De entre el abanico de posibilidades que nos brinda el mercado para construir nuestro patrimonio, los fondos de inversión son uno de los instrumentos más populares. Esto no es de extrañar, pues tienen características muy interesantes para proteger y hacer crecer nuestra riqueza: transparencia en su cotización, liquidez a la hora de recuperar nuestro dinero, seguridad jurídica, ventajas fiscales (plusvalías latentes y traspasos) o protección ante quiebras bancarias (no forman parte del pasivo del banco).
Sin embargo, podemos plantearnos si no sería mejor construir nosotros mismos una cartera de acciones y bonos al margen de los fondos de inversión. Como suele ocurrir, esto dependerá de varios factores que debemos considerar a título personal, y en cualquier caso no son opciones excluyentes, nuestro ahorro puede consistir tanto en fondos de inversiones como en títulos directos y otros instrumentos. ¿Cuáles son esos factores a considerar?
En primer lugar, podríamos citar la división del trabajo y del conocimiento. Por todos debería ser sabido que si cada uno nos especializamos en lo que mejor sabemos hacer y luego intercambiamos con los demás, todos salimos beneficiados; no es muy buena idea que cada uno intentemos fabricar nuestra propia ropa, cultivar nuestra propia comida, construir nuestra propia casa, o adquirir conocimientos en medicina o ingeniería. Así que, desde ese punto de vista, lo más lógico suele ser que tratemos de hacer lo mejor que podamos el trabajo en el que nos hemos especializado al tiempo que dejamos que nuestro ahorro lo gestione alguien que se ha especializado en ello. Pero, atención, debemos escoger cuidadosamente a ese "alguien", pues debe ser una persona o un equipo con altas dosis de talento e integridad, y con los incentivos alineados con los nuestros, que estén en el mismo barco que nosotros. Además, tenemos que entender bien lo que hacen y vigilar sus acciones periódicamente.
Por otro lado, una de las principales reglas de las finanzas personales es entender bien en lo que estamos invirtiendo. El riesgo no surge por no diversificar, sino por no saber lo que estás haciendo, así que si no entendemos en qué invierte un fondo de inversión y por qué, mejor alejarnos de él. En el caso de las acciones o bonos concretos, mucha gente puede tener un conocimiento mucho más cercano y profundo de un producto o servicio en particular, y saber más de su sector que cualquier gestor de un fondo; así que, aunque no sea un experto, si entiende bien el producto y por qué tiene éxito, tiene unos conocimientos mínimos de contabilidad y valoración de empresas, así como el temperamento adecuado, puede ser buena idea que invierta por su cuenta.
Esto nos lleva al segundo factor, el temperamento o psicología adecuados. La inversión, especialmente en acciones, no es una tarea apta para todo el mundo, pues requiere cerebro y estómago. El pensamiento humano está repleto de sesgos psicológicos que nos llevan a tomar malas decisiones, la volatilidad del mercado hace que se despierten nuestros peores miedos, y mantener una actitud sosegada y paciente en el proceso de toma de decisiones de inversión no es tarea fácil. Además, si en lugar de invertir en fondos con una visión de largo plazo hemos creado una cartera personal que modificamos constantemente para poder sentir algo de emoción en nuestra dura y monótona vida, más nos valdría hacer puénting, jugar al paintball o pasar más tiempo con nuestra familia y amigos, pues los ahorros tan duramente ganados no son para jugar a corto plazo en la bolsa y obtener una dosis de adrenalina.
Por último, un factor determinante son los impuestos y las comisiones. Si tenemos una cartera personal, es muy importante que seleccionemos empresas con las que estemos tranquilos si las mantenemos muchos años, pues las comisiones de bancos o brókers y los impuestos por las plusvalías que realicemos eliminarán buena parte de nuestra rentabilidad si realizamos muchas operaciones. En este sentido, los fondos de inversión gozan de ventajas fiscales, pues no pagan impuestos al modificar su cartera, y tienen menores costes de transacción por aprovechar economías de escala.
Sin embargo, los fondos también tienen comisiones, en ocasiones desorbitadas, ¿merecen la pena? Imaginemos una cartera de inversión que rotamos relativamente poco, un 30% anual, que crece al 8% anual, del cual el 3% es en forma de dividendo que decidimos reinvertir, y que el tipo impositivo es del 20%. En ese supuesto, la rentabilidad que obtendremos no será del 8% anual sino del 6,2%, por lo que un fondo de inversión siempre tendrá de entrada un 1,8% anual de ventaja sobre nosotros por la fiscalidad. Si sus comisiones rondan ese 1,8% anual, estaríamos obteniendo los beneficios de la división del trabajo gratis.
¿Y qué hay de los fondos índice, sin apenas comisiones? Estos fondos, conocidos como ETF, aún no tienen el mismo tratamiento fiscal que los fondos de inversión, así que también están en desventaja si deseamos cambiar de fondo. Además, debemos entender qué reglas utilizan para seleccionar valores y si tienen sentido. En mi humilde opinión, la inversión siempre es un proceso de estimación empresarial cara al futuro que requiere trabajo y criterio, así que no dormiría tranquilo sin saber las empresas de las que soy dueño o si el criterio para seleccionarlas es un algoritmo automático sin criterios cualitativos.
Se dice que existen más ETFs que acciones, así que la propia elección de un fondo "pasivo" es siempre una decisión activa: ¿de acciones o de bonos?, ¿de España, Europa, o Global?, ¿que invierta en las empresas de más capitalización, en todas por igual, o por otros criterios?, ¿nos fiaremos del algoritmo sin cambiar de estrategia cuando las cosas se pongan feas?
Escojamos lo que escojamos, que sea siempre pensado detenidamente cada decisión, y si pecamos de algo, que sea de ser demasiado conservadores. Que el sentido común nos acompañe.