nuestro país tiene algo más de calidad.
En primer lugar, es verdad que la temporalidad ha aumentado algo en los últimos años, pero esa realidad esconde una cuestión puramente estadística: la mejor cifra de temporalidad (si entendemos por "mejor" la más baja), se dio a finales de 2012 y comienzos de 2013, con la tasa de paro en máximos. Ya lo hemos explicado en varias ocasiones: en España la destrucción de empleo se ceba casi siempre con los temporales, por lo que en las crisis se reduce el porcentaje de este tipo de contratos sobre el total de asalariados. Sería absurdo decir que era buena noticia que la temporalidad cayera de 2008 a 2013 (lo hacía porque se destruyeron casi dos millones de empleos temporales); y del mismo modo es igualmente absurdo poner el foco en esa estadística sin ver que sólo refleja la recuperación de algunos de esos empleos perdidos.
La clave es si en esta etapa de crecimiento la temporalidad está subiendo más o menos que en otros momentos de expansión. Y las cifras dicen que lo hace a menor ritmo. Por eso, hace una semanas explicábamos cómo, con los mismos asalariados de 2006, el reparto fijos-temporales era claramente mejor que el de aquel año: tenemos más o menos 16 millones de trabajadores por cuenta ajena, como en aquel momento, pero ahora hay un millón más de empleados con contrato indefinido y un millón menos de temporales. Es decir, la suma total es la misma, pero la composición es algo más favorable (aunque la tasa de temporalidad sigue siendo muy elevada): 11,7 de fijos y 4,1 de temporales ahora, frente a 10,7 millones de fijos y 5,3 millones de temporales en 2016.
Pero más allá de la temporalidad y del uso torticero de dichas estadísticas, ahora que la nueva ministra de Empleo parece decidida a derogar partes sustanciales de la reforma de 2012, como el Contrato de Apoyo a Emprendedores, puede ser interesante revisar el estado de los contratos fijos y comparar su evolución en la última década. Porque ése es otro argumento que subyace en la crítica a la reforma de 2012: no es sólo una cuestión del número de indefinidos y temporales, sino de la calidad de los mismos. Es decir, del detalle que se esconde detrás de esos epígrafes.
Este apunte tiene cierto sentido. Al fin y al cabo, las estadísticas son muy manipulables. Lo comentábamos este domingo en el artículo sobre el contrato indefinido de apoyo a los emprendedores: llamar a un contrato "fijo" no hace que las condiciones del trabajador que lo firma sean mejores (ni tampoco peores). Lo importante son las características del mismo. De esta manera, no es lo mismo un indefinido clásico (a jornada completa y permanente) que uno a tiempo parcial o un fijo-discontinuo. Cuando leemos el titular: "Crece el número de contratos fijos", normalmente pensamos en los primeros. Pero podría ser que ese crecimiento se esté produciendo en esos contratos fijos de peor calidad.
Pues bien, en los dos casos, tanto en lo que tiene que ver con los contratos fijos-discontinuos como con los fijos a tiempo parcial, las cifras nos dicen que ha subido bastante su importancia en el mercado laboral respecto a la que tenían antes de la crisis, en 2006-2007. Eso sí, también nos dicen que esa tendencia no se ha agravado, más bien al contrario, desde la reforma de 2012. Es decir, si hay más empleo precario o los contratos fijos ya no son como antes… es sobre todo por lo que ocurrió de 2008 a 2012: esos años en los que casi nadie hablaba de "precariedad" (una palabra que pareció florecer, en los titulares y en los debates políticos, al día siguiente de que se aprobase la reforma de 2012).
Fijos discontinuos
Los llamados fijos discontinuos están de actualidad en los últimos días. Sobre todo a raíz de la sentencia del Tribunal Supremo sobre los docentes interinos que son despedidos en junio para ser recontratados de nuevo en septiembre. Estos profesores son una minoría dentro del conjunto de los fijos discontinuos, pero la sentencia ha generado cierto debate en parte porque la modalidad ha adquirido una importancia creciente en los últimos años.
Como vemos en la tabla, los fijos-discontinuos fueron uno de los pocos grupos que vio incrementarse su número durante los peores años de la crisis, de 2008 a 2012. Mientras el número de indefinidos permanentes y el de temporales se desplomaba (sobre todo el de estos últimos), el de los discontinuos crecía en 36.000 unidades, algo especialmente llamativo en ese contexto. Probablemente lo que ocurrió es que algunas empresas que hasta entonces contrataban de forma permanente empezaron a cambiar a esta modalidad.
Desde 2012, según datos de la EPA, el uso de este contrato ha seguido creciendo y en el primer trimestre de 2018 sumaban 56.000 más que cuando entró en vigor la reforma. Eso sí, como se puede ver en las cifras generales, no parece que ésta haya tenido un gran impacto en este tipo de contratos. De hecho, si en cuatro años (de 2008 a 2012) subieron en 36.000 personas y en seis años (de 2012 a 2018) lo han hecho en 56.000, es fácil ver que la tendencia no ha variado mucho. Y hay que tener en cuenta que hablamos de 317.000 trabajadores de un total de 15,8 millones de asalariados. Es decir, es un colectivo que suma el 2% del total de trabajadores por cuenta ajena. Sí, tanto la cantidad total como el porcentaje que representan ha subido en esta crisis, pero no parece que pueda hablarse de un cambio de tendencia generalizada.
