En pleno debate sobre la situación de Cataluña en España, una pregunta interesante puede ser cómo ha evolucionado la economía catalana respecto de la española, así como la de ésta en el entorno global. Los datos disponibles en la OCDE muestran que la renta por habitante de España en términos constantes y a paridad de poder de compra, es decir, excluyendo el efecto de la variación de precios, ha crecido en línea con el promedio de las economías ricas desde 1970.
Los países que lideran la clasificación de la OCDE son Corea del Sur, Irlanda o Turquía, economías no del todo comparables con la española. Si se analiza su evolución con las principales economías europeas se observa que la renta por habitante converge especialmente con la italiana y francesa, pese al negativo efecto del estallido de la crisis de 2008, más intensa en España por su exposición inmobiliaria.
Así pues, puede afirmarse que, medido en renta por habitante, los últimos 45 años han sido positivos para la economía española, tras registrar un crecimiento superior al de economías su entorno.
La cuestión es si la economía catalana ha quedado rezagada del crecimiento español o ha mantenido su cuota. Combinando las fuentes del Ministerio de Hacienda y del INE desde 1980, es decir prácticamente desde el régimen institucional actual, se puede observar cómo el peso de Cataluña en el conjunto de España era del 19%, mismo nivel que en 2016. Otras comunidades han ganado importancia, como Madrid, gracias a servicios como el transporte y las comunicaciones o las finanzas. Por el contrario, han perdido peso el País Vasco, por el declive de la industria, o las regiones del noreste, como Galicia, Castilla y León, o Asturias.
La evolución anual de las cinco principales comunidades muestra que entre 1980-1985 el peso de Cataluña se redujo en casi 2 puntos debido a un menor peso de su sector de la construcción sobre el total y a la caída de la industria, donde tiene un mayor peso. En 1992, año de celebración de los Juegos Olímpicos, se recuperó el nivel del 19% gracias a un mayor peso de la construcción y de servicios como las finanzas, o el comercio y la hostelería, aparte de la industria.
Con posterioridad, el impacto de la crisis de 2008 fue más intenso en Cataluña de nuevo por el peso de la industria, aunque en los últimos años ha recuperado de nuevo la cuota del 19% gracias a la recuperación de ese mismo sector.
Por su parte, la continua mejora de cuota de Madrid desde 1990 hasta el 18% actual implica que casi iguale al peso económico de Cataluña sobre el total nacional, mientras que la economía vasca ha perdido peso, hasta el 6% actual. Por su parte, la andaluza ha ganado un punto de cuota hasta el 14% y la valenciana no ha cambiado su 10% inicial.
Ampliando la serie histórica a 1955, el peso incluso se ha incrementado 1 punto desde un 18% del VAB (Valor añadido Bruto, medida similar al PIB), mientras que sobre el total de asalariados el peso se ha incrementado en 2 puntos, hasta el 17%. El mayor peso sobre renta que sobre empleo indica que la productividad es superior en Cataluña.
Considerando los cambios demográficos, el crecimiento del PIB per cápita de Cataluña desde 1980 coincide con el nacional. No hay tampoco señal de que aquélla haya quedado rezagada respecto del conjunto de la economía española.
De hecho, han sido comunidades autónomas como Andalucía, Murcia o Asturias las que han registrado una evolución más negativa, pues combinan una menor renta por habitante de inicio con un crecimiento inferior al del total de la economía española desde 1980. Por otro lado, la renta por habitante de Galicia y Castilla León converge con el promedio nacional debido a su pérdida de población y no a una mejora relativa de su PIB.
En definitiva, las series históricas de datos muestran que la economía catalana no ha perdido protagonismo dentro de la española, mientras que en las últimas décadas ésta se ha acercado a la de los principales países europeos. Como país menos próspero que Italia o Francia, la renta de los españoles converge con la de italianos o franceses. La de los catalanes, pese a ser más ricos que la media, no se ha quedado atrás respecto de la española.