Día a día escuchamos todo tipo de proclamas sobre la importancia de mejorar las oportunidades económicas de las mujeres. Tras décadas de trabas en el acceso al mercado laboral, la participación femenina ha crecido de forma continuada, pero aún persisten brechas de actividad que afectan principalmente a la población de mayor edad.
Sin embargo, poco se habla del continuo deterioro de las cifras laborales de la población masculina. Aunque este fenómeno se observa con distinta intensidad en las economías más desarrolladas, el caso de Estados Unidos es paradigmático y ha motivado la publicación de un ensayo sobre el tema, firmado por el economista y demógrafo Nicholas Eberstadt, que viene de publicar el libro Men Without work (Hombres sin trabajo).
Para el estudioso del American Enterprise Institute, estamos ante una "crisis invisible", puesto que las cifras acreditan un repunte continuado de la inactividad laboral masculina, pero los medios de comunicación olvidan esta realidad en su análisis de las grandes tendencias socioeconómicas.
Como vemos en la siguiente gráfica, el número de mujeres en edad de trabajar que se mantiene fuera del mercado laboral se ha mantenido constante desde mediados del siglo XX hasta hoy. La cifra de hombres en la misma situación es más pequeña, pero refleja un cambio a peor que se ha ensanchado de forma espectacular en la última década.
Esto es especialmente llamativo porque, a finales de los años 60, el porcentaje de hombres en edad de trabajar que estaba ocupado en el mercado laboral se situaba por encima del 90%. Hasta la década de 1980, dicha tasa fue reduciéndose hasta el 80%, si bien los años de Reagan volvieron a elevarla hasta el entorno del 85%. No obstante, las décadas siguientes han estado marcadas por un nuevo deterioro de la participación laboral de los hombres, hasta el punto de que los peores momentos de la Gran Recesión coincidieron con una reducción de esta tasa hasta el 75%.
Más preocupante aún es la falta de empleabilidad de los hombres jóvenes. La siguiente gráfica presenta en la línea gris la evolución para la población de 25 a 54 años, mientras que la línea azul aplica a los menores de 25 años. Unos y otros siguen un desempeño similar, pero la brecha entre ambas tendencias se amplía con el paso de los años y, de hecho, la inactividad de los menores de 25 llega a caer al 66% durante la Gran Recesión.
Eberstadt encuentra que el no-trabajo afecta especialmente a la población con menos educación, pero también tiene mayor huella entre los hombres solteros o entre la comunidad negra. El ensayo plantea, además, el deterioro del mercado laboral, cada vez menos flexible y capaz de crear empleo.
Pero Eberstadt no se queda ahí y carga también contra los incentivos perversos que tienen los programas asistenciales del Gobierno. En este sentido, Men Without Work evoca los estudios de Charles Murray, que lleva años denunciando el impacto económico derivado del declive de las estructuras familiares y del creciente peso del "gasto social".