Hay quienes buscan la tranquilidad en el campo y quienes conciben la playa como el mejor lugar para el descanso. Sin embargo, en el mercado del lujo, la opción más exclusiva y extravagante por la que se decantan quienes pretenden vivir alejados de la civilización moderna pasa por poner tierra de por medio y adquirir una isla.
El Financial Times ha dedicado recientemente un reportaje a este nicho tan peculiar del mercado inmobiliario. Uno de los gurús del sector es Chris Krolow, que explica que quienes le piden opciones "no buscan una cala perdida o una península apartada, sino que tienen claro que su objetivo es vivir en una isla, en alta mar y sin vecinos".
Las compra-venta de islas privadas se produce en un ambiente discreto e incluso secreto. Los agentes más cotizados del mercado no abren sus libros a la prensa, lo que complica las pesquisas informativas sobre estas operaciones. No obstante, expertos como Krolow reconocen que su base de datos incluye "más de ochocientas islas".
El elevado precio de las islas hace que el volumen total de transacciones sea relativamente bajo. Frahrad Vladi, que se dedica a este sector desde la década de 1970, estima que cada año se celebran apenas treinta transacciones. No obstante, cada vez está cobrando más peso la opción de vivir de alquiler en una isla.
Para desarrollar ese nuevo mercado, los gurús del ramo han optado por aliarse con empresas inmobiliarias y hoteleras que construyen y brindan servicio a pequeñas villas de lujo en las que se pueden hospedar quienes optan por alquilar una isla durante algunas semanas. Vladi explica al FT que esta alternativa "está creciendo cada vez más, porque los clientes cuentan con residencias bien equipadas en las que pueden alojarse con comodidad. Hace algunas décadas era difícil plantear algo así".
El papel que juega la tecnología también contribuye a impulsar este mercado tan peculiar. La habitabilidad de las islas va a más si se puede asegurar el suministro de agua potable, pero las máquinas que lo hacen posible no siempre fueron tan asequibles como ahora. Krolow estima que en los años 90 hacían falta 100.000 dólares para lograrlo, mientras que hoy basta con desembolsar 10.000 dólares para tener agua potable. Lo mismo ocurre con los generadores de electricidad o la señal de internet, vitales para la comodidad de los isleños.
También hay otro tipo de clientes que optan por mantener las islas vírgenes y simplemente fondean hasta las mismas en su yate, que hace las veces de domicilio. Es el caso del actor Johnny Depp, cliente de Vladi que ha optado por una solución de este tipo en su isla privada, ubicada en el archipiélago de Bahamas.
El sector tiene algunos enemigos en el ámbito ecologista, pero su proceder también llega a ajustarse a las reglas del mercado. Es el caso de un comprador canadiense que está haciéndose con islas en la costa de Halifax para evitar que entren al mercado inmobiliario. También es el caso de una campaña de crowdfunding que ha conseguido 4 millones de euros para desarrollar compras similares en distintos archipiélagos de Norteamérica.