Durante el último medio siglo, la evolución de los salarios y de las condiciones laborales quedó sujeta a los acuerdos sectoriales suscritos por la patronal y los sindicatos. Dicho modelo ha entrado en crisis cada vez que el PIB ha experimentado un retroceso. En los tiempos de bonanza, la generalización de la negociación colectiva no parecía impedir un buen desempeño del mercado de trabajo; sin embargo, en momentos de crisis, esta forma de diseñar las relaciones laborales impidió ajustes a la baja en sueldos y duración de jornada, de modo que las distintas crisis que ha sufrido la economía española terminaron elevando el paro a niveles superiores al 25%.
Esta situación fue alterada en 2012, con la aprobación de la reforma laboral que ahora cuestiona el nuevo gobierno socialista de Pedro Sánchez. La modificación del artículo 84 del Estatuto de los Trabajadores dispuso que la regulación de las condiciones establecidas a nivel empresa tenga prioridad aplicativa respecto a los acuerdos sectoriales. Otras disposiciones de la reforma avanzaron en la misma dirección, reduciendo el peso de los pactos centralizados y favoreciendo un mayor grado de flexibilidad en el mercado laboral.
La siguiente tabla pone de manifiesto la profunda transformación que ha supuesto la reforma laboral. De 2002 a 2012, el porcentaje de trabajadores incluidos en un convenio colectivo osciló entre el 78,13% y el 84,77%. No hubo, por tanto, cambios significativos en los años de bonanza, ni en los tiempos de burbuja, ni en los primeros compases de la crisis, ni en los peores momentos de la Gran Recesión.
Pero la cosa cambió a partir de 2012. Después de la entrada en vigor de la reforma laboral se produjo una caída escalonada del peso de los convenios colectivos. En 2014, el porcentaje de asalariados cubiertos por este tipo de acuerdo había caído al 62,77%. Un año después, en 2015, esta cuota había vuelto a reducirse, esta vez hasta el 46,06%. En números absolutos, cuatro millones de trabajadores dejaron de estar sujetos a los pactos sectoriales, una buena muestra de lo importante que era para miles de empresas un mayor grado de flexibilidad y realismo a la hora de negociar los salarios y las condiciones de los trabajadores.
A nadie escapa que, en paralelo al creciente descuelgue de los convenios, el mercado de trabajo ha logrado consolidar un cambio de tendencia que viene creando medio millón de empleos anuales. Y no, por mucho que los defensores de la generalización de la negociación colectiva afirmen lo contrario, lo cierto es que ya tenemos la misma ocupación que en 2006, pero con un millón más de contratos fijos.