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Las expropiaciones y los afrikáners

El Parlamento sudafricano quiere reformar la Constitución para expropiar tierras sin compensar a sus propietarios.

El Parlamento sudafricano quiere reformar la Constitución para expropiar tierras sin compensar a sus propietarios.

El Parlamento sudafricano aprobó el 28 de febrero por mayoría absoluta estudiar una reforma de la Constitución que permita al Estado expropiar tierras sin compensar a sus propietarios. La idea de los partidos que apoyaron la moción es transferir la propiedad (o al menos la potestad de explotación) de más tierras en manos de sudafricanos blancos a sus compatriotas negros, y corregir así la injusticia histórica a la que el discurso hegemónico en Sudáfrica atribuye el dominio del sector agrícola por parte del segmento de la población de origen europeo.

La iniciativa no ha arrojado hasta el momento resultados concretos, pero ha puesto en guardia a quienes consideran el cambio un atropello irreversible para el derecho a la propiedad y anuncia en el horizonte una titánica batalla, legal y de ideas, que volverá a poner a prueba a la vibrante democracia sudafricana.

La comunidad afrikáner -de origen holandés, francés y centroeuropeo, y el único pueblo del continente africano que tiene como lengua franca un idioma germánico- tiene un especial apego a la tierra y a la actividad granjera, y podría ser la más afectada si se consuma la enmienda constitucional planteada. No es extraño, pues, que sean Afrifórum y Solidaridad dos de los actores más activos en el debate que se ha abierto.

Afrifórum se define como una organización de defensa de los derechos civiles y tiene como principal misión declarada proteger a los afrikáners de los atropellos a los que, a su juicio, están expuestos por culpa de las políticas de discriminación positiva hacia sus compatriotas negros del Gobierno del Congreso Nacional Africano. Solidaridad es el brazo sindical de Afrifórum, y su presidente, Flip Buys, escribió hace poco un esclarecedor artículo publicado en el portal sudafricano PoliticsWeb sobre por qué las expropiaciones siempre fracasan como instrumento de reparación y redistribución.

Venía a decir Buys que la razón del éxito de cualquier empresa -ya sean las haciendas sudafricanas, las fábricas o las universidades- no está en la tierra, en la maquinaria o en los lujosos edificios que albergan las aulas. Los fundamentos del éxito no hay que buscarlos en estas cosas materiales que pueden ser transferidas a un nuevo propietario por la fuerza o mediante un decreto concebido por un ingeniero social, sino en "la cabeza del granjero", en su "capacidad emprendedora, su conocimiento de la agricultura, su capacidad de gestión, su red de expertos en la cadena de valor, su perseverancia y sus valores". O en "el capital acumulado a lo largo de décadas, en la capacidad de investigación, la experiencia en la enseñanza, la cultura académica, el flujo de estudiantes que llegan de las escuelas punteras", en el caso de las universidades.

Por qué las expropiaciones fracasan

"Esas cualidades invisibles no pueden ser confiscadas a través de la nacionalización; no están ligadas a un lugar, y pueden llevarse donde se necesiten o donde se quiera." Así, el granjero de éxito se lleva consigo lo que le ha hecho próspero, y la persona que se ha puesto en su lugar pasa súbitamente a ser dueño de una infraestructura a la que difícilmente sabrá sacar rendimiento si no ha sido empresario antes.

El artículo de Buys es un buen pretexto para presentar a los lectores de Libertad Digital dos organizaciones como Solidaridad y Afrifórum, que han puesto en marcha proyectos de tremenda envergadura y particularmente audaces. Afrifórum y su sindicato son conscientes de la insignificancia electoral a la que los afrikáners están condenados como grupo en un panorama político racialmente polarizado en el que siempre serán minoría. Por ello (y sin renunciar a proteger los espacios que conservan en el sistema público, como la exitosa red de institutos de secundaria en lengua afrikaans), han apostado por desarrollar sus propias estructuras comunitarias ante el deterioro de lo estatal que perciben desde la llegada al poder del Congreso Nacional Africano en 1994.

Ante la corrupción y la ineficacia que denuncian en las fuerzas de seguridad han puesto en marcha sus propios grupos de patrullaje en áreas predominantemente afrikáners. A la caída de los estándares de la que se quejan en la sanidad pública responden con el establecimiento de clínicas privadas, pero abiertas a todos en las zonas en que más viven sus afiliados, y ante la progresiva expulsión de su idioma de las universidades públicas han creado su propio centro de educación superior, Akademia, que funciona fundamentalmente online y aspira a ofrecer una educación de primera clase mundial en lengua afrikaans.

Y no hay que olvidar su escuela de oficios, Sol-Tech, que potencia y da salida a las vocaciones técnicas y nutre al mercado de profesionales cualificados en campos a menudo descuidados por su falta de prestigio frente a la universidad y los trabajos de camisa y corbata. El campo de actuación de Afrifórum y Solidaridad llega también a la justicia, y, aprovechando la disposición constitucional que lo permite, han creado su propia fiscalía privada, que está encabezada por el implacable fiscal que puso entre rejas a Óscar Pistorius y se encarga de llevar a la justicia aquellos casos de los que el ministerio público no ha tenido a bien ocuparse. Los proyectos de caridad corren a cargo de la Helpende Hand o Helping Hand, en inglés, el tercer elemento de esta plataforma comunitaria.

Pese a que estos planes se financian con fondos exclusivamente privados, y a que son habituales en todo el mundo las obras de caridad y apoyo que eligen a sus beneficiarios por criterios étnicos, religiosos o lingüísticos, las actividades de Afrifórum, Solidaridad y la Helpende Hand se enfrentan con la hostilidad del Gobierno y de la mayor parte de grupos de opinión en el país de la punta de África, que ven en sus aspiraciones un intento de mantener los privilegios que la comunidad afrikáner -y el resto de comunidades blancas- tuvo durante el régimen del apartheid. Desde el entorno de estas tres organizaciones rechazan esas críticas. Afirman que tienen derecho a querer mejores servicios y a vivir en su lengua materna, al tiempo que recuerdan que no hacen nada que no esté contemplado en la Constitución y denuncian que el Gobierno haga la guerra a las organizaciones civiles cuando éstas demuestran más capacidad de ofrecer servicios.

Esta tendencia libertaria, a la que las circunstancias políticas, demográficas e históricas ha llevado a parte de un nacionalismo afrikáner que hasta 1994 caminaba a paso firme con la sólida ayuda de las muletas del Estado, puede ser vista como una paradoja, pero es también una vuelta a las raíces de los pioneros centroeuropeos en el sur de África y a su cultura de determinación, persistencia y arrojo, que define en tantos aspectos a la nación sudafricana que hoy conocemos.

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