La Comunidad de Madrid ha anunciado una bajada de impuestos, especialmente en el Impuesto sobre la Renta y en el Impuesto de Sucesiones. Se merecen por ello un buen aplauso su presidenta, Cristina Cifuentes, y su gobierno regional. Por cierto: esa forma de ejercer el autogobierno sí beneficia a los ciudadanos. Autogobierno no significa quebrantar la Ley para conseguir más poder, como ha hecho la Generalitat de Cataluña. Autogobierno significa reformar la Ley para reducir el poder político, y para competir con otras regiones ofreciendo a los ciudadanos una fiscalidad menos gravosa.
Anunciar una bajada de impuestos en la España de hoy, en la que todos los partidos se comportan como socialdemócratas, tiene mérito. Recordemos algo que los más jóvenes probablemente no sepan, porque nadie se lo ha contado: hasta que José María Aznar llegó a la presidencia del gobierno, en 1996, nadie en España hablaba de bajar impuestos. Para ser más exactos: nadie se atrevía a proponer bajadas de impuestos porque existía un espeso consenso socialdemócrata en que los impuestos ni se podían, ni se debían bajar. Fue Aznar, tomando el ejemplo de Thatcher y de Reagan, quien se atrevió a desafiar esos dogmas políticamente correctos. Bajó los impuestos, bajó el gasto público, y España dio un gigantesco salto en desarrollo, prosperidad y empleo.
Esperanza Aguirre, como buena liberal, sabía que ese era el camino, y por eso durante los diez años en que gobernó la Comunidad de Madrid bajó el impuesto sobre la renta, eliminó el impuesto de sucesiones entre padres e hijos, y redujo otros gravámenes. El resultado, una vez más, fue bueno para todos. José María Rotellar lo ha descrito muy bien en su libro El milagro económico de Madrid. De nuevo la misma secuencia: menos impuestos, menos gasto público, mayor crecimiento y mayor empleo. Eso fue lo que llevó a Madrid al lugar que antes no tenía: el primero en indicadores de dinamismo económico y bienestar. Ese es el camino, y alegra ver que Cifuentes lo ha entendidoasí. Al menos no todo el PP está completamente desorientado.
Bajar impuestos es más justo. Jean Baptiste Say decía que no se puede pensar que quienes pagan impuestos "no sabrían qué hacer con su dinero si el recaudador no acudiese en su ayuda". En realidad, un impuesto consiste en que la colectividad te quite una parte del dinero que tú has ganado, para que el político o el funcionario decida qué te conviene y lo gaste en ello. Es decir, en el mejor de los casos es una expresión de arrogancia paternalista, como si el estado te dijera: dame tu dinero, que si te lo quedas acabarás gastándolo en lo que no te conviene.
Bajar impuestos beneficia, obviamente, al que tiene que pagar menos. Los trabajadores de Madrid, ahora. Robert Nozick dice que "gravar con impuestos los beneficios del trabajo equivale al trabajo forzado", y es cierto. Significa que te obligan a trabajar determinado tiempo sin que percibas ningún fruto de ese trabajo, que el estado captura antes de que llegue a tus manos.
Pero bajar impuestos beneficia en realidad a todos. Al bajar los impuestos, la Comunidad de Madrid está diciendo implícitamente que gastará menos, porque el déficit –gastar más de lo que se ingresa- no sería admisible. Y si gasta menos, también manda menos. Y si gasta menos y manda menos, está haciendo un ejercicio de humildad que debería extenderse más a todas las ramas del gobierno. Con ello está enviando un mensaje a la sociedad: que cada persona decida por sí misma, y que reciba las consecuencias –buenas o malas- de sus decisiones. Es decir, un mensaje de humanismo frente al estatismo, y de libertad frente al socialismo de todos los partidos.