Bélgica llegó a acumular un año y medio sin gobierno. Buena parte de las iniciativas políticas y económicas de los distintos partidos políticos quedaron guardadas en un cajón. El Ejecutivo se vio limitado a operar como un gabinete en funciones, con muy poca capacidad de maniobra. Sin embargo, los más de 500 días de crisis institucional no solo no se tradujeron en un deterioro productivo, sino que fueron de la mano de una mejoría en cuestiones como el crecimiento del PIB, la reducción del paro o el ajuste del déficit fiscal.
El siguiente ejemplo fue el de España. La fragmentación parlamentaria que arrojaron las Elecciones Generales de diciembre de 2015 fue el primer acto de una crisis institucional que se alargó hasta finales de octubre del año siguiente. Pero la falta de acuerdo en las Cortes no se tradujo en un desplome económico. Aunque BBVA Research identificó una pérdida de crecimiento equivalente al 0,5% del PIB, el dato final de aumento del PIB fue el más alto desde los años de la burbuja. Además, el paro se redujo en medio millón de personas y el déficit fiscal también se corrigió a la baja.
Alemania, crecimiento récord
Algo parecido ha vuelto a ocurrir en Alemania. El pasado mes de septiembre, las elecciones generales del país teutón supusieron un correctivo a la CDU de la canciller Ángela Merkel y asestaron un duro golpe a los socialdemócratas del SPD. La incapacidad de formar gobierno hizo que algunos analistas se temiesen lo peor.
Se dijo que la crisis institucional de la locomotora germana podía arrastrar a toda la Eurozona. Se afirmó que un resfriado de la economía alemana podía enfermar a todo el Viejo Continente. Pero, más de cien días después, la cruda realidad es que la economía teutona no ha visto lastrado su nivel de crecimiento, tal y como ya anticipábamos hace un mes en Libre Mercado.
Así, la pasada semana salieron a la luz los datos finales de crecimiento para el curso 2017. De acuerdo con dichas estadísticas, el PIB aumentó un 2,2% a lo largo del año, el mejor resultado en seis años. Además, el crecimiento fue del 0,5% en los tres últimos meses del año, precisamente coincidiendo con la falta de gobierno.
Las cifras también confirman la buena salud del modelo exportador teutón: las ventas al extranjero aumentaron un 4,7% en 2017. Además, pese a la ausencia de gobierno, el pasado curso ha certificado el afianzamiento de las políticas de superávit presupuestario, con un saldo fiscal positivo del 1,2% del PIB, equivalente a 38.400 millones de euros. De hecho, la proyección de crecimiento para 2018 muestra que las expectativas del sector privado no solo no se han deteriorado, sino que han ido a mejor. Así, el Instituto IFO espera que la economía aumente un 2,6% durante el curso que acaba de comenzar.