El 8 de octubre de 2012 entró en funcionamiento un programa de atracción de inversión diseñado por el gobierno de Portugal que entonces dirigía el conservador Pedro Passos Coelho. Seis años después, el país luso ha logrado que su visado de oro seduzca a casi 5.000 inversores foráneos que han decidido solicitar un permiso de residencia y beneficiarse de un marco tan atractivo que algunos ya hablan de Portugal como un paraíso fiscal de facto.
Este visado de oro se concede a quienes residen al menos 183 días al año en Portugal, con la condición de que inyecten 500.000 euros en una empresa lusa o en la compra de una propiedad inmobiliaria. Ya en 2009 se habían creado esquemas similares, pero el gobierno de Passos Coelho los reunió y amplió tres años después, consolidando lo que PwC describe como "el secreto fiscal mejor guardado de Europa".
Ventajas tributarias
¿En qué consisten las ventajas tributarias del programa? Para empezar, los ingresos percibidos del extranjero están libres de impuestos, de modo que muchos de los nuevos residentes canalizan su sueldo a través de Portugal y lo cobran allí sin pasar por el fisco de su país de origen. Obviamente, cuando la actividad profesional se desarrolla de forma presencial, esta estrategia no es posible. Sin embargo, si hablamos de profesionales ocupados en ámbitos tan dispares como la consultoría, la asesoría o la inversión, es perfectamente posible estructurar esas rentas para que terminen esquivando cualquier impuesto.
Otra notable ventaja del programa es que aplica un flat tax o impuesto de tipo único a todos los ingresos que obtienen en Portugal los casi 5.000 beneficiarios del visado de oro. Frente al 48% que pagan las rentas altas del país luso, los contribuyentes foráneos que entran en este programa se benefician de un tipo similar al que pagaría un trabajador luso de renta media-baja, incluso a pesar de que sus ingresos sean millonarios. Además, quienes se acogen a esta iniciativa no están sujetos al Impuesto de Sucesiones y tampoco pagan Impuesto de Patrimonio, de modo que el marco tributario resulta claramente atractivo.
El programa sigue en pie
Hay quienes pensaban que el visado de oro pasaría a la historia a raíz de la llegada al poder de António Costa, un primer ministro socialista que gobierna apoyándose en dos partidos comunistas. Sin embargo, el nuevo Ejecutivo no solo ha mantenido en pie este programa, sino que lo ha ampliado de distintas formas. Por ejemplo, ha rebajado de 500.000 a 200.000 euros la inversión mínima exigida a aquellas personas que invierten en empresas portuguesas para entrar en el programa.
De esta forma, la entrada de capital se diversificará más allá del ámbito inmobilario, en el que se había concentrado hasta ahora. Y es que, aunque el programa ha funcionado muy bien a la hora de generar 2.500 millones de inversión, el Ejecutivo socialista no quiere que los beneficios del visado de oro se queden solamente en el sector de la construcción. Por tanto, el año 2018 puede marcar una fuerte expansión de esta iniciativa, que gana en flexibilidad precisamente con un gobierno que, a priori, resultaba hostil a las tesis liberales que inspiraron el programa.