La guerra comercial entre Estados Unidos y China ya es un hecho. El país norteamericano aplicará aranceles por valor de 34.000 millones de dólares y el Gigante Asiático prepara una respuesta acorde. Lo mismo sucede con la Unión Europea, la tercera en discordia, que también plantea hacer cara a la batalla aduanera iniciada por Donald Trump.
Uno de los efectos de esta tensión comercial se está palpando en el precio de los alimentos. Tal y como anuncia la FAO, los precios cayeron en junio por primera vez en todo el año a pesar de que se espera una producción más baja. Por ejemplo, el precio de los cereales ha caído un 3,7% y el aceite de palma encadena varios meses de continuadas bajadas, alcanzando su precio más bajo en 29 meses.
La razón tiene que ver con un fuerte descenso de las exportaciones. Los productos hechos en el país norteamericano han bajado el nivel de exportación y por ello las fábricas a su vez importan menos productos. Uno de los más afectados es la soja y el aceite de palma. Lo mismo ocurre con los productos lácteos, que han bajado su precio un 0,9%.
La particular cruzada contra el aceite de palma se une a las tensiones comerciales. Las marcas tienen cada vez más presión por dejar de utilizar este aceite y esto ha repercutido en un fuerte descenso de su producción y también en un descenso del precio. Malasia, que es uno de los grandes exportadores de esta grasa, será uno de los países más afectados por la guerra comercial. De hecho, se espera que la producción caiga un 11% en los próximos meses, según Reuters.
Todo esto se une a la decisión del Parlamento Europeo que aprobó hace unos meses la prohibición de importar aceite de palma a partir del próximo 1 de enero de 2021. Europa es el principal comprador de este aceite a nivel mundial. El Viejo Continente, además de comprar en el sudeste asiático, era uno de los grandes importadores de los agricultores hondureños. Malasia esperaba subir su producción a 40 millones de toneladas para 2022 y Honduras también buscaba hacer lo propio.