"Tía, estoy cansada, la gente no anda, me duele la espalda, vamos al parque a sentarnos". Su amiga responde con una reprimenda: "Tía, solo llevamos aquí media hora, en el concierto de Lady Gaga estuvimos siete horas haciendo cola y no nos dolía nada, aunque yo también estoy harta ya". Son las 19:30h y en el Paseo del Prado no cabe ni un alma. Las feministas empiezan a desesperarse porque no pueden moverse. Pero allí están las animadoras del cotarro para que el ambiente no decaiga pese a que sólo han pasado 30 minutos de concentración.
Una joven con megáfono en mano se dirige a los miles de manifestantes que portan cientos de carteles con proclamas y grita: "¡Qué viva la lucha de la mujer obrera! ¡Sí al socialismo, no al capitalismo!". Cientos de banderas con hoces y martillos ondean y la multitud teñida de morado corea y repite las consignas anticapitalistas mientras fuman Malboro, Lucky Strike o Chesterfield y captan el emotivo momento con sus móviles.
Numerosos dispositivos Iphone y Samsung Galaxy se alzan en el ala anarcocomunista. Además de los lazos morados, las jóvenes, en su mayoría adolescentes y veinteañeras, llevan los labios pintados del mismo color violeta. A ninguna le falta el rímel en sus pestañas, colorete, pelo alisado casi de peluquería, zapatillas Converse, Adidas, Nike o Reebok, mochilas Vans y sus lemas pintados en un cartón que antiguamente sirvió de embalaje a una SmartTV.
La chica que estuvo horas en una cola para ver a Lady Gaga le comenta a su amiga que "tiene sed" y necesita "que le sujete su pancarta". De su mochila John Smith saca una Coca Cola. Tras abrir la lata y beber vuelve a tomar posesión de su reivindicativo estandarte en el que se puede leer: "No al heteropatriarcado capitalista". La joven sigue bebiendo Coca Cola. El grupo de al lado, aunque está más animado, no para de quejarse. "¿Cuándo va a empezar esto a andar? ¡Me aburro!", exclama una chica con unos granos en la cara que denotan la dura pubertad que está atravesando. Lleva unas gafas de sol Ray Ban colgadas, masca chicle nerviosa y su pandilla empieza a tocar las palmas y a cantar una letra difícil de pillar. "¡Saca tu rosario de mis ovarios!". Las chicas de alrededor, contagiadas por la original cancioncita, la repiten a la vez que pegan un ligero saltito. "¡Saca tu rosario de mis ovarios!" Y llevadas por el júbilo añaden: "¡Sola, borracha, quiero llegar a casa!".
Miles de chicas ríen y suena de fondo un clásico que todas conocen:"¡La talla 38 me aprieta el chocho!". Los coros son ensordecedores, pero no todas cantan. Hay grupúsculos que se abstienen de gritar contra el Primark y Zara. Cinco hembras millennials se miran entre ellas y susurran, como si estuvieran escondiéndose de la mismísima Stasi, que ellas tienen una talla 34 y 36 y que el otro día estuvieron en el Primark de la Gran Vía comprando. Lo cierto es que no son las únicas que se muestran más honestas a la hora de no verbalizar la crítica a las medidas en costura femenina. Un círculo de chicas con las mechas teñidas de rosa y blanco permanecen calladas ante sus compañeras. "¡La talla 38 me aprieta el coño!, ¡Abajo Amancio Ortega!, ¡Abajo Inditex!".
Cabe destacar que, paradójicamente, las protagonistas e iniciadoras de la cantinela contra el empresario gallego lucen unos pitillos que dejan entrever sus delgadas piernas de talla 34. Rápidamente cambian de tercio y ahora toca saltar de nuevo. "¡Un bote, dos botes, machista el que no bote!". Hay que decir que no todas cantan porque las fuerzas ya no son las mismas tras cincuenta minutos esperando a avanzar. Los pocos chicos que hay botan sin pensárselo dos veces. Uno de ellos le comenta al otro que mejor que salte si no quiere que lo tachen de machirulo.
