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Los beneficios de la gentrificación: "Los gays han salvado Chueca"

Los vecinos de Chueca y Malasaña, "encantados con la gentrificación de sus barrios". 

Los vecinos de Chueca y Malasaña, "encantados con la gentrificación de sus barrios". 
Parada de Metro de Chueca | David Alonso Rincón

La gentrificación de los barrios ha sido siempre objeto de crítica de grupos como Ahora Madrid, quienes lo definen como un proceso negativo y perjudicial para los vecinos y propietarios de un espacio urbano determinado. El hecho de que el centro de Madrid sea un distrito potencialmente turístico ha disparado los precios de los alquileres y, según el gobierno de Manuela Carmena, esto ha ido obligando a los antiguos vecinos a desplazarse a nuevas zonas más periféricas "por la alta subida de precios y el nuevo poder adquisitivo de los habitantes que van llegando". Sin embargo, a los vecinos, a los verdaderos protagonistas de "su causa", aquellos que sufren la gentrificación, no opinan lo mismo que estas élites políticas. ¿Se ha retorcido el término hasta cambiar su verdadero significado? Parece que sí.

Buen ejemplo de ello son los barrios gentrificados de Chueca y Malasaña. Basta con recorrer sus calles, hablar con sus gentes de toda la vida, para dejar constancia de cómo la gentrificación tiene beneficios para los recién llegados, pero, sobre todo, para los antiguos residentes del barrio.

De los navajazos a las tiendas gourmet

"Los gays han salvado en el barrio. Sí, Chueca es ahora un barrio caro por la llegada masiva de turistas y ser el gran atractivo para el público gay, pero aquí no vas a encontrar ningún vecino que se queje de ello, todo lo contrario", cuenta Juan González, jubilado y residente en el barrio desde el 1960. "Antes esto estaba lleno de yonkis, suciedad, no había comercios y era muy inseguro con bandas que te atracaban a navajazos, no podías salir a la calle. Claro, estaba todo más barato, normal, ¿quién querría vivir en un sitio así?", explica mientras camina con las bolsas del supermercado Día por la plaza de Chueca hasta su casa.

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Juan González, vecino y propietario en Chueca

"Es obvio que todo ha subido de precio, pero esto ha hecho que el barrio se lave la cara, sea seguro, se llene de tiendas gourmet, hoteles, supermercados y terrazas con un gran ambiente", expresa con el rostro visiblemente contento. "A los vecinos nos viene fenomenal, nuestras casas han ganado en valor adquisitivo. Mi piso ahora es un tesoro por lo que se ha revalorizado. Desmiento eso que dicen que sobre que la gentrificación es perjudicial, ¿cómo va a ser negativa?, mira a tu alrededor, esto es una maravilla".

Dejamos que Juan llegue a su casa con la compra. Mientras, observamos a un nutrido grupo de vecinos que se encuentra tomando el sol en un banco de la Plaza Pedro Cerolo, al lado de un StarBucks. La mayoría son jubilados, como María Dolores Pérez, antigua coordinadora de grupos deportivos de jóvenes en Chueca. Ella ha sido testigo de cómo "el barrio era una ruina. La heroína, cocaína, hachís y los robos en los años 80 hicieron de Chueca un lugar intransitable a ninguna hora del día", narra esta mujer de 72 años mientras su marido asiente sobre todo lo que va contando. "Es cierto que muchos vecinos han sufrido la subida de los alquileres, pero esto no perjudica a los antiguos propietarios, el hecho de que esto se llene de gente con un elevado estatus económico no nos ha obligado a nosotros a desplazarnos, y los que se han ido, lo han hecho por otros motivos, como vivir más tranquilo a las afueras".

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María Dolores Perez y su marido, vecinos tomando el sol en Chueca

Es el caso de Manuel, un antiguo vecino que vendió su casa hace 20 años y ahora reflexiona sobre "cuánto podría haberle ganado en el caso de que la hubiera puesto en venta en esta época". Con su sombrero y bastón, el hombre echa de menos pasear por Chueca y el centro de Madrid. No obstante, esa no fue la razón por la que decidiera irse a vivir a Móstoles.

Él mismo lo niega: "Yo no me fui porque estuvieran subiendo los precios, sino porque quería vivir tranquilo, a las afueras, con calidad de vida". Entre risas, este exvecino añade que "Madrid se ha quedado para los turistas y los niños pijos". Este exempresario de la construcción reconoce que le gusta andar por Chueca, Malasaña o los barrios del distrito centro porque le encanta "ir a tomar vinos y a escuchar flamenco como si ahora él fuera un turista más". Además, destaca "el ambiente festivo que se respira en estos barrios".

Mientras tanto, se escuchan constantemente ruidos de ruedas de maletas. Es algo común en el barrio, lleno de hoteles tan famosos como el Room Mate. Sólo basta alzar la vista para comprobar el devenir de extranjeros que van llegando. Entran, salen, se apean de los taxis y compran tabaco en el estanco de Paquita. Esta estanquera, que lleva más de 30 años en Chueca, confiesa que "antes no había ni un sitio para comprar biberones a sus hijos, ni comida, ni nada por el estilo". Describe un panorama desolador en aquel entonces. "Imagina qué peligroso era, yo con mis hijos estaba intranquila. Ahora desde que Chueca es de color de rosa todo es lujo y estamos encantados. Hay numerosos locales gourmet, tiendas especializadas, supermercados en cada esquina, seguridad y limpieza, mucha higiene que era lo que hacía falta", concluye Paquita mientras no para de atender tras el mostrador.

Y de higiene sabe Fernando Ortíz, (nombre ficticio), operario de limpieza del Ayuntamiento de Madrid. Lleva 30 años barriendo Chueca. "Antes la basura estaba llena de jeringuillas, ahora de servilletas del McDonalds o propaganda comercial de mil y un sitios nuevos que hay aquí", sentencia este empleado mientras recoge su carrito para cambiar de calle.

De barrio humilde a motor económico

Seguimos andando y nos adentramos en Malasaña. Una camarera relata como "el fenómeno Chueca ha pasado también en Malasaña", aunque con una diferencia. "Este barrio se ha consolidado como un lugar vintage, hipster y alternativo para salir de marcha". Apenas queda un hueco en ninguna calle sin que se vea una cafetería, bar, restaurante, terraza o tienda con una estética de lo más original y llamativa. Se escucha música y los jóvenes extranjeros toman el sol y el café con cara de felicidad.

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Manuel, exvecino del Distrito Centro

Alicia, se dirige a su trabajo, resalta "los numerosos puestos de trabajo que se han creado a raíz de gentrificarse". Ella era una antigua inquilina, se mudó a una tranquila calle de la zona de Ventas porque prefería "más tranquilidad". Aún así, sigue conservando su puesto de trabajo en el sector servicios en Malasaña.

"Aquí el que no trabaja es porque no quiere, porque la transformación en el plano laboral del barrio desde hace 20 años hasta ahora, es abismal".

Y termina diciendo que "los políticos no tienen ni idea de lo que hablan. Que los barrios crezcan y se desarrollen es lo mejor que puede pasarnos a todos, claro que ellos no viven aquí ni nos han preguntado para saberlo".

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