"Vamos a la muerte de la muerte. Será opcional antes de 2045". Así de optimistas se muestran el ingeniero José Luis Cordeiro y el pionero tecnológico David Wood, que acaban de publicar en España el libro La muerte de la muerte (Ediciones Deusto). Los dos autores confían en que "gracias a los avances de la ciencia, seremos capaces de parar el proceso del envejecimiento y extender indefinidamente la esperanza de vida".
El tema no puede resultar del todo chocante por una sencilla razón: en apenas dos siglos, la esperanza de vida se ha duplicado en Europa, pasando de los 40 a los 80 años al calor de un espectacular salto adelante en materia de prosperidad y bienestar socioeconómico. Pero Cordeiro y Wood creen que esa mejora es solo el aperitivo de lo que está por venir.
Ambos apelan a "la medicina regenerativa, los tratamientos con células madre, las terapias genéticas, la impresión 3-D de órganos, la bioingeniería, la nanotecnología molecular, las drogas ansiedad o las hormonas de crecimiento" para justificar su optimismo. También depositan su confianza "en empresas como Google, que se han dado cuenta de que curar el envejecimiento es posible, lo que explica el nacimiento de empresas como Calico o Human Logevity". Además, los autores de La muerte de la muerte creen también que "entidades sin ánimo de lucro que investigan sobre estos temas" pueden completar el círculo virtuoso que nos lleve a una vida sin muerte.
Ese mañana que plantean Cordeiro y Wood no implica una inmortalidad total y absoluta. "Moriremos a causa de accidentes, pero no por muerte natural", precisan en el libro. Sus palabras evocan las de Richard Feynman, que ganó el Premio Nobel de Física en 1964 y afirmó que "sólo es cuestión de tiempo que los biólogos descubran qué es lo que nos está generando problemas", lo que daría pie a curar "esa terrible enfermedad universal" que es la muerte. Los autores consideran que ya estamos avanzando en la dirección apuntada por Feynman, "de modo que tenemos que dejar de preguntarnos si el rejuvenecimiento será posible y tenemos que empezar a preguntarnos cuándo será posible".
En La muerte de la muerte, los tecnólogos explican que ya se han completado experimentos científicos que han logrado extender sustancialmente la vida de los ratones. El resultado de dicho empeño equivale a 180 años de vida humana, pero el libro propone una meta de largo plazo: "llegar casi a mil años, como el legendario Matusalén del Viejo Testamento".
Esta visión no es la misma que tienen figuras tan relevantes como Bill Gates, quien ha declarado que considera "egocéntrico que los ricos financien este tipo de proyectos mientras persisten enfermedades como la malaria o la tuberculosis". Cordeiro y Woods replican al empresario y filántropo, recordándole en el libro que "de todos los derechos del hombre, sin duda el más importante es el derecho a la vida". Además, apuntan que "hoy en día mueren 150.000 personas al día por culpa del envejecimiento. En el mundo desarrollado, el 90% de la gente fallecido debido al envejecimiento y sus principales enfermedades asociadas".
Implicaciones económicas
Todo esto tiene implicaciones éticas, pero también económicas. La muerte de la muerte plantea el advenimiento de una nueva industria basada en contener el envejecimiento: "En Reino Unido, por ejemplo, distintas empresas han desarrollado un proyecto con el gobierno que se traducirá en la secuenciación gratuita del genoma de 500.000 ciudadanos. Otros países también están abriéndose a mejorar la salud apoyándose en las nuevas tecnologías. La inteligencia artificial juega un papel en todo esto. No va a sustituirnos, sino a complementarnos y mejorarnos. El problema no es, en ningún caso, la inteligencia artificial, sino la estupidez humana".
Los autores reconocen que distintos informes apuntan que la prolongación de la esperanza de vida tiene un importante coste fiscal ligado al pago de las pensiones. Sin embargo, Cordeiro y Woods recuerdan que "esas personas más longevas podrían contribuir a la economía en vez de drenarla de recursos. De 1970 a 2000, las investigaciones de Murphy y Topel han concluido que el aumento de la longevidad ha generado un valor social bruto de 95.000 millones de dólares frente a un crecimiento del valor de los gastos médicos de 34.000 millones de dólares. Por tanto, solo el 36% del valor generado por el aumento de la longevidad se ve compensado negativamente por las subida del gasto sanitario".
Hay, además, otras ganancias que se podrían derivar del mañana que dibujan los autores de La muerte de la muerte: "pensemos en el cáncer. Reducir su mortalidad en un 1% arrojaría una inyección de 500.000 millones de dólares para la economía global, frente a un coste asociado de 100.000 millones".