En un ejercicio de majestuosa irresponsabilidad, primero la Airef y luego –tal vez por celos– el Banco de España se han lanzado a establecer un pronóstico catastrófico acerca de la economía española a raíz de la frustrada independencia de Cataluña. Armadas ambas instituciones de sus respectivas econometrías de series temporales, han predicho la disminución de la tasa de crecimiento del PIB para España, la una, en 1,2 puntos porcentuales para 2018 y, el otro, en un punto para este mismo año y algo más de 2,5 en 2019.
El mensaje no ha podido ser más nítido: si lo de Cataluña persiste nos va a costar a los españoles entre 11.200 y 13.400 millones de euros en valor añadido no creado el año que viene, y 29.100 millones el año siguiente. La prensa, horrorizada por el tamaño de las cifras y crédula del procedimiento de su obtención –básicamente porque, para exponerlo, se emplea una jerga propia de economistas especializados, con términos prácticamente irreconocibles para los profanos– ha dado pábulo a lo que no es ni más ni menos que una impostura derivada de lo que podríamos designar como economía del café instantáneo.
Vayamos por partes para no perdernos. Lo primero es la metodología, o sea, la economía del café instantáneo. En ella, los acontecimientos del mundo real, singularmente los inesperados, son como el café que se diluye en la leche por las mañanas en cualquier desayuno. Son shocks que constituyen un impulso del que, una vez introducidos en la taza del modelo temporal, se deriva una respuesta que nos dice durante cuántos meses o trimestres va a subir o bajar tal o cual variable económica si su comportamiento es el mismo que tuvo lugar en el pasado, en parecidas circunstancias.
Ni que decir tiene que este último supuesto es tan poco realista que da lugar a errores sistemáticos en las predicciones que se derivan de tales modelos. El lector interesado puede consultar al respecto el capítulo 3 del último informe de la Airef, en especial el cuadro 1, en el que este organismo le saca las vergüenzas al Gobierno y al llamado Consenso de Funcas, aunque nada dice de sus propios pecados.
Pero el caso es que, hasta hace unos días, nunca había tenido lugar, dentro del horizonte temporal que cubren las estadísticas disponibles, un episodio de independencia de Cataluña, con lo que difícilmente se puede identificar este acontecimiento con otro anterior para meterlo en la taza econométrica. Ello, sin embargo, no es un problema para los practicantes de la economía del café instantáneo porque, como muestran tanto la Airef como el Banco de España en sus informes, basta con encontrar un sucedáneo: si no tenemos café, nos dicen, usemos achicoria.
El dudoso coste de la incertidumbre
Para ello es suficiente con encontrar una variable apropiada para la que tengamos datos, aunque sean de dudosa alcurnia. Esa variable no es otra que la "incertidumbre", un concepto éste del que suelen hablar los economistas, aunque generalmente con prudencia porque nadie sabe muy bien qué es en concreto y, sobre todo, cómo se puede medir.
No crean mis lectores que esto es un inconveniente para los dos organismos oficiales mencionados. La Airef saca los datos del llamado "Índice de incertidumbre de política económica"(EPU) –que no recoge otra cosa que el número de veces en las que, en la prensa importante, genuinamente cafetera podríamos decir, aparecen asociadas las palabras incertidumbre, economía y política–, sin percatarse de que, en el momento de publicar su informe, ese índice experimentará una subida por el mero hecho de la prensa le concede credibilidad.
El Banco de España es, sin embargo, más sofisticado y emplea, además del EPU, otras 16 variables que, por un procedimiento estadístico multivariante, sintetiza en tres índices, uno referido a los mercados financieros, otro al desacuerdo entre los agentes económicos y el tercero a la política económica y la situación política. Digamos en todo caso que, en este asunto de la medida de la incertidumbre, el Banco de España es bastante más serio que la Airef. Pero la cuestión no es sólo el sucedáneo, sino cómo se puede identificar en él una perturbación -uso este término no porque los autores de la secesión sean o parezcan ser unos perturbados, sino porque se trata de un desorden en el curso corriente de los acontecimientos- tan seria como la independencia de Cataluña.
Tampoco eso es un problema para nuestras instituciones. La Airef lo hace, según dice, siguiendo "un enfoque narrativo, aproximado mediante la identificación de eventos similares experimentados en situaciones cualitativamente comparables". Enigmáticas palabras estas que ocultan un hecho fundamental: sus economistas no tienen ni idea de lo que hablan, pues, en efecto, ninguno de los 29 eventos seleccionados se refiere a nada parecido a una declaración de independencia; además, sólo tres aluden a España -con temas tan sugerentes como la crisis subprime, las fallidas elecciones de 2015 o el rescate a Grecia, además de lo que identifican como "nuevo impulso al referéndum de Cataluña", asociándolo con el Brexit, en junio de 2016- y el resto a Estados Unidos (7), Francia (6), Reino Unido (6), Alemania (4) e Italia (2).
Y tras esa identificación tan sui géneris de situaciones cualitativamente comparables, las mete todas en una batidora y "calibra [...] su alcance en términos relativos a la desviación estándar de la serie". ¡Genial! Menos mal que aclara que eso supone un aumento de 132 puntos en el índice de incertidumbre. Así, el café instantáneo hecho con achicoria seguramente tendrá un mejor sabor.
Los economistas del Banco de España no son tan pretenciosos como los de la Airef y directamente identifican la perturbación catalana con la que se produjo en "las fases iniciales de la reciente crisis financiera global", para los indicadores de incertidumbre financiera y de desacuerdo entre los agentes, y el "en el momento de la puesta en marcha del programa de recapitalización y saneamiento del sector bancario", allá por 2012, para el indicador de incertidumbre sobre la política económica y la situación política. Es evidente que ninguna de estas opciones tiene nada que ver con la independencia de Cataluña, aunque se escogen por ser las más perturbadoras de los mencionados índices.
En resumen, lo que nos presentan los documentos de la Airef y el Banco de España son meras ficciones. Nada que ver con un asunto tan serio como el de la independencia de Cataluña. Si de verdad los que dirigen esas instituciones hubieran querido participar con seriedad en el debate catalán, primero, lo habrían hecho antes de que tuvieran lugar los acontecimientos del último mes; y, segundo, lo habrían estimado un modelo macroeconómico de equilibrio general para Cataluña con el que poder efectuar simulaciones con las que analizar aspectos como las consecuencias que, para esta región, pudiera tener su salida de la Unión Europea o un fenómeno de deslocalizaciones empresariales como el que, de hecho, ya se ha producido. No ha sido así y su demagógica y falsa intervención en este asunto a nada bueno puede conducir.