En 1970, el Club de Roma lanzó la voz de alarma, apuntando en uno de sus informes que "prácticamente todas las emisiones contaminantes están creciendo de manera exponencial". Eran años de enorme pesimismo sobre la capacidad del capitalismo para compatibilizar su desarrollo con la conservación del medio ambiente. Sin embargo, el paso del tiempo ha puesto de manifiesto que, en realidad, el sistema de libre mercado ha sido capaz de aumentar significativamente su eficiencia energética y reducir sobremanera sus actividades contaminantes.
En las principales economías europeas, las emisiones de CO2 per cápita han caído un 28% durante las últimas décadas. Si nos fijamos solamente en el caso de España, resulta que las emisiones contaminantes se han reducido un 20% en los últimos años. Y si atendemos exclusivamente a la ciudad de Madrid, encontramos que la Villa y Corte redujo su polución entre 2005 y 2013, tal y como reconoció el consistorio en la última Cumbre de París.
Estos avances no pasan inadvertidos entre los madrileños. Un 47% considera que el tráfico y los atascos son el principal problema de la capital, mientras que solo un 7% habla de la contaminación como el asunto más preocupante de su día a día. Esto no significa que a los madrileños no les preocupen estas cuestiones: el 94% quiere reducir las emisiones contaminantes y el 89% defiende el ahorro energético. Sin embargo, parece claro que los ciudadanos de la capital apuestan por soluciones equilibradas.
Lamentablemente, las autoridades locales de la capital de España están empeñadas en combatir el problema de la contaminación a base de aplicar una larga retahíla de medidas costosas y restrictivas. Cada mes conocemos nuevas propuestas con las que se pretende reducir la libertad de los madrileños a la hora de moverse por la capital, con el agravante de que las medidas que se van implementando no tienen ningún efecto estructural en la contaminación y, a lo sumo, apenas generan caídas puntuales en los niveles de polución.
Cuatro ejes de actuación
Pero, si la guerra al coche de Carmena no es la solución, ¿qué proponen los liberales? ¿Cómo podemos cuadrar el círculo? Domingo Soriano y Gonzalo Melián han hecho interesantes aportaciones en Libre Mercado. Partiendo de sus reflexiones, creo que merece la pena poner encima de la mesa el tipo de políticas que puede impulsar el Ayuntamiento de Madrid con el objetivo de ganar en sostenibilidad sin perder en libertad.
El primer eje de actuación debe ser la mejora de la movilidad. Con menos retenciones tendremos menos emisiones y, además, ganaremos en fluidez de circulación. Para empezar, hay que revertir la eliminación de carriles de circulación, una nefasta política que en apenas dos años ha reducido en 30 kilómetros la capacidad de desplazamiento de los vehículos. También sería muy importante facilitar el aparcamiento en ciudad, puesto que una parte importante del tráfico de la capital se explica por la dificultad de encontrar plazas.
Por último, pensando en desbloquear el nudo Norte y reducir los atascos, sería fundamental encauzar de una vez por todas la Operación Chamartín. Desbloquear dicho proyecto de infraestructuras inyectaría al consistorio unos 900 millones de euros, en virtud de las distintas aportaciones que harían BBVA y San José a las arcas municipales.
Ese colchón de financiación ayudaría a financiar el segundo eje de actuación: un plan de renovación de calderas y sistemas de calefacción, orientado a reducir la polución que emiten las viviendas de la Villa y Corte. ¿Cómo articular el programa? Por ejemplo, podrían aprobarse bonificaciones del 100% del IBI para todas aquellas comunidades de vecinos que se acojan al plan. La deducción seguiría en pie hasta compensar el pago por vecino ligado a la instalación. Por otra parte, valdría la pena coordinar estas acciones con el gobierno autonómico, que también financia programas de renovación de calderas y sistemas de calefacción.
Un tercer eje de trabajo pasaría por la sustitución de los autobuses municipales que siguen circulando por la capital con tecnología obsoleta y contaminante. Según los informes de la Dirección General de Calidad, Control y Evaluación Ambiental, esto permitiría reducir un 17% las emisiones de óxido de nitrógeno en la M-30. Teniendo en cuenta que el consistorio madrileño aún mantiene un superávit de 650 millones de euros, un programa así podría financiarse sin problema. Con un calendario de pago a cuatro años, el coste no llegaría al 2% del gasto municipal anual.
El cuarto eje de este plan pasaría por introducir incentivos tributarios que bonifiquen los impuestos ligados a la compra de vehículos no contaminantes, especialmente el coche eléctrico. No basta con eliminar las tasas que aplica el gobierno local, sino que también habría que aprobar una devolución del resto de gravámenes aplicados al coche.
Combinando estas cuatro soluciones lograríamos acelerar el avance en materia de sostenibilidad sin comprometer nuestras libertades. Lejos de constituir una receta aislada, este es solamente el primer esbozo de una iniciativa que debería ser ampliada y mejorada, con ánimo de lograr un pacto entre todas las fuerzas políticas con representación en el Ayuntamiento.