Los datos que publica cada trimestre el INE a través de la EPA (Encuesta de Población Activa) sirven para conocer no sólo cuánto empleo se crea o cuál es el ritmo de reducción del paro, sino características más cualitativas como la satisfacción del empleado con su trabajo. Estos datos de la EPA junto al de instituciones internacionales como la OCDE -organismo que agrupa a las economías más desarrolladas- permiten hacerse una idea sobre la calidad del empleo creado.
Por ejemplo, según la EPA, la proporción de asalariados que preferirían trabajar más horas varía desde el 7% de las personas de 55 años o más al del 17% para los de menos de 35 años. En el colectivo de trabajadores más jóvenes dicha proporción pasó del 12% al 22% con la crisis para, posteriormente, reducirse cinco puntos con la recuperación económica. En cambio, el impacto de la crisis y posterior recuperación para los trabajadores de mayor edad ha sido menor y apenas se incrementó del 4% al 9% para, posteriormente, bajar dos puntos.
Dentro de los asalariados, son aquellos con una jornada parcial los que especialmente trabajan menos de lo que desearían. En este caso, mientras la mayoría de jóvenes y trabajadores de mediana edad prefieren una jornada completa (un 61% y 58%, respectivamente), entre los de más edad esa preferencia es minoritaria (15%).
Una forma de incrementar la jornada es a través de las horas extra. Sin embargo, la proporción de asalariados con horas extra remuneradas descendió con el estallido de la crisis y, desde 2013, apenas se ha recuperado. Así pues, es probable que exista una demanda de más horas remuneradas no satisfecha.
Otra forma de ver en qué medida el salario cubre las necesidades del trabajador es a través de la proporción de trabajadores que estarían dispuestos a una reducción de su jornada a cambio de un menor salario. De nuevo, los jóvenes son los que menor holgura tienen y, además, la crisis ha provocado que descienda la proporción des trabajadores dispuestos a sacrificar salario por más tiempo libre.
En resumen, la información disponible indica que son los trabajadores de menor edad los que puedan estar menos satisfechos con su trabajo, bien porque prefieran trabajar más horas bien porque realicen un mayor número de horas extra o porque la proporción de los que prefieran trabajar menos tiempo es menor. Como se verá a continuación, la peor posición laboral que ocupan los que tienen menor experiencia es un patrón que, por lo general, se repite en otros países, comparativa en la que, sobre todo, destaca la baja calidad del empleo en España.
Calidad salarial y laboral
En concreto, la OCDE ofrece tres medidas sobre la calidad del empleo: calidad del salario, seguridad en el empleo y ambiente de trabajo.
En el primero de ellos, trata de medir en qué medida la remuneración contribuye al bienestar del trabajador a través del nivel salarial y su impacto en el estándar de vida, y de cómo se distribuye en la población ocupada. En el segmento de trabajadores más jóvenes, los españoles se sitúan en la última posición si se excluyeran a los países con una calidad muy baja, como son las del Este de Europa, México, Portugal, Corea del Sur y Grecia. La posición es la 17ª sobre 35 países, ranking que mejora en los segmentos de media (posición 16ª) y de mayor edad (14º). En este sentido, cabe recordar que estos datos en concreto son del año 2012, lo que en el caso español resulta muy significativo, dado que con la crisis los ocupados con un salario más bajo pasaron al paro y, por efecto composición, la "calidad" del salario mejoró en España más que en la mayoría del resto de países.
La segunda variable tiene como objetivo medir la potencial pérdida del empleo a través de la probabilidad de caer en el paro y, en tal caso, cuánto tiempo se mantendría sin trabajo y qué cobertura de desempleo tendría. Aquí únicamente los griegos se encuentran por detrás, mientras que en ningún país los efectos de la crisis han sido peores que en España. De nuevo la situación es bastante peor para los más jóvenes: mientras la inseguridad en el empleo afecta a dos de cada tres jóvenes españoles, el impacto es menor entre los de mediana (uno de cada cuatro) y de mayor edad (uno de cada cinco).
Por último, en lo relativo a la calidad no económica del empleo, la OCDE trata de reflejar aspectos no económicos combinando la demanda de tareas y los recursos de los que dispone el empleado, que pueden sintetizarse como estrés en el puesto de trabajo. Los resultados en España son negativos, siendo únicamente peores en Portugal, Turquía y Grecia, especialmente para los más jóvenes.
En definitiva, aparte de monitorizar la recuperación del mercado laboral sobre cuánto crece el empleo no debe dejarse de completar el análisis acerca de cómo se crea dicho empleo. En este sentido, la futura actualización del estudio de la OCDE -algunos de los datos aquí expuestos son de 2013 y 2015, en el inicio de la recuperación- permitirá conocer cómo está afectando dicha recuperación en la calidad del empleo. Uno de los principales problemas de la economía española es su baja productividad y una mejora de la calidad facilitaría que mejorara.
Además, otro aspecto a seguir es la peor situación de los más jóvenes y si la brecha en la calidad del empleo con los de mayor edad se incrementa o reduce.