El primer negocio, el primer beneficio, el primer intercambio. ¿Cuál fue nuestro impulso inicial para sobrevivir y progresar en los albores de la humanidad, cuando apenas había herramientas, refugio o comida?
Una pequeña tribu hace miles de años con hombres, mujeres, niños y ancianos. ¿Cuál es la base de todo, lo más primitivo?, ¿cazan?, ¿se multiplican?, ¿se prostituyen?, ¿compiten? No escapará a su fina percepción que ya estamos hablando de una tribu, de un grupo cohesionado y no de individuos aislados; esa es la clave, el poder del grupo.
Muchos economistas argumentarán, no sin razón, que esto ocurre por los beneficios de la división del trabajo y la especialización, y también para aunar fuerzas en la caza, la construcción de un refugio, o la defensa contra enemigos. Es cierto, la unión hace la fuerza, pero hay mucho más.
Si estamos solos en un bosque y nos torcemos un tobillo o tenemos un accidente es muy posible que muramos, pero si vamos con más personas podremos recibir ayuda. Y ¿por qué van a ayudarnos?, porque en otra ocasión podría ocurrirles lo mismo a ellos. Hoy por ti, mañana por mí. El grupo se ayuda mutuamente y se protege contra accidentes. De igual forma, un mal día de caza para unos puede compensarse con un buen día para otros. Cuando una sola persona trata de cubrir sus necesidades básicas la volatilidad en el resultado puede ser muy elevada, y puede costarnos la vida. Formar parte del grupo no es un capricho, es una necesidad.
¿A qué se asemeja esto? Es como si la pertenencia al grupo funcionase como una póliza de seguros, y el precio que pagamos por conseguir esa seguridad es nuestra aportación a la tribu y nuestra ayuda cuando otros lo necesitan. Por eso es importante demostrar que somos leales, que somos honestos y no vamos a hacer trampa.
Los seguros, el negocio más antiguo del mundo. Hoy en día el funcionamiento es el mismo, aunque pagamos por ello en euros y dólares a empresas especializadas en ello, las aseguradoras. El negocio consiste simplemente en la venta de promesas, normalmente en forma de contratos, no hay fábricas ni máquinas en la ecuación. Siempre ha existido y siempre existirá.
Hay eventos impredecibles e infrecuentes en nuestra vida que pueden suponer una gran pérdida, como que se queme nuestra casa. No podemos saber si nos ocurrirá a nosotros, pero sí podemos saber que cada año, de media, se quema una casa de cada 1.000, suponiendo un coste de 100.000€ para el propietario, un auténtico desastre. Si 1.000 personas deciden pagar 100€ al año para protegerse de ese riesgo, podrán pagar cada año la reparación del que sufra el incendio, que no sabemos quién será. Así, incluso después de 10 años, una persona sólo habrá tenido que pagar 1.000€ para cubrirse del riesgo de perder 100.000€, algo que no podría asumir. Simple, atractivo, y siempre necesario.
Este negocio ha creado grandes fortunas por otra característica fundamental: el asegurador recibe primas de los asegurados hoy, pero no debe pagar hasta que ocurra el evento, algo que puede tardar muchos años en suceder. Durante ese tiempo, la aseguradora puede invertir el dinero para conseguir rentabilidad. Si eres muy buen inversor, un negocio asegurador puede suponer una gran combinación para tus habilidades.
El caso más famoso es el de uno de los hombres más ricos del mundo: Warren Buffett y su holding Berkshire Hathaway; así como la aseguradora Markel y su excelente inversor Tom Gayner. Ambos combinaron un proceso asegurador conservador y eficiente con unos excelentes resultados invirtiendo el dinero que recibe de los asegurados.
Además, para triunfar en este negocio es necesario:
- Entender bien todos los riesgos a los que están expuestos las pólizas.
- Estimar de forma conservadora la probabilidad de que se produzcan pérdidas y su coste.
- Establecer primas que de media consigan beneficios, una vez cubiertos los costes y la probabilidad de pérdida.
- Estar dispuesto a decir NO si la prima adecuada no puede alcanzarse. Muchas aseguradoras fallan en este último punto.
Todo este proceso y entendimiento puede hacernos ser mejores inversores y a la vez hacernos dejar de pasear solos por el bosque de la incertidumbre.