Tras la precipitación de los acontecimientos en torno al proceso soberanista catalán en el mes de octubre, desde el punto de vista económico preocupa cuál está siendo el coste económico del desafío separatista sobre la economía española y cuál es el posible daño sobre la estructura productiva a largo plazo. De esta guisa se ha pronunciado recientemente el ministro de Economía Luis de Guindos, el cual baraja una cifra de 1.000 millones de euros de coste acumulado en los dos últimos trimestres.
Hasta ahora, ninguna autoridad pública ha revelado una estimación "oficial" de dicho coste, sino que organismos como el Banco de España o la Autoridad Fiscal Independiente (AiREF) se han limitado a dar opiniones acerca del tema sin incidir especialmente en ello. En el caso de la AiREF, en el marco de sus modelos de predicción en tiempo real del PIB, ha publicado conclusiones inestables, ya que elementos de fuerte inercia como las exportaciones vía datos de aduanas de la Agencia Tributaria o el comercio minorista con el efecto estacional, son indicadores adelantados que mitigan la caída en tasa de otros como los pedidos industriales, las pernoctaciones hoteleras o las afiliaciones desestacionalizadas a la Seguridad Social.
Pero, sin duda, lo que es un hecho trascendental es el cambio cualitativo que ha experimentado la economía catalana con respecto a la madrileña. Tomando los datos de PIB regional desde 2001 e incluyendo las previsiones de FUNCAS tanto del cierre de 2017 como de 2018, por primera vez desde que la economía volvió a crecimientos positivos el cuarto trimestre de 2013, Madrid contribuye más al crecimiento del PIB nacional que Cataluña, superándola además tanto en PIB nominal como en peso sobre el total nacional.
Concretamente, de la tasa nacional estimada por FUNCAS para 2017 del 3,3% en términos reales; 0,91 puntos porcentuales corresponden a Madrid frente a los 0,84 puntos porcentuales aportados por Cataluña. Para 2018, las contribuciones de Madrid y Cataluña incrementarían significativamente su distancia, estimándose en 0,81 puntos porcentuales de Madrid y 0,52 puntos porcentuales de Cataluña. Es decir, en un año, la economía catalana perdería casi la mitad de su influencia en la tasa de crecimiento del conjunto de la economía española.
Como puede verse en el siguiente gráfico, desde 2000 el peso de Madrid en el conjunto de España ha seguido una tendencia fuertemente alcista, mientras que el de Cataluña prácticamente se ha mantenido estable en el 18,9% con un rango de variación de prácticamente dos décimas al alza y a la baja.
Si a ello se añade la tasa de crecimiento del PIB regional, la contribución al crecimiento del PIB del conjunto de España de las dos economías regionales ha ido fluctuando al compás del ciclo económico, pero dominada por la pérdida continuada de peso de Cataluña frente a la Comunidad de Madrid como mostraba el gráfico anterior. Es notable observar cómo la superior contribución de Cataluña al crecimiento del PIB español con la que partió en los primeros trimestres de salida de la recesión, ha sido completamente absorbida por Madrid desde que el proceso soberanista cobró una mayor fuerza a partir de finales de 2015 y principios de 2016.
Esta pérdida no es cíclica o producto de factores coyunturales. Se trata de una erosión de carácter estructural, la cual se ha recrudecido en el último trimestre de 2017 con la salida de empresas de Cataluña y, por tanto, lo que esto supone a la hora de contabilizar los diferentes agregados macroeconómicos en Contabilidad Nacional.
Aquí el factor clave es el cambio de la sede fiscal a efectos de Contabilidad Nacional, la cual ya se ha efectuado en buena parte de las más de 3.000 empresas que han cambiado su domicilio social, según publica puntualmente el Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España.
Javier Santacruz es economista socio de China Capital y profesor de IEB