España cuenta con una de las normativas sobre la venta y consumo de tabaco más estrictas de la UE, pero, pese a ello, no faltan voces que piden nuevas medidas restrictivas para acabar con este hábito como, por ejemplo, implantar las polémicas cajetillas antimarca, donde se eliminan los colores, logotipos y diseños de las marcas registradas de los fabricantes, quedando el nombre comercial relegado a un mínimo espacio con la misma tipografía y color para todos los operadores.
Esta cajetilla ya ha sido implantada en algunos países, como es el caso de Australia y más recientemente Reino Unido y Francia, pero ha fracasado en sus objetivos, según los datos y estudios recabados hasta la fecha por la Mesa del Tabaco.
Australia fue el primer país del mundo en implantar la cajetilla antimarca, prohibiendo así la presencia de las marcas en los envases a partir de 2012. Un estudio del propio Gobierno australiano muestra que la aplicación de la cajetilla antimarca no ha acelerado el ritmo de reducción del número de fumadoresque se viene registrando en los últimos 25 años. Además, entre 2013 y 2016, se ha estancado la disminución del número de fumadores.
De hecho, según un análisis de Sinclair Davidson, profesor de Institutional Economics en RMIT University en Melbourne (Australia), se aprecia un cambio de tendencia a partir de la segunda mitad de 2014, 18 meses después de la aplicación de la cajetilla antimarca, que está relacionado directamente con la subida de impuestos y el consiguiente incremento del mercado negro. La conclusión es clara: no hay caída del consumo real total, sólo del legal.
Tanto es así que los datos que ofrece el Gobierno australiano no coinciden con otros datos oficiales en cuanto al porcentaje de fumadores: la encuesta de consumo del Instituto Australiano de Salud de 2016 sitúa el porcentaje de población fumadora en el 12,2%, mientras que el Informe de Revisión de la Cajetilla Antimarca, publicado en febrero de 2016, arroja una tasa del 16% a septiembre de 2015.
Por otro lado, según una reciente encuesta realizada por CanvasU, cinco años después de la implantación de la cajetilla antimarca, un 59% de los australianos considera que este envase es ineficaz en el objetivo de reducción del consumo de tabaco. Asimismo, las advertencias sanitarias tienen cada vez menos impacto, ya que el porcentaje de población que las cita como una razón para dejar de fumar bajó del 15,2% en 2010 a tan sólo un 11,1% en 2013 (el primer año completo de la cajetilla antimarca).
Por su parte, Europe Economics ha analizado los impactos de la nueva Directiva de Productos del Tabaco y de la cajetilla antimarca en el Reino Unido y Francia y los resultados son similares. Aunque es pronto para sacar conclusiones definitivas, puesto que esta medida se implantó en 2017, "los resultados en base a los datos publicados hasta ahora reflejan que no ha habido un impacto estadísticamente significativo ni en el consumo ni en la prevalencia".
En cuanto al consumo en Reino Unido, se ha producido una tendencia a la baja en el número de cigarrillos (el dato incluye tanto cigarrillos como picadura para liar) vendidos desde 2016, pudiendo deducirse un estancamiento en la tasa de caída desde mediados de 2016. En el caso de Francia, las ventas de cigarrillos (incluida la picadura para liar) disminuyeron hasta 2014, pero en 2017 las ventas de cigarrillos en volumen se mantuvo prácticamente invariable (-0,7%). Este dato confirma que la cajetilla antimarca no ha tenido ningún efecto discernible en la venta de tabaco, tal y como han reconocido las autoridades sanitarias galas.
Crece el mercado negro
Los datos, por tanto, revelan su ineficacia a la hora de reducir el consumo de tabaco, pero la eliminación de las marcas sí ha tenido otro tipo de consecuencia negativas, más allá de mermar la capacidad de decisión de los fumadores. La cajetilla sin marca supone un refuerzo añadido al incremento del comercio ilícito por la mayor facilidad de la falsificación. En ausencia de toda regulación y control de la actividad ilícita, los menores de edad quedan totalmente expuestos al consumo de producto, que además no incorpora ninguno de los controles de calidad rutinarios.
En Australia, este hecho, sumado a la fuerte subida de impuestos al tabaco -un 62,5% entre diciembre de 2013 y septiembre de 2017-, ha ampliado la diferencia de precios con los países del entorno, incentivando así el comercio ilícito desde China y Corea del Sur.
En concreto, el consumo de cigarrillos ilegales en Australia ha crecido un 21% entre 2012 (cuando se implantó la cajetilla antimarca) y 2016, al pasar del 11,5% del total al 13,9%, según datos de KPMG. El consumo de tabaco ilegal provocó en 2016 una pérdida en recaudación de 1.610 millones de dólares australianos al Gobierno y, desde 2013, la pérdida de recaudación supera los 5.550 millones.