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José García Domínguez

La carta de Trump a Sánchez

Trump tiene toda la razón del mundo al exigir a la Unión Europea, o sea a Alemania, que incremente por el cauce que sea sus compras de productos norteamericanos.

Trump tiene toda la razón del mundo al exigir a la Unión Europea, o sea a Alemania, que incremente por el cauce que sea sus compras de productos norteamericanos.
Angela Merkel y Donald Trump, en una imagen de archivo | EFE

Donald Trump acaba de enviarle una carta a Ángela Merkel con la dirección equivocada, de ahí que la haya recibido en la Moncloa Pedro Sánchez. Trump, que no es precisamente una reencarnación del cardenal Mazarino en cuanto a modales diplomáticos, le hace saber al presidente español en ese papel lacónico y perentorio que los contribuyentes norteamericanos se sentirían muy honrados si sus homólogos hispanos creáramos unos cuantos miles de puestos de trabajo en Alabama, Misisipi, Delaware y Tennessee por la muy sencilla vía de comprar unos cuantos centenares de tanques a la industria militar local. El problema es que, como todo estudiante de primero de Económicas sabe, al final siempre hay que elegir entre tanques y mantequilla.Y la mantequilla, a diferencia de los tanques yanquis de importación, da votos. Por eso las reticencias de los gobernantes europeos de todo pelaje ideológico a pasar por ese tipo de tubos. Dicho lo cual, convendría añadir ahora la verdad.

Y la verdad es que Trump tiene toda la razón del mundo al exigir a la Unión Europea, o sea a Alemania, que incremente por el cauce que sea sus compras de productos norteamericanos. Y es que en el gran tablero de la economía global hay dos jugadores que hacen trampas constantemente. Siempre. Esos dos gamberros crónicos que no respetan jamás las reglas del juego se llaman Alemania, o sea Unión Europea, y China. Y quien paga los platos rotos de su falta de escrúpulos comerciales es Estados Unidos. El superávit comercial de Alemania, el mayor del mundo hoy, es algo simplemente intolerable. Y lo es porque ese desequilibrio permanente que introduce Alemania en la economía global, más allá de la eficiencia exportadora de su economía, obedece en última instancia a la manipulación por parte de Berlín del tipo de cambio de su moneda nacional, el marco, divisa también conocida por el nombre de euro. La instrumentalización política del marco (o euro) por parte del Gobierno alemán para favorecer sus exportaciones no es más que una forma de pura y simple competencia desleal. La misma que practican los chinos. Exactamente la misma. Por algo el cabreo cósmico de Trump con Europa.

Los tipos de interés reales negativos que practica el Banco Central Europeo, organismo que no por casualidad tiene su sede central en Fráncfort, empujan a huir de Europa al capital especulativo que busca rentabilidad financiera a corto y medio plazo. Una fuga en masa que se dirige hacia el dólar. Y la consecuencia de esas migraciones invisibles de dinero hacia el otro lado del Atlántico es la depreciación del marco, o sea del euro, frente a la divisa americana. Algo fatal para la industria de Estados Unidos, que ve castigadas por la vía del tipo de cambio sus exportaciones a Europa. Porque el verdadero problema de Trump con Alemania no son los tanques de la OTAN, sino las consecuencias internacionales de la política monetaria del BCE. Pero Alemania, o sea la Unión Europea, no puede cambiar esa política monetaria. Y no puede hacerlo porque España e Italia solo lograrán pagar su deuda gracias a la política de tipos reales negativos del BCE. Y Alemania resulta que es el mayor interesado en que España e Italia puedan seguir pagando sus deudas, por la muy convincente razón de que la propia Alemania resulta ser la principal acreedora exterior de ambos países. Ergo, los tipos de interés a ras de suelo van a continuar durante bastantes años más en Europa. Y Trump lo sabe. Por eso presiona tanto con el asunto de los tanques. Para que se le compense de algún otro modo por hacer la vista gorda con el BCE. Pero la carta, insisto, era para Ángela, no para Pedro.

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