El pasado fin de semana, IKEA anunció el fallecimiento de su fundador, el empresario Ingvar Kamprad. Según el comunicado de la firma de mobiliario y utensilios para el hogar, el magnate tenía 91 años y vivía retirado en la provincia de Smaland, un emblemático territorio sueco ubicado al sur de la península escandinava.
Nacido en 1926, a sus 16 años recibió una paga extra de su padre como recompensa por lo bien que lo había hecho en el instituto, a pesar de su dislexia. Kamprad no dudó en emplear el dinero para constituir una pequeña empresa. IKEA era una realidad un año después, de modo que su fundador ni siquiera era mayor de edad en el momento en que creó la compañía.
Durante años, IKEA fue una empresa más del sector, si bien su apuesta por el diseño y la simplicidad le permitieron ganar cuota de mercado de forma progresiva, primero a nivel regional y finalmente a nivel nacional. La expansión internacional se apoyó en la revolución que supuso el desarrollo de muebles desmontables.
Kamprad tenía fama de austero e incluso de tacaño. Acumuló una gran fortuna, estimada en 23.000 millones de dólares, que transfirió hace algunos años a sus tres hijos: Peter, Mathias y Jonas. Aunque figuró durante años en la lista de milmillonarios que elabora la revista Forbes, el empresario sueco viajaba en avión en clase turista y seguía conduciendo un Volvo antiguo.En una entrevista concedida al canal de televisión sueco TV4, afirmó que "quienes hemos nacido en Smaland hemos heredado el ethos de esta comunidad y sabemos de sobra lo que cuesta una corona. Ser ahorradores es parte de nuestra cultura, de nuestra forma de ser".
El "exilio fiscal"
Precisamente esa mentalidad le llevó a convertirse en un "exiliado fiscal" en 1973. Por aquel entonces, el tipo efectivo que se llegaba a exigir en el Impuesto sobre la Renta podía llegar al 90%. Cansado del expolio fiscal al que estaba sometido, Kamprad decidió trasladar su residencia a Suiza. No estaba solo: también por aquel entonces, el fundador de Tetra Pak, Hans Rausing, optó por hacer las maletas y moverse al extranjero. Algo similar hicieron otros empresarios de renombre, sentando las bases para las rebajas impositivas que llegaron en los años 90.
Kamprad se benefició de la fiscalidad helvética durante más de cuatro décadas. Volvió a Suecia en 2014, pero esta vez con tipos fiscales mucho más reducidos y buena parte su fortuna en manos de sus hijos. Pero, aunque el fundador de IKEA falleció en su país de nacimiento, su empresa sigue canalizando buena parte de sus ingresos a través de otros países.
Y es que la estrategia de planificación fiscal adoptada por Ikea hace que la compañía vuelque parte de su negocio europeo hacia Países Bajos, Liechtenstein y Luxemburgo, lo que se traduce en tipos impositivos que pueden ir del 3% al 16%, muy por debajo de los gravámenes aplicados en Suecia y otros países de la UE. La expansión internacional se ha hecho a través del Grupo IKEA, con sede en Holanda, mientras que la marca y el diseño cuelgan de IKEA Internacional, que tiene sus cuarteles generales en Luxemburgo. Liechtenstein juega un rol complementario.
El recién fallecido nunca escondió su apuesta por la competencia fiscal. Según declaró recientemente, "ya en los años 60 empecé a trabajar para garantizar la independencia financiera de IKEA, algo crucial para asegurar su supervivencia a largo plazo. Por aquel entonces, Suecia implementaba una fiscalidad incompatible con la propiedad privada de los negocios. Impuesto sobre la Renta, Impuesto de Patrimonio, Impuesto de Sucesiones… Todo eso me obligó a buscar soluciones".