Libre Mercado publicó el pasado miércoles la primera entrega de mi conversación con Johan Norberg. A continuación, pueden leer la segunda parte de la entrevista, dedicada principalmente al incesante debate sobre la desigualdad.
- Vd. dice que el mundo va a mejor, pero los estudios de Oxfam dicen que cada vez hay más desigualdades.
Oxfam insiste continuamente en la desigualdad, pero olvida que la pobreza es algo mucho más importante y ninguno de sus informes aclara que la tasa de miseria se está reduciendo a pasos de gigante. Por otro lado, si queremos poner el foco en la desigualdad, no está de más decir que Oxfam se equivoca en la medida en que no entiende que no todo aumento de la inequidad es malo.
- Explique eso, porque hoy en día parece que decir desigualdad es sinónimo de hablar de una situación negativa.
La desigualdad en un contexto de libertad, leyes y mercado no tiene por qué ser algo negativo. Tomemos el caso de China. Sin duda, es un ejemplo de creciente desigualdad, pero ¿es esto una mala noticia? Hay que tener en cuenta que China era un país tremendamente igual, pero también tremendamente pobre. Hoy, China empieza a tener ciudades prósperas, empieza a ver la consolidación de una clase media cada vez más ancha… Y esa nueva realidad, aunque sea más desigual, encierra un notable progreso humano, que ha beneficiado a cientos de millones de personas.
- ¿Y qué opina de las grandes diferencias de renta que vemos en Occidente? Oxfam y los igualitaristas de todos los partidos nos dicen que eso genera exclusión.
La renta no es el consumo. Hablamos siempre de la desigualdad de renta y, por ejemplo, ese indicador nos dice que Bill Gates es 1.000 veces más rico que nosotros. Sin embargo, ¿vive Bill Gates 1.000 veces mejor que la clase media occidental? Desde luego que tiene más comodidades, pero no hablamos de mejoras equivalentes a la diferencia de renta. Su teléfono, por ejemplo, será probablemente similar al que tenemos muchos en el bolsillo. Sus viajes serán más cómodos, puesto que tiene un avión privado, pero en cualquier caso hoy podemos decir que toda la clase media se mueve de aeropuerto en aeropuerto con facilidad y precios mucho más bajos que antaño. Su condición física podrá ser evaluada por los mejores doctores, pero los avances de la medicina hacen que los tratamientos que antes solo eran de élite sean ahora casi universales. De modo que, aunque Bill Gates es 1.000 veces más rico, no vive 1.000 veces mejor que un ciudadano medio de Occidente, puesto que su consumo es solamente un poco más sofisticado y refinado.
En el capitalismo, la desigualdad de renta crece cuando se logra una mejor acogida en el mercado. Pero esa mejor acogida se explica porque estamos dando un mejor producto o un mejor servicio. Y, a menudo, la desigualdad de renta crece precisamente cuando los empresarios de éxito recogen el fruto de haber generado menos desigualdad de consumo.
- De modo que la desigualdad de renta puede generar igualdad de consumo, de acceso o de oportunidades. ¿Es eso a lo que se refiere?
Pensemos en una aerolínea de bajo coste: si su dueño se hace rico, y por tanto vemos un aumento en las diferencias de renta, será también porque su empresa tiene éxito, lo cual reduce el coste de viajar para todos y aminora las diferencias de consumo. Y no solo se trata de abaratar los bienes y servicios, también de mejorarlos. Puede que Steve Jobs no abaratase la tecnología, pero sí la mejoró. Y, además, muchos de los competidores de Apple han tomado parte de esos avances tecnológicos y, si bien no los han replicado todos, sí que han logrado reducir los precios ofrecidos al mercado, de modo que Apple ya no puede encarecerse sin límite y los consumidores tienen más opciones.
- Piketty y Krugman echan de menos la economía de los años 70. ¿Y Vd.?
Cuando hablamos de la desigualdad, nos olvidamos de la economía de los años 70, que estaba muy intervenida y regulada para generar la mayor igualdad posible. Todo eso suena muy bien, pero ¿qué pasaba con el crecimiento, con la innovación, con el emprendimiento? La cruda realidad e que todos estos indicadores estaban por los suelos.
- Pero en Occidente estamos viviendo un problema cada vez más grande con el paro y la inactividad. ¿Qué hacemos con toda esa gente que se está quedando fuera del sistema?
Pensando en los trabajadores, yo lo que echo en falta es mucha más innovación en las políticas públicas. En vez de subsidiar el paro, ¿por qué no aplicar esas ayudas al empleo, por qué no bajar impuestos o subvencionar la contratación? Tendría el mismo coste, pero el resultado sería muy distinto, porque evitaríamos la frustración y la angustia que supone el desempleo, al tiempo que evitaríamos las consecuencias macroeconómicas negativas que tiene la caída de la actividad. Por otro lado, también me parecería adecuado aumentar la inversión en formación profesional, así como apostar por una preparación continua de los trabajadores. No tiene sentido pensar que solo debemos aprender en el instituto y en la universidad. Siempre hay que seguir adquiriendo conocimientos y esos conocimientos deben estar más orientados a la empresa.
- Y los robots, ¿qué papel juegan en todo esto?
Las máquinas nos ayudan a mejorar y automatizar procesos. Son como un ayudante en nuestro puesto de trabajo. Imaginemos que ya no tenemos internet o que ya no tenemos ordenadores. ¿Cuánto tiempo perderíamos? Obviamente, hay empleos que se pierden a raíz de ciertos avances tecnológicos, pero el impacto neto de los avances es positivo y eso hay que explicarlo.
- Por último, ¿qué hacemos con el comercio? El proteccionismo vuelve a estar de moda.
España es un buen ejemplo de los beneficios que encierra la apertura comercial. Si cerrásemos las fronteras, el poder de compra del 10% más rico se resentiría, pero apenas bajaría un 10% a corto plazo. Sin embargo, entre el 10% más pobre, el golpe inmediato sería del 50%. Esto quiere decir que, a la hora de consumir, las capas más humildes se quedarían en la mitad de su capacidad de consumo actual.