A las 20:10h muchas desisten de "su lucha feminista y obrera" e intentan salir como pueden del atolladero humano formado en el Paseo del Prado. Las del concierto de Lady Gaga ya se han ido. La marabunta se altera y un hombre no manifestante que intenta cruzar al otro lado regaña a una mujer:"¿Qué hace usted aquí con un bebé en el carrito? ¡Lo está poniendo en peligro!"
El frente comunista
Se viven algunos momentos de pánico, hay decenas de carricoches con pequeños dentro y un cartel por cada vehículo. "Huelga de cuidados a otros y al hogar". La muchedumbre se agolpa y los coches de bebé encuentran su hueco entre las bicicletas de alquiler. Algunas respiran tranquilas. Pero otras no.
La histeria empieza a apodarse en el sector del Frente Comunista. Al parecer, el motivo es que no tienen Internet en sus teléfonos. Las comunistas Instagramers feministas entran en una histeria colectiva, chillan y se preguntan unas a otras si "les va el Whatsapp" o si "pueden llamar". No, ninguna puede. "Como en Nochevieja, no funciona Internet". "¿Y cómo vamos a subir las fotos?", espeta una de ella preocupada. Las sindicalistas a lo lejos sí parecen tener mejor suerte. Están posando como auténticas modelos de la Fórmula 1. Se nota que dominan la imagen. "¿Lo has subido a Insta?". "¿Salgo guapa?". "¡Dame la barra de labios de Helena Rubinstein!", reclama entre risas y agitada la manifestante de UGT.
Cientos de chicas comienzan a andar para alivio de muchas. Hay señoras, mujeres mayores vestidas al estilo de la Pasionaria. Estas hembras maduras se escandalizan al escuchar a sus herederas. Hay una palabra que está en boca de todas: "Coño". "¡No saliste de una costilla! ¡Hombres, salisteis de nuestro coño!". "Con mi coño hago lo que quiero". "Mi coño es mío". Y agregan animadas:"¡El falo es tendencia en todos los museos, no me quedan euros para ver algo tan feo!".
Jóvenes al rescate
Parecen muy enfadadas. La gente anda lentamente y las que se quieren escapar por los laterales, pese a llevar menos de una hora trabajando contra el heteropatriarcado, desean huir. Una valla de metal impide a cientos de ellas escapar. La rabia se apodera de las jóvenes, se forma un tapón y sollozan porque el barro está manchando sus Nike. Repentinamente unos chicos sortean el muro sin problemas y empiezan a coger a las mujeres en brazos para que puedan pasar al otro lado de la acera.
El caso es que estos héroes se ven metidos en un embrollo cuando ven que son decenas las féminas que solicitan su ayuda masculina para salvar el obstáculo de metal. Los chicos no saben qué hacer, son muchas reclamando ser salvadas de las arenas. Una de ellas sostiene una pancarta con un mensaje que hace refunfuñar a los jovencitos. "No os necesitamos hombres, el mundo sin nosotras se para". Estos buenos samaritanos se dejan los riñones, no cabe duda, su rostro refleja esfuerzo y dolor, pero ahí siguieron hasta sabe Dios.
A las 21:15 hay hambre. Es la hora de la cena, y el malvado capitalismo opresor de la mujer ya no parece ser tan malo. McDonalds, Burguer King, Telepizza y Foster Hollywood están hasta la bola. Las colas colapsan las entradas. Las femicomunistas ocupan todas las mesas y hacen filas que salen hasta la calle. La encargada del McDonalds intenta organizar a sus trabajadores para que el caos no se apodere del establecimiento. Un ejército de Big Mac, refrescos y helados desfilan por el local.
La mayoría paga con tarjeta y come mirando su Whastapp. Una de ellas expresa alegría al contemplar que su foto de la mani ha tenido 205 Me Gusta en Facebook. Su amiga con el lazo morado a medio hacer le contesta: "Es que las sudaderas Billabong son un acierto para la mani". En la mesa de al lado cuatro musulmanas con el hijab de color morado se quedan mirando pensativas a las españolas. Las jóvenes estrellas de Facebook tiran sus pancartas a la papelera del McDonalds junto con los restos de comida sobrante de su McMenú. Es hora de irse...