Muchos de nuestros lectores recordarán la ansiedad con la que muchos medios de comunicación hablaron de la crisis política española de 2016. "La falta de gobierno", decían los más pesimistas, "va a hacer mella en la credibilidad, el empleo y el crecimiento". Indudablemente, el perfil de riesgo de nuestra economía se elevó en el primer semestre del pasado año, lo que redujo un 0,5% el crecimiento del PIB. Sin embargo, aún considerando este impacto negativo, lo cierto es que la economía española registró su mejor año desde el pinchazo de la burbuja, con niveles de actividad muy superiores a lo esperado.
La experiencia española no es la única que demuestra que la temida "falta de gobierno" puede tener un efecto mejor de lo anticipado por los más agoreros. En Bélgica, por ejemplo, el bloqueo político superó los 500 días… pero la falta de acuerdo entre los partidos coincidió con una reducción del paro, un aumento del PIB, una subida de los salarios y un mejor saldo fiscal.
Con estos antecedentes, no sorprende que algunos analistas quiten importancia a los vaivenes institucionales que han provocado las últimas elecciones generales celebradas en Alemania. La canciller, Angela Merkel, buscó formar gobierno con los liberal-demócratas del FDP y los ecologistas de Los Verdes, pero el empeño fracasó como resultado de la falta de entendimiento entre yuppies, hippies y conservadores bávaros.
Una de las consecuencias del fiasco de Merkel fue el arranque de una nueva ronda de negociaciones con el SPD. El Partido Socialdemócrata, liderado por Martin Schulz, no quería oír ni hablar de un pacto con la lideresa teutona, puesto que las dos anteriores ediciones de la Gran Coalición han mermado la intención de voto de la izquierda germana. Sin embargo, la canciller Merkel no quiere ir a una repetición de elecciones y ha invocado la "estabilidad" como razón de peso para volver a negociar un pacto. Schulz ha terminado pasando por el aro y ha dejado atrás el "no es no", sentando las bases para un acuerdo.
No está claro que los encuentros entre Merkel y el SPD den como fruto la tercera edición de la Gran Coalición. Lo que sí está claro es que, como ocurrió en España y Bélgica, la "falta de gobierno" no está haciendo mella en la economía. Así lo reflejan todos los indicadores adelantados evaluados por IFO, el think tank más influyente del país teutón.
De entrada, el ritmo de crecimiento se sitúa en niveles cercanos al 2,5%. Son tasas más que respetables para una economía como la de Alemania, que no experimentó grandes caídas tras el estallido de la Gran Recesión. De hecho, este será el quinto año consecutivo en el que el país teutón logra un nivel de crecimiento de estas características.
Los indicadores adelantados también apuntan que la confianza del sector privado no se está resintiendo. Por ejemplo, el índice que mide el clima empresarial subió de 116,8 a 117,5 puntos entre octubre y noviembre, alcanzando niveles récord. También suben las expectativas de exportaciones, así como las cifras de pedidos en la industria.
La creación de empleo también va por buen camino. El indicador de clima laboral subió de 112 a 113,2 entre octubre y noviembre, también alcanzando cotas nunca antes vistas. El Instituto de Investigaciones Económicas de Colonia ha sondeado a casi 3.000 empresas y ha detectado que un 40% tiene previsto ampliar plantilla en 2018 y solo un 10% está barajando una posible reducción del personal empleado. De hecho, el principal problema que enfrentan las empresas alemanas es la escasez de trabajadores cualificados. El Instituto para la Investigación del Empleo estima que en las empresas hay 1,1 millones de puestos vacantes, 174.000 más que el pasado año.