Dentro de su, por otra parte, más bien escasa actividad parlamentaria, Podemos ha presentado una proposición de ley que, en la práctica, supondría la desaparición de la caza y la pesca.
Una vez más, los antisistema demuestran ser unos fanáticos de la peor estofa y unos formidables ignorantes de las realidades sobre las que pretenden legislar.
La caza no sólo puede ser –y es, en la inmensa mayoría de las ocasiones– una actividad respetuosa con la naturaleza, sino que resulta muy útil para gestionar determinados espacios naturales y ofrece una rentabilidad económica que, precisamente, impide que muchos de ellos se conviertan en otra cosa, desde luego bastante menos natural y hermosa que un coto de caza.
La caza y la pesca son, en efecto, actividades de gran importancia en el medio rural, medio que todos los partidos dicen que hay que proteger pero del que luego suelen desentenderse o al que ayudan de maneras tan liberticidas y miserabilizadoras como ésta que acaba de sacarse de la manga la formación de Pablo Iglesias y su banda de ungidos urbanitas, que no están para dar lecciones de absolutamente nada, menos aún para imponer modelos de desarrollo y sociedad, como si España fuera la extinta URSS o la por desgracia piafante República Islámica de Irán.
La fobia a la libertad y la más bochornosa ignorancia impregnan todas las iniciativas parlamentarias de Podemos, cuyos parlamentarios no desaprovechan la menor ocasión para exhibir su arrogante ignorancia sobre los temas que, más que abordar, asaltan.
Tampoco son la solución a los problemas que tiene planteados el medio natural. Tampoco de esto saben. Su ocurrencia animalista es más bien una animalada y una muestra más de que los que venían a regenerar la política en nombre de "la gente" son los sujetos menos indicados para la gestión de la cosa pública.