No se parecen a Sito Miñanco, no tocan la cocaína ni el hachís, tampoco tienen delitos de sangre a sus espaldas, pasan absolutamente desapercibidas y nadie diría que se dedican al narcotráfico a pequeña y gran escala. Son las amas de la marihuana. Al estilo Breaking Bad o Weeds, las famosas series de ficción sobre narcotraficantes de andar por casa, madres y abuelas de 50 a 75 años que jamás dirían ni una palabrota, pero que harían todo lo necesario para sacar adelante a sus familias.
No es ficción, sino real como la vida misma. Sus protagonistas tienen piel de verdad y, además, curtida en mil batallas. Son amas de casa ejemplares y con una reputación intachable, afables, cercanas, inseparables de su carrito de la compra y su olla exprés, asiduas a las pescaderías y carnicerías de su pueblo. Pero hay un pequeño detalle que hace a estas mujeres de su casa especiales y muy diferentes al resto. Ellas son narcotraficantes que jamás han roto un plato o sí... Pero fregando. Es un nuevo perfil de vendedora de drogas que jamás se había dado y que la crisis del 2008 propició, sobre todo, en una de las partes de España más sacudidas económicamente: Andalucía.
Las plantas de María
Saben cómo regar sus macetas, las plantas a ellas no se les mueren y lo mismo cultivan rosas que Cannabis Sativa. No están organizadas. Simplemente se dedican al cuidado intensivo de las plantaciones indoor, es decir, marihuana de interior, oculta bajo los techos de alguna vivienda. Lo mismo riegan su romero que sus macetas con la "hierbabuena", tal y como la llaman muchas de estas mujeres.
Guardan su mercancía verde con recelo y la defienden de la Policía como si de su propia hija se tratase. María, de 65 años, con dos hijas adolescentes y un marido exalbañil y minusválido por un desgraciado accidente en la obra, es una Walter White, como el personaje de la serie sobre tráfico de drogas más premiada de todos los tiempos, Breakind Bad. María escuchaba la radio por las mañanas desde su cocina, limpiaba y veía su programa después del almuerzo del mediodía, pero se vio envuelta en un abrir y cerrar de ojos en una aventura inimaginable.
Esta española del sur vio cómo no le llegaba el dinero ni para hacer un potaje. La economía mundial se fue a pique y los ahorros de su humilde casa también. Sus hijas se quedaron en paro y su esposo, para rematar, se cayó de un andamio. Las desgracias, como el dicho, todas juntas. María narra de forma vivaz y dicharachera cómo un amigo de su hija, Juan, fumaba marihuana y "vendía cogollos para los amigos a 20 euros por paquetito". Al principio, la idea de meterse al trapicheo de marihuana le parecía "una locura", pero viendo el panorama en su casa a diario, el día que no tuvo para una barra de pan "no se lo pensó". Llamó a Juan, y aún pareciéndole algo delictivo y repudiable, ella misma no dudó en comprar unas macetas y ponerlas bajo el toldo de su jardín. Así empezó todo.
María empezó con el menudeo. Dejó atrás su tradicional vida para convertirse en la traficante de su pueblo. Hasta su casa se desplazaban los vecinos de la zona para "pillar" unos cogollos. Sus hijas pronto vieron la rentabilidad al negocio y propusieron a su madre limpiar el sótano abandonado de su domicilio, de modo que 105 metros cuadrados pasaron a convertirse en un centro de producción de la especie Cannabis Sativa.
María pasa de limpiar y fregar platos a cortar, poner cogollos a secar y guardar la mercancía en enormes cajas de cartón. Alrededor de cuatros kilos eran almacenados cada dos meses para su venta a un intermediario holandés. "La marihuana nos ha salvado la vida, yo no la he probado jamás ni lo haré, pero bendita sea", exclama la exama de casa. Sí, porque María ya no se dedica a poner lavadoras ni cocinar, ya que sus 2.500 euros mensuales le permiten tener a una empleada del hogar tres veces por semana. Galechka, su chica de la limpieza, sabe lo que allí se cuece y en su salario semanal va un extra monetario por permanecer en silencio.
La andaluza no tenía antecedentes penales, ni nadie de su familia. El hecho de empezar a moverse en este mundo le hizo tener que ir al médico por ansiedad y "tomar Lorazepam para dormir", confirma. Pese a este hecho, a ella "le merecía la pena". Dos coches nuevos, un armario renovado con las mejores marcas de ropa, un piso en el centro de Granada y médico privado para su marido fueron algunos de los trofeos obtenidos por su actividad delictiva. Un suculento reclamo para una tierra vapuleada económicamente por un régimen socialista implantado hace 40 años.
