En cuanto llegué a la dirección de TIMBRO, el instituto de investigación liberal más importante de Suecia, empezaron a llegarme invitaciones para participar en conferencias y eventos sobre lo difícil que es ser mujer. Es chocante: fuera de nuestro país se dice que Suecia es un ejemplo a seguir a la hora de lograr la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, el hecho de que estos debates sigan en pie demuestra que algo falla en ese relato.
Esto escribe Karin Svanborg-Sjövall en la introducción del libro La paradoja igualitaria de los países nórdicos. La directora del instituto liberal de referencia en el Norte de Europa reconoce que le "sorprende que sigamos pensando que la independencia de la mujer pasa por dejar de ser dependiente de un hombre para convertirse en alguien dependiente del Estado. Por eso no es sorprendente que las principales mejoras que han logrado las mujeres en los últimos años hayan llegado a base de mejoras liberales y no de medidas intervencionistas. Un ejemplo, las deducciones fiscales para el cuidado del hogar o de los hijos, que liberar recursos para crear empleo y organizar mejor la vida de las familias.
Para Svanborg-Sjövall, "hay muchos otros países europeos que tienen más participación femenina o más mujeres directivas y que no han desarrollado un programa tan grande y costoso como el del Estado del Bienestar. De hecho, es importante preguntarnos hasta qué punto el Estado del Bienestar constituye una ayuda y no un obstáculo para las mujeres. Y es que, aunque rara vez lo pensemos de esta forma, el techo de cristal que enfrenta buena parte de la población femenina radica en la falta de estructuras de mercado en sectores copados por las Administraciones Públicas, como la educación o la sanidad".
El Estado de Bienestar, ¿freno para las mujeres?
"A las mujeres nos perjudica especialmente un Estado del Bienestar de máximos, porque la participación femenina es muy alta en el ámbito de la formación y los cuidados. En los años 90 se lograron algunas mejoras importantes, con un sistema de cheques que permite la gestión privada de servicios públicos. Muchas mujeres salieron beneficiadas, puesto que ahora tenían la oportunidad de emprender en campos que, hasta ese momento, estaban cerrados al sector empresarial", explica.
"Mucha gente dice que es "progresista" apostar por la gestión pública de todo tipo de servicios. No solo no creo que esto no genere progreso, sino que me parece que es especialmente negativo para las mujeres. Nada menos feminista que minar el capitalismo en aquellos sectores que tienen mayor participación laboral por parte de las mujeres", lamenta.
Así, Svanborg-Sjövall apunta que "el sistema sueco es un sistema económico que prima la uniformidad y castiga el éxito. La dependencia es la norma, a menudo resulta más rentable quedarse en casa y cobrar subsidios que ir al trabajo y salir adelante. La responsabilidad individual y el emprendimiento son castigados con impuestos y regulaciones. Esto reduce la autonomía de todos, hombres y mujeres"
Pero incluso si todo esto cambiase para mejor, la autora sueca cree que no podemos soñar con una igualdad total y absoluta: "a veces se nos olvida que el día tiene 24 horas y que no podemos hacerlo todo. Precisamente por eso, hay muchas mujeres que optan por pasar tiempo con su familia en vez de desarrollar plenamente su carrera en el sector privado. También hay hombres que toman esa decisión. Y es que no se puede tener todo, por mucho que nos cueste asumirlo. Nada es gratis".