No sólo eso, los fijos convencionales (llamaremos así a los permanentes) y los temporales empezaron a crecer a mediados de 2013 y mantienen esa línea ascendente. De hecho, si en la próxima EPA hay una buena cifra de nuevos indefinidos, podríamos alcanzar por fin el máximo de 11,9 millones de asalariados fijos de comienzos de 2008. Por lo tanto, lo que ha cambiado a partir de 2012 no es que hayan empezado a subir las cifras de fijos-discontinuos (eso ya sucedía antes), sino más bien que el mercado de trabajo para los fijos permanentes ha comenzado a recuperarse.
Otra comparación que podría hacerse es sobre la relación entre el crecimiento de fijos vs temporales. De los 646.000 empleos indefinidos que se perdieron del primer trimestre de 2008 al de 2012 se han recuperado ya más de 400.000: unas dos terceras partes. Mientras tanto, de los 1,6 millones de temporales que desaparecieron, sólo han vuelto 660.000 desde 2012, apenas un 40%. Tampoco parecen cifras que nos hablen de ese infierno de precariedad, en comparación con lo que pasaba antes de 2012, que se pinta tan a menudo.
Tiempo parcial
Mucha más atención ha recibido la cuestión del incremento del trabajo a tiempo parcial. Y es lógico que así sea, porque es una realidad que tiene mucho más peso en el mercado laboral (alrededor del 15% de los trabajadores españoles están en esa situación) y porque su número se ha disparado con la crisis. Aunque en este artículo nos centraremos sobre todo en los indefinidos a tiempo parcial, también los temporales han visto crecer los números de este tipo de contratos.
Las tablas principales de la EPA no diferencian entre asalariados a tiempo parcial y completo (la clasificación se hace con el conjunto de los ocupados). Para encontrar los datos de asalariados hay que mirar en el anuario estadístico del Ministerio de Empleo (en el año 2017, en el PDF de la Encuesta de Población Activa, tabla EPA-13 "Asalariados según duración del contrato y tipo de jornada"). En parte por esto puede haber pequeñas diferencias entre esta tabla y la anterior: aquí usamos medias anuales y en la anterior eran las cifras de la EPA del Primer Trimestre de cada año.
Lo primero que llama la atención de las cifras es que vuelve a haber dos casillas negras en medio de un puñado de casillas rojas en la columna que recoge la diferencia 2008-12: mientras se disparaba el paro entre fijos y temporales a jornada completa, crecía el número de asalariados con una jornada reducida. Entre los indefinidos, por ejemplo, se perdieron más de un millón de empleos a jornada completa entre 2008 y 2012, mientras subía en casi 140.000 el número de los fijos a tiempo parcial.
Desde 2012, las cosas han cambiado. Sí, es cierto que el empleo fijo a tiempo parcial ha seguido subiendo (176.000 más en seis años), pero también lo ha hecho el empleo fijo a jornada completa (a finales de 2017 ya se había recuperado casi la mitad de lo perdido en la crisis y probablemente la tendencia se mantenga en la EPA del segundo trimestre). De nuevo, es lógico cuestionarse si esta circunstancia es positiva o no; lo que no parece justo es asociarlo a la reforma de 2012, como si el recurso al tiempo parcial hubiera comenzado en aquel momento. No lo hizo, ya llevaba años incrementándose cuando se aprobó la reforma. De hecho, lo llamativo es que siguiera creciendo cuando se destruían un millón de empleos al año. No tanto que haya un pequeño repunte en un contexto de crecimiento económico y creación de empleo. En este punto, quizás lo más destacado es el incremento de los temporales a tiempo parcial, que han crecido en 150.000 personas desde 2012.
En este punto, si acaso podríamos decir que ha cambiado la tendencia. En la imagen de la derecha (click para ampliar), de la Memoria 2017 del Consejo Económico y Social se recoge la muestra de los ocupados según su jornada laboral (aunque en la tabla ponga "Asalariados" es un error, los 18,8 millones totales equivalen a la cifra de "Ocupados" que ofrece la EPA). Como puede verse en la parte inferior de la tabla, la que recoge los porcentajes sobre el total de trabajadores, los empleos a tiempo parcial pasaron de representar el 11,6% del total en 2007 al 15,9% en 2014. Son cuatro puntos, una cifra no menor en un espacio de tiempo relativamente breve. Eso sí, desde entonces la tendencia es descendente y en 2017 se situaba en el 15,0% del total. Es decir, la dirección actual es positiva y hacia menos precariedad (si entendemos como tal una disminución en el porcentaje de contratos a tiempo parcial respecto al total de ocupados). Aunque de nuevo hay que repetir que la cifra es superior a la de 2007: es decir, estamos peor que antes de la crisis y habría qué preguntarse por qué y también si hay soluciones al respecto.
En ese sentido, hay otro aspecto importante que no siempre se tiene en cuenta. Lo relevante no es tanto el tipo de contrato, ya sea temporal o a tiempo parcial, como si es una modalidad buscada por el trabajador o que le viene impuesta por las circunstancias. En la Memoria del CES se recogen también los datos de "Empleo a tiempo parcial involuntario" en el conjunto de la UE. En España, la cifra es del 61,1%, la tercera más elevada de la UE tras Chipre y Grecia. Mientras, en países con una tasa de empleo parcial mucho más elevada, el porcentaje de trabajadores que declaran que no quieren este tipo de contrato es mucho más bajo: el ejemplo más claro es Holanda, el país en el que está más extendida esta modalidad (casi el 40% de los trabajadores tiene estos contratos de jornada reducida) pero en el que nadie asociaría esta cifra con la precariedad, porque más del 90% de ellos declaran que ese empleo es "voluntario" y no la alternativa menos mala ante la posibilidad de quedarse sin empleo.