El sur de España se ha buscado sus especiales habichuelas verdes. En los pueblos andaluces las plantaciones de marihuana se han puesto de moda. El caso de este clan familiar no es el único. Hay más Marías dedicadas en cuerpo y alma a abastecer de mercancía a los holandeses. La práctica se ha extendido. Los tendederos de ropa donde antes se secaban los pantalones del marido, ahora sujetan los cogollos hasta que estén listos para ser exportados. Ni Heisenberg en Breaking Bad. Y lo que es más increíble, a las Marías son muy difíciles de detener porque "nadie sospecha de ellas", tal y como desvela UDYCO Costa del Sol (Unidad de Drogas y Crimen Organizado) a Libre Mercado.
"Las amas de casa, imposibles de cazar"
Las amas de la marihuana se ubican en pequeños pueblos y aldeas de Andalucía donde "todo se sabe, pero nadie dice nada". Fuentes de la UDYCO aseguran que "este tipo de perfiles son muy complicados de detectar. Son familias de las que nadie sospecha, pero de puertas adentro sus casas no son las típicas, tampoco sus fincas o terrenos". Estos clanes suelen estar protegidos por sus vecinos: "En cuanto llegamos al pueblo a investigar se avisan entre todos por el viejo método del correveidile. Así es imposible. Conocen la presencia policial desde el primer momento".
Fuentes policiales explican que "se centran en los intermediarios", que realizan visitas furtivas por los distintos pueblos de las provincias andaluzas ofreciendo la instalación de luz y su enganche pirata, utensilios para el riego, además del material necesario para la producción de marihuana. "Las mujeres y sus familias interesadas ofrecen las habitaciones libres de sus casas y pasan a convertirse en cultivadores".
Es el escalafón que menos gana, pero dado que el precio medio de un kilo de marihuana se encuentra entre los 1.800 y 2,000 euros, no está nada mal para una madre en paro con hijos. En un par de meses, si todo va bien, una ama de la marihuana recolecta unos tres kilos. Por otro lado, a los intermediarios les abonan los 5.000 euros de la inversión inicial y, una vez pagado, el resto ya serán beneficios para la familia.
"Con el delantal y las manos… en la marihuana"
Por supuesto, no es oro todo lo que reluce y el riesgo de entrar en la cárcel está siempre presente. Son muchas las mujeres a las que se las han cogido in fraganti, con el delantal puesto y las manos…en la marihuana.
En una reciente operación contra el tráfico de estupefacientes de la UDYCO se detuvo a Juani, Manuel y su hijo Sergio en el pueblo granadino de Alomartes. La investigación condujo a la Policía Nacional hasta la casa de esta familia que trabajaba en la aceituna. A Juani se le imputa un delito de blanqueo de capitales junto a su marido Manuel y su hijo.
Ellos eran supuestos productores e intermediarios, tenían varias propiedades en las que habían invertido 700.000 euros para que se perdiera la pista de sus beneficios en negro. "No nos llegaba el dinero con el trabajo en el campo de la aceituna, va por temporadas y el resto del año ¿qué hacemos? El PER no vale para nada. ¡A ver quién vive con 426 euros al mes!", denunciaban Juani y su esposo cuando les ajustaban las esposas durante su detención.
Susana, otra detenida en un pueblo Sevilla, alegó antes de entrar al calabozo que "su bar se fue a la ruina y su suegro les estaba pagando la hipoteca. ¡Tengo dos hijos a los que dar de comer!". La Policía Nacional descubrió tras una investigación que la segunda planta de la vivienda de la sevillana estaba a rebosar de plantas de marihuana.
Andalucía exporta a Holanda
Jimena de la Frontera, Marinaleda, FuenteVaqueros, Vélez Málaga... Son tan sólo algunas de las últimas localidades donde la UDYCO Costa del Sol ha realizado operaciones contra el tráfico de marihuana.
La Policía Nacional transmite un mensaje tan revelador como sorprendente: "Todos los pueblos de Andalucía cuentan con alguna plantación de marihuana. Esta tierra se ha convertido en el principal productor que exportadora a Holanda y Francia. Los habitantes de localidades de interior plantan marihuana como el que cultiva tomates. Ellos no ven que sea malo", confiesa un efectivo de la UDEV en Málaga acostumbrado a ver esta actividad entre familiares y vecinos de la zona.
Las condenas por tráfico de marihuana oscilan entre los 4 y 5 años de cárcel, dependiendo de la cantidad y mercancía incautada y si los hechos son atribuibles a una organización criminal. La mayor parte de las amas de la marihuana no pasan de cumplir dos años en prisión debido a su buen comportamiento y la falta de antecedentes penales. Al salir de prisión, lejos de apartarse del tráfico de drogas, la mayoría "vuelven a hacerlo y reinciden, es un dinero fácil", afirman desde UDYCO Málaga. Como a los protagonistas de Breaking Bad, a las amas de casa de la marihuana también les cuesta volver a cambiar de vida una vez han probado las manzanas prohibidas.