El procés cuesta dinero. Ya lo ha hecho. En pasado y en presente. La apuesta secesionista está dañando la economía catalana. No hablamos, como en otras ocasiones, del coste futuro de la independencia. Ésa es otra discusión. Ahora el tema es cuánto cuesta la jugada en marcha: tensión con Madrid, amenazas de ruptura, incertidumbre institucional… Pues bien, sin haber llegado todavía a la soñada independencia, sólo con la posibilidad de que este escenario se acerque, empresas y trabajadores catalanes están sufriendo por el envite de sus políticos.
Cuando se habla sobre el futuro de una hipotética Cataluña independiente, el nacionalismo se hace fuerte detrás de un argumento irrebatible: nadie sabe con un 100% de certeza qué pasará, porque el futuro es impredecible. Sí, es cierto, hay un enorme consenso entre la mayoría de los economistas en que una decisión como la independencia, con las consecuencias que acarrearía (alejamiento de sus principales mercados, inseguridad jurídica, fuga de capitales y empresas…), sería muy dañina para esta región. Sin embargo, a estos argumentos siempre se les rebate con la misma respuesta: es catastrofismo injustificado y destinado a generar miedo. La versión oficial de la Generalidad, y es la que repiten sus altavoces mediáticos, es que tras apenas unos meses (o incluso semanas) de incertidumbre todo volvería a la normalidad y Cataluña crecería con fuerza, liberada del lastre del resto de España.
También es verdad que, como hemos visto en los últimos días, los políticos nacionalistas aseguraban que ninguna empresa saldría de Cataluña si se independizaban… y apenas unos días después del referéndum, en parte como medida preventiva ante ese escenario y en parte para paliar los daños que el procés estaba causando a su negocio, la desbandada era generalizada.
Pues bien, en lo que respecta al crecimiento económico la situación es similar. No ha sido necesario llegar a la independencia para empezar a sentir los efectos de la inestabilidad: 3,5 puntos de PIB perdidos desde 2008 a causa de la apuesta por la ruptura de España, más de ocho puntos de diferencia con Madrid, caída de las expectativas económicas para este año y para el que viene, fuga de empresas, paralización de inversiones… No sabemos cómo acabará todo esto, pero por el momento, el negocio no puede estar saliendo peor.
Las cifras
Este miércoles por la mañana, se presentaban en Madrid dos documentos con una finalidad similar aunque desde enfoques muy diferentes. Por un lado, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) publicaba su "Informe sobre el escenario macroeconómico del Proyecto de Plan Presupuestario 2018" en el que analiza las previsiones del Gobierno para lo que queda de año y para el próximo ejercicio. Además, Societat Civil Catalana (SCC) presentaba los últimos datos de su Índice de Riesgo en Cataluña.
Tal y como anunciaba hace unos días el Ministerio de Economía, la previsión oficial para el próximo año se ha revisado a la baja en el Plan Presupuestario enviado a Bruselas a causa de los riesgos asociados a la incertidumbre institucional en Cataluña. Hablamos de 3-4 décimas de PIB menos para 2018 respecto a lo previsto hasta ahora. No es un colapso pero es un parón significativo. La AIReF certifica que esta desaceleración "apunta a una corrección significativa a la baja de la senda inercial de PIB, así como a un deterioro asociado de las finanzas públicas". Y cuidado, porque si la tensión se mantiene "el impacto del componente común del shock de incertidumbre en 2018 se estima entre 0,4 y 1,2 puntos porcentuales de PIB, dependiendo del grado de permanencia del escenario estresado". Es decir, que del 2,7% de crecimiento que el Gobierno esperaba para 2018 podríamos pasar a un escenario en el que el PIB crecería entre un 1,5 y un 2,3%.
Y hay más. Porque la ralentización del crecimiento tendrá su correlato en la senda de disminución del déficit: "Este efecto se traduciría en un deterioro del saldo presupuestario (entre 2 y 5 décimas), a través de unos menores ingresos y el efecto denominador del PIB. Este deterioro de las finanzas públicas comprometería el cumplimiento del déficit previsto".
El escenario es muy preocupante. Y a todo esto se suma que junto al que la AIReF denomina como "shock de incertidumbre" (el derivado de la inestabilidad institucional) hay otro, el "shock idiosincrático": un parón de actividad en Cataluña si el conflicto se enquista. El propio organismo reconoce que éste es más complicado de medir porque no hay demasiados antecedentes de países ricos en los que se haya llegado a una situación como la que vivimos en España en estos días: "La mayoría de los conflictos que se han cronificado se corresponden con economías de un bajo PIB per cápita. ‘Too much to lose effect".
Por su parte, SCC también aprovechaba este miércoles para presentar un par de estudios muy significativos. El primero es el que muestra el "Índice de riesgo catalán".
Como vemos, se encuentra en máximos históricos. Ni siquiera en 2012, cuando España estaba a punto del rescate, con la prima de riesgo por encima de 600 puntos y la deuda soberana de España, Italia, Portugal y Grecia en el ojo del huracán, se llegó a las cifras actuales. Este índice quiere reflejar la evolución del riesgo político, económico y social generado por el desafío independentista. Para lograrlo une indicadores adelantados de actividad (licitación oficial de obras, consumo de energía eléctrica, indicador de Actividad del Sector Servicios, turismos matriculados y vehículos industriales matriculados, cifra de negocio de la industria ex-energía, pernoctaciones hoteleras, pedidos industriales) con un panel de cuarenta medios de comunicación nacionales e internacionales (se mide cuánto aparecen palabras como independencia o secesión en los titulares de estos medios).
