En las filas de la izquierda radical, es difícil encontrar un manifiesto económico que se abstenga de enarbolar propuestas de corte ecologista y animalista. Podemos, por ejemplo, ha incorporado en sus filas a Juan López de Ugalde, que dirigió Greenpeace durante la última década y se convirtió en diputado por la provincia de Álava en las últimas Elecciones.
Quizá la retórica ecologista y animalista de Podemos toca techo cuando se habla de prohibir un sector cultural de primera magnitud como la tauromaquia. Llama la atención que Pablo Iglesias hable de potenciar las Iniciativas Legislativas Populares pero ignore que la Fiesta de los Toros fue declarada Patrimonio Cultural gracias a una campaña ciudadana de recogida de firmas. Lejos de tener en cuenta este logro, la formación morada no pierde ocasión para ir contra la tauromaquia, poniendo en riesgo los 200.000 empleos y los 3.500 millones que genera el sector taurino.
A nivel local, los ataques contra la tauromaquia también son recurrentes en las filas de Podemos y sus marcas blancas. En Madrid, la alcaldesa Manuela Carmena lleva años bloqueando el trabajo de la Escuela Taurina de la capital. En Barcelona, la regidora Ada Colau se comprometió a luchar para prohibir el regreso de los toros a La Monumental, en contra del dictamen emitido hace dos años por el Tribunal Constitucional.
El 'palomacidio' de Colau
El caso es que esos mismos equipos municipales han sido pillados en dos prácticas que tienen un difícil encaje con la retórica ecologista y animalista de la extrema izquierda española. Hablemos primero de lo sucedido en Barcelona con las palomas. Desde hace dos décadas, la Ciudad Condal viene renovando un contrato público valorado en 200.000 euros anuales que, en su origen, contemplaba la ejecución de palomas en cámaras de gas, así como la posterior eliminación de sus cuerpos.
Desde el 1 de enero de 2017, estos procedimientos han sido alterados. Ahora, el Ayuntamiento que dirige Ada Colau ahoga a las palomas con CO2. De modo que el cambio de gobierno y la llegada de los comunes se ha traducido en un cambio en el sistema de sacrificios, pero no ha puesto fin a estas prácticas. De hecho, el pasado mes de enero, la Agencia de Salud Pública de Barcelona dio cuenta de 923 ahogamientos de palomas capturadas en la Plaza de Cataluña. También se han hecho operaciones similar en el entorno del Mercado de La Boquería, así como en otros barrios de la ciudad.
El 'carpacidio' de Carmena
También en la Villa y Corte nos encontramos con una operación que choca con el discurso ecologista y animalista de Podemos y sus marcas blancas. Se trata del vaciado del lago de la Casa de Campo, donde el consistorio quiere realizar una reforma valorada en 2,6 millones de euros. Esta actuación supone una mala noticia para casi 14.000 especies acuáticas que habitan el estanque.
Esta vez, el Ayuntamiento que dice ser amigo de los animales utilizará el método de la pesca eléctrica, es decir, electrocutará a decenas de miles de carpas con ánimo de sacarlas del agua. La ejecución final de los animales se hará con aceite de clavo. Un carpacidio que choca frontalmente con la propaganda de un Ayuntamiento que el pasado año proclamó Madrid como capital de los animales.