Tiempo. Si algo nos falta a lo largo del día es la posibilidad de parar el reloj por unas horas y estirar un poco la jornada. Por eso es importante que las Administraciones Públicas faciliten el día a día de los ciudadanos, reduciendo en lo posible el tiempo que perdemos a raíz de las distintas regulaciones y exigencias burocráticas que influyen en nuestras decisiones.
Pensando en ahorrar tiempo para favorecer la calidad de vida de las personas, uno de los aspectos en los que más trabajo tienen por delante nuestros políticos es el de la movilidad urbana. El mejor caso lo tenemos en el Ayuntamiento de Madrid. Desde que la capital de España está gobernada por Manuela Carmena, la circulación del automóvil por la Villa y Corte ha experimentado retroceso tras retroceso.
En apenas dos años, el equipo municipal ha golpeado la eficiencia en la movilidad a través de distintas medidas que, en la práctica, aminoran en 30 kilómetros la superficie por la que pueden circular los coches. A esto hay que sumarle la infinidad de multas que impone el consistorio (8.000 al día) o las continuas restricciones a la circulación (que no logran reducir la polución pero sí generan enormes atascos).
Por si no fuese suficiente, la política urbanística del consistorio está empeorando las cosas. De entrada, Carmena sigue bloqueando el proyecto de reforma del nodo Castellana Norte que han presentado BBVA y San José. Esto supone perder casi 900 millones de euros de ingresos públicos y renunciar a 6.000 millones de inversión privada, pero también implica frenar el desarrollo de las infraestructuras que están llamadas a aumentar notablemente la capacidad de las vías de entrada a la capital. Además, en la medida en que la Operación Chamartín incluye la construcción de 18.000 nuevas viviendas, el veto de Carmena encarece el suelo de la capital y obliga a miles de familias a seguir residiendo fuera de la ciudad en que trabajan.
Pero no solo en el Norte de la ciudad se están tomando decisiones urbanísticas que también son nefastas para la movilidad. También en el Sur ocurre algo similar. Y es que el consistorio viene dereducir de 105.000 a 53.200 las viviendas autorizadas en distintas promociones urbanísticas del Sureste madrileño, lo que igualmente genera un encarecimiento artificial de la vivienda y expulsa a miles de familias a entrar y salir en coche de la capital, en vez de tener la oportunidad de trabajar y vivir en Madrid.
El resultado de estas decisiones ya se empieza a trasladar al día a día de los madrileños, que cada vez pierden más horas debido a los atascos. El último informe de la consultora INRIX analiza decenas de capitales mundiales y concluye que Madrid ha empeorado cuatro puestos en el ranking de las grandes ciudades con más atascos. Si en 2016 estábamos en el número 80 de la lista, hoy ya estamos en el 76. En este sentido, conviene recordar que algunas de las ciudades cuya política de movilidad ha sido ensalzada por el equipo de Carmena logran un resultado nefasto en la tabla. El mejor ejemplo es París: ocupa el puesto 12 del índice y cada conductor pierde, de media, 69 horas al año en atascos.
Según el informe de INRIX, el tiempo de conducción perdido por los atascos llega a ser del 25% en las horas de entrada y salida del trabajo. Durante el día, las retenciones aumentan un 21% la duración de los trayectos. Los fines de semana, el flujo mejora pero sigue suponiendo un 8% del tiempo que pasan los conductores en su automóvil. Como es lógico, todas esas retenciones suponen emisiones contaminantes, de modo que la obsesión del Ayuntamiento con restringir la movilidad del coche redunda directamente en el empeoramiento de los indicadores medioambientales que, supuestamente, se pretenden mejorar con estas decisiones.
Y digo supuestamente porque el edil de Economía y Hacienda, Jorge García Castaño, ha reconocido recientemente en Twitter que la "guerra al coche" de Carmena y los suyos no es solamente por motivos medioambientales. Según afirmó el sucesor de Carlos Sánchez Mato en la red social de los 140 caracteres, "el problema del coche no es solo la contaminación, sino sobre todo el derroche de espacio público, el bien más preciado de la ciudad". De modo que, incluso si todos nos comprásemos un automóvil eléctrico, los podemitas seguirían protestando y restringiendo la movilidad urbana.