Al tratar de concienciar al mundo sobre el lamentable estado de desigualdad imperante, la organización no gubernamental Oxfam ve solo algunos árboles mientras se pierde el bosque. Oxfam afirmó recientemente que existe una "crisis de desigualdad", pero ignoró por completo un punto importante: que la distribución del ingreso es hoy menos desigual en el mundo que en el siglo pasado.
Los mejores datos al respecto proceden del profesor Branko Milanovic, antiguo miembro del Banco Mundial y que, actualmente, trabaja en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Su actualización más reciente de 2016 muestra que, sobre todo debido al increíble crecimiento de Asia, la desigualdad mundial ha disminuido bruscamente durante varias décadas, tanto que el mundo no había sido tan equitativo desde hace más de un siglo.
Es más, el debate sobre la desigualdad generado por Oxfam no reconoce que la igualdad se trata de mucho más que dinero. No considera, por ejemplo, la educación y la salud. En 1870, cuando más de las tres cuartas partes de la población del mundo eran analfabetas, el acceso a la educación era aún más desigual que los ingresos. Hoy en día, más de cuatro de cada cinco personas en el planeta pueden leer.
La mitad de todos los logros para el bienestar de la humanidad en los últimos 40 años proviene del hecho de que estamos viviendo vidas más largas y sanas. En 1900, la gente vivía en promedio 30 años; hoy vivimos hasta los 71. En el último medio siglo, la diferencia en la esperanza de vida entre los países más ricos y más pobres del mundo ha disminuido de 28 a 18 años. Las investigaciones muestran que la desigualdad en la esperanza de vida actual es menor de lo que ha sido durante los dos últimos siglos.
En cuanto a los ingresos, la educación y la salud, el mundo ha visto una disminución global de la desigualdad, no un aumento. Oxfam ignora casi por completo esta realidad y, en cambio, apunta a los niveles de riqueza dentro de cada país. Es cierto que la desigualdad en esta medida ha aumentado, pero la ONG exagera su argumento cuando afirma que la riqueza de las 42 personas más ricas del mundo es mayor que la del 50% más pobre del planeta (3.700 millones).
Un poco menos de una quinta parte de la "mitad más pobre" son, en realidad, personas con una deuda acumulada de 1,2 billones de dólares, en su mayoría ciudadanos del mundo rico, como estudiantes con préstamos o personas con patrimonio negativo (deuda superior al valor de sus activos). Sugerir que estas personas son de alguna manera "más pobres" que las más pobres de un país en vías de desarrollo es, como mínimo, extraño.
Sería más justo, entonces, decir que la riqueza del 40% más pobre del planeta (excluyendo a los que tienen una riqueza negativa significativa) es igual a la riqueza de los 128 principales multimillonarios. Pero no sería tan impactante como decir que solamente 42 personas son dueñas de la mitad del planeta.
El propósito central de Oxfam es "poner fin a la injusticia de la pobreza", por lo que es algo desafortunado que su narrativa simplista apunte a la necesidad de redistribución dentro de los países, mientras se ignoran muchas cosas –como el libre comercio global que saca a cientos de millones de personas de la pobreza, y las campañas de vacunación que casi han erradicado enfermedades como la poliomielitis– que necesitan mantenerse para continuar el espectacular y reciente progreso mundial.
Demasiada desigualdad puede reducir el crecimiento y sofocar la movilidad social, por lo que debe mantenerse bajo control, pero está mal ignorar la gran historia de progreso de la humanidad contra la pobreza y la desigualdad. Concentrarse tan estrechamente en el tema provoca una injusticia ante los desafíos mucho más graves que afectan a los más pobres del mundo, como la contaminación atmosférica, la tuberculosis, el VIH, la malaria, la malnutrición y las deficiencias de micronutrientes, así como las barreras que impiden un acceso equitativo y justo a la educación. Todos estos desafíos tienen soluciones baratas y eficaces. Y deberían ser nuestra máxima prioridad.