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Todo lo que no cuentan las estadísticas sobre 'brecha salarial'

La mayoría de las cifras que llegan a la opinión pública no aclaran casi nada acerca de las diferencias en salarios entre diferentes colectivos.

La mayoría de las cifras que llegan a la opinión pública no aclaran casi nada acerca de las diferencias en salarios entre diferentes colectivos.
En todos los países europeos, los hombres, de media, cobran más por hora trabajada que las mujeres. | Pixabay/CC/rawpixel

Un año más vuelven las estadísticas sobre los salarios de hombres y mujeres. Y un año más, ni los datos dicen lo que los titulares aseguran, ni las cuestiones más relevantes se tratan en profundidad, en buena parte porque esos titulares dirigen la conversación en otra dirección.

La pasada semana todo comenzó con la campaña de UGT "Yo trabajo gratis", una iniciativa que el sindicato explica en los siguientes términos:

Más de 8,5 millones de mujeres trabajadoras de este país, desde el 8 de noviembre y hasta el 31 de diciembre, trabajan gratis (estos son los días que corresponden al porcentaje de diferencia salarial entre hombres y mujeres en España). La brecha salarial, en salario hora, permanece invariable en un 14,9%, pese a que en el conjunto de la Unión Europea ha disminuido, según los últimos datos publicados por Eurostat. La brecha salarial en España es el triple que en países como Italia, Luxemburgo y Rumanía.

La idea que se transmite es que, a igualdad de trabajo, el salario es menor para un hombre que para una mujer (un 14,9% menos, según Eurostat), lo que constituiría una "discriminación" inaceptable que debería servir para que los poderes públicos actúen. Por eso lo de la gratuidad de los últimos dos meses del año.

Detrás del titular

La primera pregunta que deberíamos hacernos es qué hay exactamente detrás de este titular y de ese lema "Yo trabajo gratis", que utiliza el sindicato. Y la respuesta es que con el dato de Eurostat no se puede, ni mucho menos, hacer esa afirmación. Como ya hemos explicado en anteriores ocasiones (aquí en 2015, tras el discurso de Patricia Arquette en la gala de los Óscar) en estas estadísticas simplemente se refleja una media de salarios (sueldos totales entre número de trabajadores) y no hay información extra que nos ayude a comprobar si hay o no esa supuesta discriminación (desde tipo de trabajo, categoría profesional, condiciones, experiencia previa…).

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De hecho, en los propios documentos de UGT se puede ver parte de esta contradicción. El sindicato adjunta a su nota de prensa un estudio interno sobre brecha salarial, que se abre con el cuadro de la derecha. Como puede comprobarse, el dato que la central ofrece como brecha salarial es del 22,86%, mucho más elevado que el 14,9% de Eurostat que les sirve para su campaña de este noviembre. ¿Y de dónde viene esa diferencia? Pues de que el 22,86% mide diferencias totales en salarios hombres/mujeres recogidos por el INE, mientras que el 14,9% es diferencia en salarios/hora. O lo que es lo mismo, sólo teniendo en cuenta el total de tiempo trabajado por cada colectivo, la brecha salarial cae nueve puntos (casi un 40%). No es una cuestión baladí: esta vez UGT ha decidido escoger el 14,9% de Eurostat, que es mucho más preciso, pero en ocasiones anteriores la cifra que se daba a la opinión pública era la resultante de las medias totales del INE.

En el resto de este artículo, analizaremos qué hay detrás del dato de Eurostat (y nos parece un acierto que UGT ya acepte que esta medición de salarios/hora es mucho más precisa que la que usaba habitualmente en el pasado).

En realidad, tampoco el dato de la oficina estadística de la UE dice demasiado al respecto, aunque sí puede ser un punto de arranque. Hace unos días, Eurostat publicaba su informe The life of women and men in Europe – a statistical portrait, con numerosos datos de salud, esperanza de vida, hábitos culturales y sociales, ingresos, carreras profesionales… Son muchas cifras, muy interesantes, que explican las diferencias existentes entre hombres y mujeres en los países de la UE (como es habitual en Eurostat, también incluye a Islandia, Noruega y Suiza).

El dato de brecha salarial está en el siguiente cuadro:

Como puede verse, en todos los países europeos, los hombres ganan un salario/hora medio superior al de las mujeres. Las diferencias van del 5,5% de Luxemburgo e Italia (uno de los países con una participación de la mujer en el mercado laboral más baja, por otro lado) al 26,9% de Estonia. España, pese a lo que pudiera pensarse leyendo determinados titulares, está mejor que la media (si entendemos mejor como menos brecha), con un 14,9%, la misma cifra que Noruega y menor que Dinamarca, Holanda o Finlandia (por poner unos cuantos ejemplos de países que se suelen usar como referentes en políticas de igualdad).

Esta tendencia a que los hombres cobren más se mantiene incluso si discriminamos por tipos de puesto, como hace Eurostat en el siguiente gráfico.

