Lo que vamos sabiendo del nuevo Gobierno de España no puede ser más alentador. Ya el nombramiento de Carmen Calvo fue una fuerte inyección de optimismo, por el recuerdo que dejó su gestión al frente del Ministerio de Cultura en la Era ZP. En aquel desempeño alumbró grandes principios para la gestión pública, como su conocida máxima, rápidamente integrada en el cuerpo doctrinal del socialismo, según la cual el dinero público "no es de nadie".
Pero Calvo Poyatos es solo uno de los puntales sobre los que Pedro Sánchez pretende asentar su nuevo Ejecutivo. En el ámbito económico ha decidido contar con María Jesús Montero, consejera de Hacienda y Administración Pública de la Junta de Andalucía, el departamento responsable del desfalco monumental de fondos públicos autonómicos con la ayuda, eficacísima, de las organizaciones sindicales de máximo progreso.
Además de esa imprescindible labor al frente de la consejería de los ERE y los cursos de formación, la señora Montero ha tenido bajo su responsabilidad la gestión de la economía de Andalucía y su política tributaria. El modelo económico andaluz, calificado por los dirigentes nacionales del partido como un logro imperecedero, ha mantenido a Andalucía a la cola de las regiones de Europa en todos los indicadores de progreso y bienestar. Asusta pensar cómo estarían los andaluces si el sistema económico implantado por la Junta no hubiera sido un éxito tan rotundo.
Pues bien, esta dirigente del socialismo andaluz es la responsable de gestionar la decimocuarta economía del planeta aplicando el modelo triunfante que lleva rindiendo en Andalucía los frutos ya conocidos durante cuatro décadas ininterrumpidas.
Montero hará bueno a Montoro, no porque vaya a machacarnos a impuestos con más saña que su antecesor, sino porque lo hará con mucha mayor convicción. Un ministro de Hacienda del PP tiene que disimular su júbilo cuando decreta una subida de impuestos. Un socialista no, porque a sus votantes les encanta que los esquilmen sin piedad, convencidos, los muy ingenuos, de que a los ricos los crujen todavía más.
La única esperanza de salvar nuestras magras finanzas es que se convoquen elecciones antes de la presumible reforma fiscal que ya está rumiando Pedro Sánchez, de lo contrario acabaremos echando de menos a Montoro. Una de las cosas que jamás nadie en su sano juicio habría llegado a imaginar.