Al margen de nuestras ideologías políticas, en el día a día debemos tomar decisiones para sacar adelante nuestras vidas y las de nuestros seres queridos basándonos en cómo es el mundo, no en cómo nos gustaría que fuera. Debemos ser inteligentes para elegir nuestra estrategia y prosperar, pues nuestras vidas son cada vez más prolongadas y son los pequeños detalles los que marcan la diferencia en el largo plazo.
Las economías actuales se caracterizan por ser híbridos entre sistemas capitalistas de libre empresa, donde se desarrollan la creatividad y el orden espontáneo, y aparatos estatales burocráticos con altas dosis de intervención y regulación. Existe también una división del trabajo cada vez más profunda debido a la globalización, donde somos consumidores de una gran cantidad de bienes y servicios, pero nos especializamos en trabajos muy concretos para producir una sola cosa. Eso, sin duda, impulsa el avance de la civilización, pero puede ser una apuesta personal muy arriesgada en un mundo de crecimiento exponencial de la tecnología y la eficiencia.
Debido al peso del Estado en la sociedad, la democracia queda secuestrada por élites y plebes extractivas que presionan para conseguir privilegios a costa del resto de la población, desde políticos y empresas cercanas al poder hasta funcionarios y sectores subvencionados. ¿Es factible que esta realidad se desmantele rápidamente? Yo diría que no, por lo que si las políticas de nuestro país dificultan nuestra iniciativa personal o entorpecen nuestras posibilidades de labrarnos un futuro laboral, quizá sea momento de votar con los pies y comenzar una nueva etapa en un país más próspero. Puede ser la mejor decisión de nuestras vidas. Si esto no es factible, siempre podemos "pasarnos al lado oscuro" formando parte de dichos grupos de interés, por ejemplo haciendo unas oposiciones. Puede ser la única forma de mantenernos cerca de nuestras familias en una país que asfixia nuestra posibilidades en el sector privado.
La clave está en encontrar nuestro lugar sopesando información que sólo nosotros tenemos sobre nosotros mismos. ¿Qué se me da bien?, ¿qué me apasiona hacer?, ¿qué necesita y valora la gente?, ¿qué opciones hay?, ¿dónde están los mayores sueldos?, ¿debo seguir estudiando o empiezo a coger experiencia?, ¿valoro quedarme donde estoy o no me importa irme a una ciudad más grande o a otro país? Son preguntas importantes para conseguir construir nuestra primera y principal fuente de ingresos: nuestro sueldo.
¿ Y qué hay del emprendimiento? La cruda realidad es que si no te gustan las ventas, si no te gusta levantarte pronto y acostarte tarde preocupado, si no eres paciente ni tienes perspicacia empresarial, si no te sientes cómodo asumiendo grandes riesgos sin un sueldo fijo, si en tu sector es difícil competir sin economías de escala, si en tu país se castiga al pequeño empresario con regulaciones e impuestos, si no eres tolerante a la frustración... El mejor negocio que puedes hacer es firmar un contrato de trabajo, preferiblemente con empresas grandes, y no ser emprendedor por muy de moda que esté. Puede ser peligroso para ti, tu familia y tu patrimonio.
La importancia del ahorro
¿Y qué hacemos con ese dinero ganado con tanto esfuerzo?, ¿lo gastamos? Aquí es donde resulta crucial comprender el mundo en el que vivimos, cada vez más competitivo y cambiante, y protegernos de la incertidumbre creando una segunda fuente de ingresos para tener un colchón si la tecnología deja obsoleto nuestro puesto de trabajo o si necesitamos tiempo para adaptarnos.
No seamos tampoco catastrofistas, la cooperación siempre será valiosa y nuestro deseo de mejorar es infinito, así que hasta llevar el café a un diseñador de robots o a un programador de inteligencia artificial será valioso, y con el mismo sueldo podremos comprar más y mejores productos gracias a la tecnología. Pero si proporcionalmente cada vez más rentas las van a producir los bienes de capital, ¿por qué no empezar a construir un capital? Y para eso el primer paso es ahorrar, el hábito que tendrá un mayor impacto en el futuro de nuestra vidas.
Esto es importante porque el futuro del sistema de pensiones es negro, negro como el as de picas. Podemos ser ingenuos y creernos las mentiras de los políticos, pero todo lo que hemos cotizado ya está gastado, no se ha ahorrado nada, no tenemos derecho a nada y nuestras pensiones las decidirán los políticos de nuestros hijos y nietos en base a lo que haya para repartir. ¿Nos quitan parte de nuestro sueldo para acabar con una pensión miserable y encima tenemos que ahorrar por nuestra cuenta? Sí, así está el cuento.
Inversión en Bolsa
¿Y en qué invertimos? En primer lugar, no menospreciemos el valor de no hacer nada. El dinero en una cuenta corriente (siempre de un banco grande sistémico y menos de 100.000 €) es muy valioso para hacer frente a imprevistos o esperar oportunidades. Los seguros también protegen contra grandes pérdidas, y los seguros de vida-ahorro pueden ser una buena primera opción para cubrir nuestro mínimo vital para la jubilación sin asumir riesgos. Lamentablemente, la deuda pública ya no es una opción, dada la burbuja que ha generado el Banco Central.
La regla más importante es poner el dinero únicamente en lo que entendamos bien. Si es complicado, esotérico, confuso o demasiado bueno para ser verdad, huye. Como consumidores nos aprovechamos del capitalismo consiguiendo cada vez más y mejores productos por cada vez menos dinero gracias a la competencia, pero como inversores la competencia es nuestra enemiga, queremos certidumbre.
¿Cómo nos aprovechamos en este caso? Un primer paso es beneficiarnos de la división del trabajo, es decir, nosotros nos enfocamos en trabajar y ganar dinero con lo que mejor sabemos hacer, mientras otros asignan nuestro capital y son los que están día y noche analizando inversiones, cosa que nosotros no podemos hacer. El segundo paso es entender cómo lo hacen, usar el sentido común, ver si el producto encaja con nosotros o si comulgamos con su filosofía, y lo más importante: entender el poder de los incentivos.
¿Qué le interesa a la persona que me vende esto? Si me venden un seguro de vida, a la aseguradora no le interesa que me muera y a mí tampoco, pero si el director de un banco me vende un producto, puede que sólo le interese llegar a sus objetivos de comisiones, pues no olvidemos que él es un comercial, no un asesor. Si me hablan de una inversión, ¿tiene la persona que me lo vende su propio patrimonio en el producto?, ¿se arriesga contigo o sólo es un aprendiz de estafador?
Por último, en caso de que decidamos invertir por nuestra cuenta, debemos buscar certidumbre, huir de la competencia y las disrupciones tecnológicas. Una opción son la renta fija o variable de empresas con privilegios estatales: las patentes de las farmacéuticas, licencias, concesiones, etc. Opciones interesantes, pero con riesgo político. El otro camino es detectar empresas con ventajas competitivas duraderas que nos protejan de la competencia durante muchos años, quizá por imagen de marca ( Coca-cola, Nestlé, Louis Vuitton), efectos de red (facebook, Google), costes de cambio (Oracle, SAP, Microsoft) o por tener ventajas en los costes (Amazon, Inditex). En todos los casos tendremos que determinar si entendemos bien el negocio, si las ventajas son duraderas, si los gestores están alineados con nuestros intereses y si podemos invertir a precios razonables.
En cualquier caso, la estrategia parece clara. Para sobrevivir en el mundo actual, debemos ahorrar, aprovecharnos de la competencia como consumidores y buscar empresas sin competencia como inversores.