El 30 de enero de 2015, el ministro de Finanzas griego recibió en Atenas al presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. Su homólogo holandés viajaba hasta el país heleno como máximo representante político de la moneda única. Aquel encuentro estaba llamado a solucionar de una vez la crisis de deuda del país mediterráneo, pero la falta de acuerdo entre ambos terminó sentando las bases de un conflicto que, un semestre después, dejó a Grecia en quiebra técnica, sumida en un corralito financiero y obligada a firmar un tercer programa de "rescate" para evitar un colapso total y absoluto.
Varufakis, que grabó sus encuentros privados con los líderes de la Troika, habla de la reunión en su libro Comportarse como adultos (Ediciones Deusto). Según recuerda, "Dijsselbloem viajó con un enorme séquito, que incluía a Thomas Wieser, el presidente del grupo de trabajo del Eurogrupo. Aunque su figura sea desconocida, se trata del auténtico poder en la sombra de la Eurozona. Subimos a mi oficina para un refrigerio previo a la reunión. Intercambiamos cumplidos delante de nuestros equipos e invité a Jeroen a mi despacho, para hablar cara a cara".
El griego dice que intentó romper el hielo asegurando que el gobierno de Alexis Tsipras "estaba dispuesto a negociar y quería seguir un camino que llevara a un acuerdo ventajoso para todas las partes. Dijo que estaba de acuerdo, pero en seguida me preguntó qué pensaba hacer con el programa de rescate. Quería saber si tenía previsto completarlo. Hablé de renegociarlo, a raíz de la llegada del nuevo gobierno de Syriza. Su respuesta fue abrupta y agresiva. "¡Esto no va a funcionar!", exclamó. A continuación, dijo que el programa griego era como un caballo: o estaba vivo, o estaba muerto, de modo que si estaba vivo había que montarlo hasta llegar a la meta y si estaba muerto… pues estaba muerto".
"No lo entiendes"
"No lo entiendes, hay que completar el programa actual ¡o no hay nada más!", me dijo Dijsselbloem con una voz que destilaba condescendencia. No había venido a Atenas a hablar de números o de financiación. Había venido con la expectativa de que yo daría un giro de 180 grados de inmediato, una rápida victoria que le permitiría subirse a su avión con mi juramento de lealtad en la maleta", recuerda Varufakis.
Según el testimonio del político heleno, Dijsselbloem insinuó a continuación la posibilidad de expulsar a Grecia del euro: "Me dijo que había una alternativa. Con total convicción, convocamos una rueda de prensa y anunciamos que el programa de rescate se ha ido a pique. Le contesté que esa expresión no era muy tranquilizadora para los mercados o los ciudadanos. Él se encogió de hombros. '¿Me estás amenazando con el Grexit?', le pregunté tranquilo.'No, yo no he dicho eso', protestó. 'Me estás dando un ultimátum que supone aceptar un plan que no funciona o ser expulsados de la Eurozona', le dije. Él dibujó una sonrisa burlona. Habíamos llegado a un punto muerto".
Minutos después, en rueda de prensa, Varufakis dijo que no tenía intención de colaborar con la Troika. Dijsselbloem puso cara de póker y se levantó apresurado, no sin antes reprochar a Varufakis su incendiario mensaje. "Acabas de matar a la Troika", le dijo mientras se marchaba de la comparecencia, después de un incómodo apretón de manos que quedó inmortalizado por los fotógrafos y dejó claro que aquello no llegaría a buen puerto.
El relato de Varufakis confirma la torpeza con la que Dijsselbloem gestionó los peores momentos de la crisis. No hace mucho, el ya expresidente del Eurogrupo afirmó sin rubor alguno que "los países del Sur de Europa se gastan el dinero de las naciones del Norte en alcohol y mujeres", unas polémicas declaraciones por las que se pidió su cabeza.
Pero sería un error comprar sin más el discurso de Varufakis. Al fin y al cabo, el gobierno de Syriza jugó una y otra vez al despiste, cambiando continuamente sus planes y estirando la situación hasta extremos intolerables. El chantaje del referéndum planteado por Tsipras a comienzos del verano de 2015 terminó desencadenando los acontecimientos.
Al final, aunque el gobierno de Syriza tuviese algunos argumentos para discutir posibles modificaciones en el programa de rescate, la cruda realidad es que su estrategia no pudo ser más desafortunada, hasta llegar al punto de poner en riesgo la estabilidad de toda la Eurozona y arrastrar a su país al colapso.