Nadie pensará, al menos no mis lectores habituales, que voy a hablar hoy del fin de las rebajas. No lo voy a hacer. Éstas no entrañan peligro, no dañan a nadie, representan fenómenos de mercado y, en última instancia, aportan un grano de felicidad a los compradores, convencidos de haber hecho una magnífica compra.
Y cuando hablamos de mercado nos referimos a un escenario abierto sin poder alguno de manipulación; ni de los oferentes ni de los demandantes. Lo dicho despertará controversia en no pocos, que ven en el oferente al diablo, capaz de manipular al pobre e ingenuo comprador, que, ignorante, consumirá, contra su voluntad, aquello que interese a quien le manipula.
Cuántas veces he encontrado a personas que así arguyen; ante mi pregunta de hasta dónde se sienten manipuladas, la respuesta ha sido unánime: ellas no lo están porque tienen más inteligencia y mayor fortaleza para resistir la manipulación que los demás mortales.
Hoy pensaba referirme a la ganga del dinero; al dinero barato y abundante, llamado a despertar el crédito y, con él, el endeudamiento. Son las gangas del Banco Central Europeo (BCE), que, transmitidas a todo el sistema bancario, conducirían al estallido de la crisis financiera y, más aún, presentes desde que se creyó llegada la hora de la recuperación (2013/2014).
Por el BCE, los tipos de interés llegaron a valores negativos, las entidades financieras –bancos– conseguían financiación abundante y a precios muy bajos, y los Estados, es decir, los Gobiernos, conseguían colocar deuda soberana en condiciones sumamente favorables.
Para completar el despropósito, también diversas corporaciones acabarían incluyéndose en el paquete, colocando su deuda privilegiadamente diferenciada de sus competidores, que acudían al mercado sometiéndose a sus leyes. El BCE había decidido maniobrar en el mercado de dinero, no someterse a sus normas.
Los resultados tampoco fueron los esperados. El crédito al sector productivo siguió reduciéndose, pues las empresas, abandonando el clásico objetivo de maximizar el beneficio, se habían marcado como fin la reducción del endeudamiento contraído en el período de bonanza anterior.
Estábamos ante una recesión de balance –en terminología de Richad Koo–, con una devaluación de activos que obligaba a la reducción de deuda como misión prioritaria. Todo menos nuevo endeudamiento.
Los Gobiernos, que no son empresarios, fueron los que sí atendieron los ofrecimientos del BCE. Así, el endeudamiento del Estado español ya es equivalente al PIB. ¿Quién no se endeuda a intereses tan bajos?
Después del fracaso en el sector productivo, ¿cuándo volver al mercado? Es la gran incógnita cuando se sale de él. La vuelta plantea problemas, inexistentes al momento de la salida. ¿Regresará Draghi al mercado real o lo dejará para su sucesor? Caso de volver, ¿se enfrentará a lo que no se enfrentó cuando optó por la política de habrá el dinero que se necesite, sin importar la cantidad?
¡Eliminar las gangas siempre es doloroso! Para muchos.