¿Podemos hacer que la suerte esté siempre de nuestro lado? ¿Acaso es posible ganar siempre? La respuesta es afirmativa. Ellos lo han conseguido. Vivir del póker, el casino y las apuestas online es posible. Libre Mercado ha hablado con la élite de los jugadores profesionales de nuestro país y no han dudado en desvelar cuál es el secreto para acertar. Ellos no fallan.
"Ya no podemos emplear nuestra fórmula"
Tienen la entrada prohibida en todos los casinos de España y del mundo. Son los Pelayo, la familia que más quebraderos de cabeza ha dado a las salas de juego en los años 90. Su historia es de película. Llegaron a amasar una fortuna de 250 millones de pesetas en los años 90 gracias al estudio que hacían de las ruletas, sus fisuras, su inclinación y el algoritmo matemático que crearon para saber dónde iba a caer la bola siempre. Gonzalo García Pelayo y sus hijos, acompañados de otros familiares, se forraron jugando por los cinco continentes.
Vivieron en los casinos analizando las miles de probabilidades de que la bola cayera donde ellos apostaban y sin errores. Su impecable técnica hizo que fueran fichados. Los casinos adoptaban medidas de seguridad antipelayos. "Nos reconocían en todos los países, Holanda, Austria, Dinamarca... Escuchábamos decir a los recepcionistas de los grandes casinos europeos cuando llegábamos: ¡Ahí están los Pelayo!". Los vetaron, pero un tribunal español, finalmente, les dio la razón al calificar "totalmente legal su ingenioso método para ganar", recuerda el líder del clan.
Sin embargo, a los Pelayo se les pierde la pista tras salir victoriosos en los tribunales. ¿Qué ha sido de los genios que consiguieron dominar el azar? Gonzalo, el padre del antídoto de la ruleta y patriarca de la familia, nos recibe en su casa ubicada en el madrileño Barrio de Salamanca.
"Nos cambian la ruleta en el casino varias veces en la misma noche. Ya no podemos emplear nuestra fórmula matemática para ganar siempre", afirma. Ahora, su objetivo es la ganancia con las criptomonedas. "Ahora estoy con las criptodivisas". En su ordenador se pueden ver abiertos los programas informáticos con los que trabaja a diario. "Está configurado por mí, es un robot que apuesta online al tenis o los caballos". Los Pelayo se han reinventado y han sabido adaptarse a la era digital.
Con gran amabilidad y sencillez responde a nuestras preguntas mientras no quita ojo a la gráfica que marca el ritmo de la criptodivisa en su PC. "No echo de menos los casinos de ladrillo. Ahora todo es más cómodo para mí, no necesito viajar". Pero, atención porque Pelayo vuelve a la carga. Indaga diariamente durante horas la mejor táctica para acertar sin titubear. Su dominio de los números hace que las cifras bailen a su favor. "Apuesto en contra y al revés. Voy cambiando la apuesta durante el partido".
"Siempre gano, la clave está en ganar muy poco, pero de forma constante. Almacenar como una hormiguita". Notamos enseguida que es un hombre muy inteligente, brillante, paciente y con gran psicología. No obstante, él mismo asegura que "es la disciplina y el trabajo de 10 horas diarias" las que le permiten vivir de ello.
Parte de la familia Pelayo vive en Las Vegas, aunque compaginando otros negocios con las apuestas. Lo que sí es cierto es que no cualquiera puede convertirse en un Pelayo. Para ser un jugador profesional hay que tener entereza y templanza, ya que, de lo contrario, soportar perder ocho millones de pesetas de una vez puede resultar demoledor para mentes no aptas para el riesgo. Los Pelayo, sin embargo, supieron superar grandes pérdidas y recomponerse rápidamente. "Ganábamos 10 millones de pesetas tres veces de una sola vez", dice tan tranquilo y con normalidad.
"Los Juegos del Estado son una estafa"
Sólo hay un juego en el que jamás ningún Pelayo invertiría ni un céntimo: la Lotería. "Los juegos del Estado son una auténtica estafa. Siempre se quedan con el 35% de forma automática, sin contar con lo que te quitan de impuestos posteriormente. Aún comprando todos los décimos de lotería seguirías perdiendo el 35%. Por el contrario, con la ruleta del casino el porcentaje de pérdida es del 2,6%", aclara. "Jugar a la primitiva, bonoloto, lotería es saber que ya de antemano tienes un 35% de posibilidades menos de que te toque", confirma Pelayo con seguridad y una sonrisa mientras vuelve a mirar de reojo al ordenador, esta vez para ver cómo va su apuesta en el tenis.