Con las dos cifras: la de las variables macro y las de medios de comunicación, se construye una base normalizada (se toma mayo de 2004 como punto de partida y base 100) para comprobar cómo la tensión separatista se convierte en riesgo para la economía catalana. Pues bien, tras un período de 2004 a 2010 con subidas y bajadas, a partir de ese año comienza una tendencia al alza que ha llevado al Índice de Riesgo a tocar los 212 puntos en esta semana. Y como indican las previsiones de SCC (elaboradas por Ferrán Brunet, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y Javier Santacruz, Instituto de Estudios Bursátiles) si se llegase al escenario secesionista, la cosa podría ser mucho peor.
Además, este riesgo no es sólo potencial, sino que está dañando desde hace años la economía catalana. SCC presentaba también este miércoles los siguientes dos gráficos: 1) evolución del PIB catalán con y sin procés (es decir, cuál habría sido el crecimiento tendencial sin un desafío separatista); y 2) comparación con lo ocurrido en la región desde 2008 frente a lo que ha pasado en Madrid. Las dos imágenes son muy significativas: hasta 3,5 puntos de PIB se han perdido en Cataluña como consecuencia de la apuesta nacionalista y hasta ocho puntos de diferencia respecto a Madrid (que vio cómo su economía caía menos en la recesión de 2008-2012 y crecía más en la recuperación posterior).
Detrás de estas cifras hay muchas pequeñas decisiones. Desde la empresa extranjera que tiene que escoger entre Barcelona y Madrid para su sede en España al inversor que duda entre varias alternativas para su dinero o la compañía que incurre en costes derivados de la incertidumbre normativa. Lo que los datos nos dicen es que el nacionalismo catalán ha conseguido que buena parte de esas decisiones sean perjudiciales para su región.
La realidad
Llegados a este punto, hay varias conclusiones significativas que se derivan de estos datos:
- En primer lugar, cuanto más dure la incertidumbre, peor para todos. La inseguridad jurídica es muy mala compañera del crecimiento económico, algo que puede comprobarse tanto en los datos de SCC en lo que hace referencia a los últimos años, como con los de la AIReF, en sus previsiones para 2018. Como hemos visto, este organismo alerta de que la magnitud de la ralentización dependerá "del grado de permanencia del escenario estresado". Es una advertencia a tener en cuenta, más aún en un tema en el que muchos de los actores implicados han jugado a dejar pasar el tiempo esperando que éste resolviera el problema de fondo. En estos últimos años, especialmente desde el Gobierno central, se intuía una cierta confianza en que el crecimiento económico y la salida de la crisis reducirían por sí solos el apoyo del secesionismo y devolviera a los políticos catalanes al redil constitucional.
- El escenario es inédito… en España, en la UE y en el mundo desarrollado. Como apunta la AIReF, no hay demasiada literatura al respecto porque los casos de ruptura institucional como la que plantea el Gobierno de Carles Puigdemont son pocos y asociados a conflictos armados y colapso económico. En el último medio siglo, apenas hay en el mundo occidental una situación siquiera similar a la que se vive estos días en Cataluña. También esto tiene un reflejo en las ratios de crecimiento: ni empresas ni inversores saben muy bien cómo comportarse ante una situación excepcional. Por ahora, la mayoría de los analistas siguen apostando a que no se llegará al peor supuesto (independencia o ruptura institucional total Cataluña-Resto de España) pero lo que hace unos meses se daba por imposible ya empieza a situarse dentro de la categoría de lo poco probable. Y sólo eso, que se considere como una opción que está sobre la mesa, ya es dañino.
- No sólo Cataluña. Ésta es una parte muy importante del informe de la AIReF: toda la economía española se vería afectada por un teórico "shock idiosincrático" de la actividad catalana. Y no sería un impacto menor: "Cada 1pp de caída de la actividad económica en Cataluña detraería 0,2 pp adicionales al crecimiento en el conjunto de España. Una caída del empleo en Cataluña del 1% supondría una disminución del 0,17% para el resto de España (efectos desbordamiento negativos) y del 0,21% en el empleo agregado". En esto sí tienen razón las amenazas nacionalistas: la independencia y el procés son malos para todos. Para Cataluña, sin duda… pero también para el resto de España.
- Y esto es sólo con el anuncio. Volvemos al comienzo del artículo y al gran argumento del nacionalismo sobre la imprevisibilidad del futuro. Lo que los datos nos dicen es que cuanto más se acerca la posibilidad de una declaración de independencia, cuanta más inestabilidad política y cuanta más incertidumbre, peor para todos. La economía española en su conjunto sufre y la catalana corre el riesgo de desplomarse. Eso sí, el nacionalismo sostiene que si esa amenaza que tanto daño hace se concretase en algo real… desaparecerían como por ensalmo los efectos negativos de la incertidumbre.
Es un argumento curioso: pensar que una posibilidad pequeña de independencia es muy dañina, pero una posibilidad del 100% apenas tendría efectos. Porque, además, presupone que las incertidumbres sobre el futuro (encaje en la UE, relaciones con España) también se evaporarían de un día para otro y que un nuevo país independiente, enfrentado a esa situación casi inédita de la que hablábamos antes, recuperaría la estabilidad institucional en muy poco tiempo. Ésa es la apuesta de los políticos nacionalistas: eso sí, como explicábamos hace unos días, es un envite en el que son los catalanes (y españoles) de a pie los que ponen el dinero.