La conocida empresa alemana Bayer, especializada en farmacia y agroquímica, ha comprado la multinacional estadounidense Monsanto por 53.373 millones de euros -una operación que ya se intentó en 2016 y que no llegó a fructificar-. Lo más transcendental en esta compra es que el nombre de Monsanto desaparecerá, aunque no todos sus productos pesticidas y transgénicos, que pasarán a venderse bajo el nombre de Bayer. Eso sí, el gigante alemán seguirá manteniendo algunas submarcas comerciales de Monsanto que tenían buena acogida entre el público. La unión de ambas compañías hará que Bayer pase a tener más de 120.000 millones de euros de capitalización.
La decisión de suprimir el nombre de Monsanto es para finalizar con la mala imagen corporativa que la empresa tiene ante la opinión pública. Cabe señalar que la compañía norteamericana es la que más semillas transgénicas vende en el mercado. Numerosas asociaciones ecologistas han organizado manifestaciones y campañas contra Monsanto varias veces. Hace cinco años, 50 países de todo el mundo albergaron manifestaciones contra la empresa y por eso se ha convertido en una de las más odiadas del planeta.
Tanto el Departamento de Justicia de Estados Unidos como la Comisión Europea han aprobado esta compra, aunque han puesto varias condiciones. Bayer tendrá que desprenderse y ceder a BASF -la empresa alemana rival- más de 9.000 millones de dólares que tiene en activos del negocio agroquímico. Bayer venderá semillas y herbicidas Liberty y tendrá que gestionar el negocio digital de las tierras de cultivo y otros proyectos que Monsanto ya había puesto en marcha. BASF, por su parte, abonará 5.900 millones de euros para comprar los activos de Bayer de los que tiene que desprenderse.
El recelo con Monsanto
Monsanto, cuyas plantaciones se encuentran en Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá y la India es una de las empresas más odiadas porque es la mayor creadora de plantaciones genéticamente modificadas. Estos OGM -organismos genéticamente modificados- llevan vendiéndose en el mercado más de 20 años y desde entonces son muchos los gobernantes y asociaciones que han pedido poner fin a las pruebas de Monsanto con la creación de semillas modificadas.
Monsanto comenzó a vender sacarina en 1905, después se convirtió en el mayor vendedor de ácido sulfúrico y herbicidas de todo tipo. Pero, a partir de 1981, dio el salto a la biotecnología y comenzó a trabajar con las semillas genéticamente modificadas. Aunque este tipo de semillas cuentan con mala reputación e imagen ante la opinión pública, los expertos no han podido demostrar que sean nocivas para la salud.
Los peores episodios para la compañía fueron ser el productor del agente naranja, que se usó en la guerra de Vietnam, y de los químicos DDT y PCB, dañinos para la salud y que están prohibidos actualmente. Además, Monsanto fue condenada a pagar 1,5 millones de dólares por sobornar a las autoridades de Indonesia para que les permitiesen introducir en el país algodón transgénico. Además, en 2006, su herbicida Roundup recibió numerosas críticas.