Lo relevante (e ignorado)

En cualquier caso, ninguna de estas cifras nos dice demasiado, porque no mide todos esos factores de los que hablábamos antes (experiencia, interrupciones en la carrera laboral, categoría profesional...). En realidad, cuando se introducen estas características, el resultado es que o bien la brecha desaparece o se reduce en su mayor parte (ver artículo de 2015 para más detalle).

La pregunta, que incluso ya es la más habitual en los círculos progresistas norteamericanos, no es tanto sobre la brecha, como por qué se mantienen las diferencias en el mercado laboral. Es decir, por qué sigue habiendo carreras universitarias masculinas y femeninas, por qué los alumnos de MBA escogen más unas especialidades y las alumnas se dirigen hacia otras, o por qué en la gran mayoría de los matrimonios (no importa el país ni la clase social) cuando hay que tomar la decisión de que uno de los dos pida una reducción de jornada o se tome una excedencia o reduzca su carga de trabajo, casi siempre es la mujer la que lo hace.

Porque ésa es la realidad y lo que explica la mayor parte de la brecha: las carreras profesionales de hombres y mujeres son muy diferentes, sobre todo tras el matrimonio y todavía más tras el primer hijo. Y por muchas medidas que se han tomado, sigue siendo así en prácticamente todos los países desarrollados.

Aquí sí hay una discusión interesante y que casi nunca toma el primer plano del debate público: ¿Estas diferencias de elección en el mercado laboral son fruto de las diferentes prioridades de hombres y mujeres? ¿O más bien son el resultado de una situación injusta que las empuja a ellas a renunciar a su carrera porque creen que no serán tratadas igual que sus compañeros? ¿Es el mercado laboral un entorno hostil para las mujeres? ¿Por qué sigue habiendocarreras de chicos y de chicas? Hay muchas opiniones al respecto. Pero en cualquier caso esto tiene muy poco que ver con sueldos, brechas salariales, "trabajar gratis" o "cobrar lo mismo por el mismo trabajo".

Las siguientes tres gráficas pueden servir para enmarcar estas preguntas y dar paso a un debate más fructífero.

La primera es la tasa de empleo en los diferentes países europeos. La gráfica de Eurostat permite hacer cambios en los parámetros (y medir, por ejemplo, cómo cambian esas tasas en función de la situación familiar). Lo que nos dice la oficina estadística es que entre los jóvenes no hay demasiadas diferencias. E incluso entre los mayores de 35-40 años solteros, aunque no hay una igualdad absoluta, sí se ve una tendencia a la convergencia. No así entre hombres y mujeres casados: muchas más mujeres dejan el mercado laboral o reducen su presencia en el mismo tras el matrimonio y (aún más) los hijos.

Lo mismo que apuntábamos antes puede comprobarse con las estadísticas sobre empleo a tiempo parcial que pueden verse a continuación. Los datos del resto de países de la UE son interesantes porque en España la gran mayoría del trabajo a tiempo parcial es indeseado y precario. No así en el norte de Europa. En algunos de los países más prósperos del continente el empleo a tiempo parcial forma parte del paisaje cotidiano. No sólo no se circunscribe a los peores trabajos, sino que está muy presente en profesiones y actividades de alta cualificación. Holanda es el mejor ejemplo, pero también en Austria, Alemania, Suecia o Dinamarca ésta es una tendencia creciente. Y lo llamativo es que en todos estos países, que llevan décadas promoviendo políticas igualitarias en el empleo, las cifras no cambian: muchas más mujeres siguen escogiendo este tipo de trabajos con menos horas, sobre todo cuando tienen hijos. ¿Por qué? Aquí sí hay margen para una discusión mucho más interesante que la de la famosa brecha.

Por último, el gráfico inferior muestra las 10 carreras universitarias más demandadas en el curso 2014-15. Son cifras de la Conferencia de Rectores. Y son muy llamativas. En el conjunto de la enseñanza superior (sumando universidades públicas y privadas), el porcentaje por sexo en los nuevos ingresos se mantiene más o menos estable en la última década, con un 45% de hombres y un 55% de mujeres. Y como vemos en el gráfico, las dos carreras que podríamos denominar generalistas y que más nuevos estudiantes reciben (Derecho y ADE) son también dos de los grados donde existe un mayor equilibrio entre chicos y chicas (sólo en Historia, en estas diez carreras más demandadas, los porcentajes son casi iguales, del 50% para cada uno).

En el resto de grados, la desproporción de uno y otro sexo es enorme, llegando a más del 80% de matriculados hombres en Ingeniería Informática o Ingeniería Electrónica y más del 80% de mujeres en Enfermería o Educación Infantil. ¿Por qué chicos o chicas que entran ahora en la universidad, millennials nacidos entre 1995 y 2000, mantienen estas diferencias en sus elecciones? ¿Cómo se refleja todo esto en sus posteriores carreras y sueldos? De nuevo, preguntas muy interesantes que encuentran una respuesta en las estadísticas más habituales en nuestros medios.

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