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El mito de la 'pócima secesionista': ¿de verdad crecen más los países que se independizan?

El nacionalismo catalán tira de ejemplos del este de Europa para vender las virtudes de la ruptura. Pero ignora los argumentos que no le respaldan.

El nacionalismo catalán tira de ejemplos del este de Europa para vender las virtudes de la ruptura. Pero ignora los argumentos que no le respaldan.
Imagen de archivo del Gobierno de la Generalidad de Cataluña. | EFE

Primero fue Quebec, luego Escocia; también han aparecido en el debate Montenegro o Kosovo; y ahora le toca el turno a Eslovenia, Eslovaquia o incluso Croacia. El nacionalismo catalán está empeñado en demostrar que hay precedentes en los últimos veinte años de países en los que se han realizado referéndums de independencia y otros que se han independizado sin referéndum. Desde un punto de vista histórico, esto es una evidencia. Y no necesitaría más explicación que la constatación de una realidad. Bueno, quizás el pequeño apunte, que siempre se elude como si fuera una cuestión menor, de que en casi todos los casos hablamos de separaciones traumáticas, muchas veces con guerras de por medio y enormes tensiones a uno y otro lado de las nuevas fronteras.

Pero hay más. Porque en el argumentario del secesionismo también se desliza un razonamiento económico que podría resumirse más o menos así: "A Eslovenia o a Croacia les ha ido muy bien siendo independientes. Eso demuestra que a Cataluña también le iría bien si se separase de España".

Como ya hemos apuntado en artículos anteriores sobre este tema, es complicado especular sobre la evolución de la economía catalana en una futura e hipotética Cataluña independiente. Hay tantos factores en juego y tantas incertidumbres, que es imposible saber qué ocurriría: desde cuál sería la reacción de la UE y del resto de la comunidad internacional, hasta qué Gobierno se formaría o cómo afectaría a las relaciones con su principal mercado, que sigue siendo, con muchísima diferencia sobre el siguiente, el resto de España. Pero lo que sí se puede decir es que los argumentos del secesionismo son o bien directamente tramposos o tan optimistas (con todas las variables jugando a su favor en todas las circunstancias posibles) que se acercan a la ciencia ficción.

De Eslovenia a Canadá

El primer equívoco es aquel que asocia el crecimiento en Eslovenia, Croacia o Eslovaquia a su independencia. Sí, es cierto que todos estos países han incrementado su PIB en los últimos veinte años, pero de ahí a asociar este crecimiento con el que podría generar una Cataluña independiente hay un triple salto mortal argumentativo complicado de aceptar.

Quizás con el siguiente contraejemplo se entienda mejor la estafa retórica del secesionismo.

Canadá estuvo al borde de la ruptura entre 1980 y 1995, cuando los nacionalistas quebequeses plantearon sendos referéndums de independencia. Los secesionistas fracasaron y el país siguió unido. Canadá ha sido uno de los países ricos que mejor lo han hecho, desde un punto de vista económico, en las últimas dos décadas. A pesar de los vaivenes de los precios de las materias primas (un sector al que es muy sensible el país norteamericano) el desempeño económico desde 1995 hasta la actualidad no puede calificarse más que como exitoso.

Hasta aquí nada raro. Son sólo datos objetivos de lo ocurrido desde 1995. Lo que sería una trampa sería decir "como Canadá ha crecido desde que fracasó el secesionismo… eso quiere decir que todos los países que continúen unidos seguirán el mismo camino exitoso". Es evidente que es una lógica absurda: Canadá ha prosperado porque ha tomado buenas medidas económicas (por ejemplo, todos los índices internacionales coinciden en que ahora mismo es una de las economías más libres del planeta y más integradas en la globalización) no porque ganase el bando unionista en el referéndum de 1995. ¿Qué habría pasado en caso de que Quebec se hubiera separado? Nunca lo sabremos. Eso sí, lo que se puede saber es que los gobiernos nacionalistas han empobrecido aquella provincia, que es ahora mucho menos rica en relación al resto del país de lo que era hace 40 años, cuando comenzó la aventura independentista y ha perdido población respecto al resto de las regiones punteras canadienses como Alberta, Ontario o British Columbia.

Sin embargo, aunque con el ejemplo de Canadá es fácil ver lo tramposo del argumento, lo cierto es que algo parecido es lo que defienden ciertos sectores nacionalistas catalanes cuando señalan a Eslovenia, Croacia o Estonia. "Como estos países han crecido tanto en las últimas dos décadas, tras su independencia", vienen a decir, "imaginaos lo que haría Cataluña si se separa de España". Se asocian algunos casos de independencia y prosperidad, como si la una siguiera de forma inevitable a la otra.