Leo Margets: "La suerte se trabaja"
Una de las mejores jugadoras de póker a nivel mundial es Leo Marguets. Contra todo pronóstico, su vida dio un giro en 2008 cuando jugó por primera vez una partida. Esta barcelonesa es la campeona mundial de póker. Ha ganado a los mejores jugadores de cartas del mundo en Las Vegas. A sus 34 años está convencida de que "la suerte se trabaja". Comenta que incrementar tus beneficios económicos es cuestión de"disciplina, constancia y obsesión". Lo que realmente te permite lograr la victoria final, según Margets, es "manejar correctamente tus habilidades". "El azar es muy importante, pero para materializar el éxito hay que estar muy preparado. La buena suerte se puede maximizar", expone risueña.
Leo Margets ha llegado a ganar en un torneo americano hasta 350.000 euros y una vez llegó a perder hasta 20.000 en una mano de cartas. Jamás imaginó que se convertiría en una profesional del juego, no le gusta hablar de cifras, pero "vive muy bien" y ahora hasta escribe libros. ¡Juega bien tus cartas!. En la vida y en los Negocios (Editorial Penguim Random House) es el título con el que Leo quiere hacernos llegar que el póker es un microcosmos similar a la vida. "Observar a tu rival, concentrarte, aprender, respirar, tener paciencia, estudiar y echar horas delante de los apuntes. No hay más misterio que ese. El azar sólo se reduce a un 20% , el resto está en nuestras manos. El mayor riesgo que se puede correr en la vida es el de no arriesgar",concluye.
"Las apuestas de caballos provocan infartos"
Sabe hasta el tipo de arena que hay en la pista, estudia la pezuña y la talla y así M.H. [prefiere mantenerse en el anonimato] puede tirarse horas hasta que se cerciora de que su apuesta será caballo ganador. Este joven británico que se instaló en España hace veinte años buscaba vivir bajo el sol, beber cerveza, pasear con su cochazo y comer pescaíto sin tener que matarse a trabajar. Lo consiguió. Es un profesional de las apuestas de caballo, una cultura enraizada en Inglaterra y que está ganando numerosos adeptos en España. El inglés está exultante, para él es un gran día: 10.000 euros gracias a Lionel, el caballo por el que apostó. Paga la abultada cuenta y se levanta porque "tiene una carrera a las 20:00h".
Le acompañamos hasta su casa –y también centro de trabajo–. El británico vive de las apuestas online y, como si de una jornada laboral se tratara, trabaja 8 horas estudiando el caballo, la pista y hasta qué tipo de arena es la que se encuentra en el terreno. Su salario tras pagar a Hacienda es de 40.000 euros anuales. Es un verdadero trabajador de las apuestas.
Entramos en su salón y una mesa gigante con dos ordenadores portátiles y una torre de control conectada a un monitor de 42 pulgadas reciben a los invitados al hogarwork. Al lado de unos apuntes a boli hay varios paquetes de dulces industriales en su basura, unos snacks tirados y una botella de champán sin gas. M.H. se sienta y el mundo exterior ya no existe para él. La carrera va a comenzar. Pregunta a sus invitados si quieren jugar. "No me responsabilizo de que pierdan el dinero, pero estoy seguro en un 92% de que King será el primero en rebasar la línea de meta". Lo cierto es que el equino no es el favorito. De hecho, el jugador profesional deja entrever cierto nerviosismo. "Esto es así siempre, hay que estar muy preparado psicológicamente para vivir de las apuestas, sé de gente que en el hipódromo en directo le ha dado un infarto porque lo ha perdido todo".
Se escucha el disparo de salida. Se ha jugado 2.000 euros y King va cuarto, la carrera va a finalizar en cualquier momento, apenas han pasado dos minutos. Los invitados han invertido 50 euros por cabeza. La tensión va en aumento, pero el inglés sigue sentado sin moverse, como si estuviera congelado. Quedan cinco segundos y en el último, casi como por arte de magia, King se pone el primero y, finalmente, gana... Y M.H. también: 3.000 euros en tres minutos y 22 segundos y sin pestañear. King ha llegado a su meta, pero para el británico no es el final. Mañana a las siete de la mañana volverá a mirar cara a cara a "sus caballos" sin saber nunca con certeza si ese día su dinero se desintegrará por un centímetro de distancia en la línea de llegada.