Mauricio Macri llegó a la presidencia de Argentina con el difícil cometido de dejar atrás el desastre económico y la corrupción sistémica que caracterizó durante más de una década a los sucesivos gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Cierto es que Macri llegaba al cargo con un dilatado bagaje en la esfera privada y el ámbito de la gestión pública, pero el reto no era nada sencillo y el presidente optó por la estrategia del gradualismo, basada en tomar medidas tímidas y moderadas en vez de implementar un programa de gobierno más comprometido y radical.
Pocos países han perdido tanta riqueza como Argentina, que hace ahora un siglo era una de las economías más ricas del mundo. Ese declive no ha impedido que las ideas del intervencionismo sigan teniendo buena prensa entre amplios segmentos de la población. Pero parece que la figura de Macri está logrando invertir la tendencia, no solo por el triunfo que logró en las últimas Elecciones Presidenciales sino especialmente por el avance de su bloque legislativo en las Elecciones Legislativas celebradas a finales de 2017.
El otrora empresario y ahora presidente tiene por delante la difícil tarea de domar la inflación, desbocada hasta tasas del 40% en los últimos años de gobierno de Cristina Kirchner. Desde entonces, el replanteamiento de la política monetaria, el fin de numerosas trabas proteccionistas y la retirada de ciertas regulaciones de precios han permitido llevar la tasa de inflación a niveles más bajos.
Así, frente al IPC del 40,3% comunicado por el INDEC en 2016, los números para 2017 arrojan un aumento de los precios del 24,8%. Durante el próximo año, la meta del Banco Central es llevar esta tasa hasta niveles del 10%, aunque el consenso de mercado proyecta que el aumento de los precios será más alto, en el entorno del 15%. Pese a todo, hablamos de un avance significativo, puesto que la Era Kirchner concluyó en niveles que prácticamente triplican el objetivo de 2018. De hecho, el logro se antoja más simbólico aún si tenemos en cuenta que, en los últimos 75 años, el 80% de los ejercicios se han cerrado con niveles de inflación que multiplicaban entre 6 y 10 veces el promedio internacional.
Otra de las asignaturas pendientes de Argentina era el crecimiento. En 2016, Macri asumió una economía en caída libre, con un descenso del PIB del 2,3%. Un año después, en 2017, el mandatario puede sacar pecho con un aumento de la actividad del 2,9% del PIB. El Fondo Monetario Internacional espera que Argentina mantenga niveles similares de crecimiento en 2018 y 2019. De nuevo, no son cifras espectaculares pero sí lo suficientemente buenas para confirmar un cambio de tendencia.
Indicadores fiscales, sociales y laborales
También le ha tocado a Macri afrontar el desorden de las cuentas públicas. Hace escasas semanas se anunció que Argentina había reducido su déficit fiscal por primera vez en casi quince años. La meta oficial planteaba un desajuste del 4,2% del PIB, aunque el descuadre observado finalmente fue del 3,9% del PIB. La receta implementada por el presidente ha consistido en congelar el gasto, en el entorno del 40% del PIB, y dejar los ingresos fiscales constantes, en niveles del 36% del PIB. Mirando al futuro, Macri promete hacer un mayor esfuerzo. De hecho, el mandatario declaró recientemente que "la política tiene que dar ejemplo de austeridad" y anunció un plan que congela los sueldos de los funcionarios y reduce las estructuras de los distintos ministerios de gobierno. Pese a todo, la agencia de calificación Moody’s ha advertido de que los problemas generados por la acumulación de deuda requieren medidas adicionales.
En el ámbito social, el nuevo Ejecutivo apostó por terminar con la manipulación estadística de la Era Kirchner y divulgó las verdaderas estadísticas de pobreza que, bajo gobierno de Néstor y Cristina, se quedaban guardadas en un cajón. Este ejercicio de transparencia ha permitido constatar que la tasa real de miseria es superior al 30%. Sin embargo, el indicador empezó a bajar en 2017 y el gobierno espera que caiga al entorno del 25% en los próximos años.
Por otra parte, la creación de empleo formal está avanzando a menor ritmo de lo observado en los mejores años de los Kirchner, pero este dato tiene trampa, puesto que buena parte del trabajo creado entonces era contratación pública financiada por los altos precios de las materias primas, mientras que el nuevo modelo muestra una progresiva mejora de la contratación privada que ocurre, de hecho, en ausencia de burbujas y distorsiones. En suma, el año pasado aumentó un 2,2% el número de argentinos con trabajo.