Hecha la ley, hecha la trampa. Las políticas de discriminación positiva que se han ido extendiendo en numerosos países tienen por objetivo favorecer a la mujer por el mero hecho de ser mujer, pero dado que ahora también es posible cambiar fácilmente de sexo, la picaresca ya está empezando a emerger para aprovecharse de la situación.
Es el caso de Sergio Lazarovich, de 59 años, un argentino acusado de haber cambiado su nombre masculino por uno femenino (Sergia) en el DNI para poder jubilarse antes. En Argentina, la edad de jubilación no es igual para hombres y mujeres, puesto que ellas se jubilan a los 60 años y ellos a los 65. Aunque él niega haberse amparado en la ley de identidad de género, aprobada en 2012, para dejar de trabajar, sus compañeros de oficina dudan de su versión, puesto que nunca antes mostró dudas sobre su identidad sexual.
Se refieren a él como hombre y lo tildan de "bien masculino", "jamás mostró una actitud femenina", está en pareja con una mujer y antes estuvo casado y tiene dos hijos. Recuerdan, además, que Sergia solicitó numerosas bajas médicas para no ir a trabajar en los últimos años.
El cambio de identidad en Argentina es un mero trámite administrativo, puesto que no es necesario realizar ningún trámite judicial ni demostrar una intervención quirúrgica u hormonal de ningún tipo, basta con ser mayor de 18 años e inscribir el cambio de género y el nuevo nombre del DNI en el Registro Civil.