A falta de datos objetivos que permitan medir de forma precisa el alcance de la corrupción, los indicadores internacionales de referencia se centran en preguntar a la ciudadanía por su impresión del alcance de las malas prácticas. Esta metodología resulta especialmente dura con España, que figura entre los países peor clasificados de la Eurozona en el último informe del Banco Mundial.
La institución multilateral viene de publicar sus Indicadores de Buen Gobierno para 2016. La categoría de control de la corrupción mide la percepción del grado de irregularidades observado en las Administraciones. La nota se expresa primero en una escala que va de -2,5 a 2,5 puntos, para pasar después a un ranking mundial que asigna una calificación comprendida entre 0 y 100 puntos.
España entró en los Indicadores de Buen Gobierno hace ahora dos décadas. José María Aznar acababa de llegar a La Moncloa, con un discurso que no dudaba en enarbolar la bandera de la regeneración institucional como respuesta a la corrupción de la etapa socialista que acababa de cerrarse. Entonces, España recibía 82,8 puntos sobre 100, una calificación que iría mejorando en los años siguientes. Así, los Indicadores de Buen Gobierno del año 2000 elevaban la nota de España hasta los 90,7 puntos, mientras que en 2004 recibíamos una puntuación de 88,8.
Ya con José Luis Rodríguez Zapatero en el poder, la puntuación obtenida por España se fue deteriorando y la percepción de corrupción fue en aumento. La nota era de 84,9 puntos en 2006, 84,5 puntos en 2008 y 82,4 puntos 2010. El caso Gürtel y el escándalo de los EREs empezaban a hacer mella en la imagen de los dos grandes partidos de nuestro país.
Pero lo peor estaba por llegar. Entre 2012 y 2016, bajo gobierno de Mariano Rajoy, el resultado obtenido por España en el ranking de control de la corrupción que elabora el Banco Mundial no solo no ha mejorado, sino que ha seguido desplomándose de forma preocupante. En 2014, nuestra nota ya apenas alcanzaba los 72,1 puntos, mientras que en 2016, último año con datos disponibles, el resultado es de 68,8 puntos.
Si nos comparamos con el resto de países de la Eurozona, parece evidente que el resultado cosechado por España deja mucho que desear. Si hubiésemos mantenido la calificación recibida hace ahora quince años, estaríamos a la altura de Francia y por encima del promedio de los diecinueve países que forman parte de la moneda única. Sin embargo, el resultado obtenido por nuestro país nos relega a la quinta posición… por la cola. Solo reciben una peor nota Letonia, Eslovaquia, Italia y Grecia.