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Amando de Miguel

Por qué sigue la crisis económica

La causa fundamental de que se mantenga en España un desusado nivel de paro es porque una gran parte de los empleados son poco productivos.

Hace ya más de un decenio nos sorprendió esa catástrofe llamada crisis económica, que no es propiamente ninguna de las dos cosas. No es crisis porque no es pasajera; antes bien, se ha instalado entre nosotros, algo así como esas dolencias crónicas que aquejan a los viejos. No es solo económica porque sus causas y consecuencias van más allá de lo que saben explicar los economistas. Desde luego, no se trata de una mera crisis financiera. El oneroso rescate de los bancos es una consecuencia de sucesos más amplios.

Se nos dice oficialmente que hemos salido de la crisis porque se crean tropecientos miles de empleos y porque el valor de la producción crece alrededor de un 3% anual. Ambas mediciones son poco fiables y poco válidas. Es cierto, se crean muchos puestos de trabajo, pero sobre todo de dos tipos poco productivos:

1) trabajos ancilares en la hostelería y similares. Recordemos que España es el país más turístico del mundo en términos por habitante. Por cierto, ese éxito no se debe al Gobierno, este o los anteriores;

2) empleos públicos en gran medida parasitarios. La parte que verdaderamente se expande es la masa de políticos profesionales, ya muy nutrida (ediles, parlamentarios, asesores, altos puestos de dirección política, funcionarios de los partidos, liberados sindicales, etc.). Precisamente, ahí reside la verdadera causa de la crisis: la baja productividad de muchos empleos, la escasa eficiencia de muchas organizaciones públicas y privadas.

Por si mi argumento pudiera parecer abstracto, aduciré una experiencia personal, referida a una gran empresa privada de comunicaciones. Llevo batallando años para que me arreglen el teléfono fijo. Comprendo que es un servicio poco rentable para la compañía, pero asombra la incapacidad para resolver este mínimo asunto. No solo eso, me llega un aviso de que el banco ha devuelto el último recibo del teléfono fijo. Tengo que pagarlo imperiosamente. Si me retraso, la factura se multiplicaría por 30. Me parece algo desproporcionado; quizá sea para amedrentar. Lo más humillante es que el pago no se puede hacer a través del banco donde tengo domiciliada la cuenta telefónica, que incluye otros servicios. Tengo que ir a abonarlo a Correos, cuya oficina más cerca me pilla a varios kilómetros. Aprovecho el incidente para reclamar una vez más que me arregle el teléfono fijo. El cual resulta inservible, por ejemplo, para que me graben entrevistas radiofónicas. Todo eso después de solicitar ayuda a diversos empleados de la compañía a través de reiteradas llamadas. Empiezo a sospechar que el asunto es una finísima estafa.

Ya sé que aduzco un caso mínimo, pero se reproduce con otras muchas oficinas públicas y privadas. Aunque parezca increíble, en la época de la informática generalizada, las grandes organizaciones públicas y privadas son cada vez más ineficientes. Podría documentarlo con docenas de ejemplos cotidianos.

La causa fundamental de que se mantenga en España un desusado nivel de paro es porque una gran parte de los empleados son poco productivos. Decía que el 3% de incremento anual del valor de la producción me parece un dato de escasa validez. Lo realmente significativo es el incremento de todo tipo de impuestos, tasas, multas, recargos, costas judiciales, copago de las medicinas, precios determinados por la Administración Pública, etc. Todo eso sube más del 3% anual. Esa inmensa masa monetaria se retira de la circulación verdaderamente productiva y va a parar a un sector público bastante ineficiente e incluso en ocasiones corrupto. Así que poco consuelo produce el dato del incremento del PIB (donoso acrónimo). El monto (ahora dicen "montante") de las pensiones y los salarios modestos se expande de forma más moderada e incluso se congela. Al tiempo, los precios de los carburantes o de la electricidad suben muy por encima del 3% anual. Como para creerse la estadística del índice de precios al consumo. En síntesis, no salimos de la crisis.

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