Lo primero que hay que decir es que los ejemplos de éxito que toma el secesionismo catalán son todos iguales: países del Este de Europa que entre 1990 y 1995 se liberaron del control soviético. Todos ellos eran mucho más pobres, en todos los sentidos, de lo que es Cataluña en la actualidad. No sólo eso, sino que ese proceso de descomposición del dominio comunista les acercó a la UE y a la Europa Occidental.

Hay otros muchos casos de independencia en las últimas décadas: de Sudán del Sur a Kosovo pasando por Timor Oriental… pero esos les interesan menos. Se objetará que estos últimos países no tienen ninguna relación con Cataluña. Y es cierto. Pero tampoco hay muchos puntos en común entre la situación de Estonia o Eslovenia en 1990-95, tras varias décadas de dominio comunista y se usa como ejemplo.

En realidad, no sólo estos países abandonaron la dictadura comunista para pasarse al capitalismo y a la democracia liberal occidental. También lo hicieron otros como Polonia o Hungría. Por eso, para saber si la independencia genera por sí misma riqueza (porque da lugar a países más cohesionados, más pequeños, integrados en el comercio internacional) habría que ver si aquellos lo han hecho mucho mejor que estos otros. Y lo cierto es que no.

En el siguiente cuadro están los datos del Banco Mundial (en dólares constantes de 2010) que recogen el PIB per cápita de seis países del este de Europa entre 1995 y 2015. Hay dos (Hungría y Polonia) que no vieron modificadas sus fronteras; otros dos (Eslovaquia y República Checa) que se separaron amistosamente; y otros dos (Eslovenia y Croacia) que escaparon al conflicto que desangró la ex-Yugoslavia.

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Banco Mundial. PIB pc dólares 2010

Como vemos (y era previsible) todos ellos han crecido con fuerza en estas dos décadas. Algunos lo han hecho un poco mejor y otros no tanto: los más pobres en 1995, como Polonia, tenían más margen de mejora y lo han aprovechado, y los que salieron del dominio comunista con un nivel más elevado de riqueza (República Checa y Eslovenia), aunque también han aumentado su PIB per cápita en una cifra importante (62%), no han conseguido un desempeño tan brillante. Esto es algo más o menos normal y que pasa en todas las regiones del mundo, cuanto más rico es un país, más le cuesta mantener un elevado crecimiento del PIB sostenido durante mucho tiempo. En cualquier caso, parece claro que no es la independencia lo que trajo la prosperidad sino la integración en el bloque occidental de libre comercio y capitalismo.

De Letonia a Bielorrusia

En este punto, hay otro conjunto de países que también pueden servir como referencia de los riesgos y dificultades que trae aparejados un movimiento político como éste. Nos referimos a las repúblicas de la Unión Soviética que se independizaron tras la desintegración de aquel país. En el siguiente cuadro, aparece la renta per cápita actual de seis exrepúblicas soviéticas (para Ucrania, cogemos datos previos al actual conflicto bélico, para no distorsionar la imagen):

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Banco Mundial. PIB pc dólares 2010

Como vemos, los países bálticos (Letonia, Estonia y Lituania) se han disparado respecto al resto de las provincias soviéticas. Por cierto, algo que no tenía por qué darse por sentado. Por ejemplo, en 1990 Rusia era más rica en términos per cápita que estas tres repúblicas. De nuevo, parece claro que lo que ha motivado el crecimiento no ha sido tanto la independencia como la aproximación al bloque occidental, la integración en la globalización, la liberalización (hablamos de tres de las economías menos intervencionistas del continente) y la entrada en la UE.

Una discusión eterna

Como apuntábamos al comienzo del artículo, la discusión puede ser eterna. Nadie sabe cómo sería el futuro. Los nacionalistas se imaginan una Cataluña independiente que se mira en el espejo de Holanda o Suiza, dos países de un tamaño similar, integrados en la economía europea, ricos y prósperos. Pero no hay ninguna razón para pensar que no pudiera derivar en Grecia, un país periférico, que ha estado a punto de quedarse fuera de la UE y al que las políticas intervencionistas y corruptas de sus gobiernos han abocado a una decadencia económica sin precedentes en un país rico, con fuga de talento, capitales e inversiones.

Entonces, ¿no hay nada que decir? Bueno, hay algunas cuestiones que sí se pueden afirmar (con precaución, como casi todo lo que tiene que ver con el futuro):

- Como apuntamos, las economías del este de Europa que mejor desempeño han mostrado desde 1990-1995 son aquellas que antes se integraron en la economía de la UE, incluso antes de su ingreso formal, a través de los intercambios comerciales con el resto del continente. A este respecto, los países que han adoptado medidas liberales y han reducido el intervencionismo también se han beneficiado de un crecimiento superior y afrontan el futuro con más optimismo. ¿Cómo sería la Cataluña independiente en todas estas variables? ¿De verdad Oriol Junqueras o Anna Gabriel van a empujar en la buena dirección?

- El ingreso en la UE no es sencillo. La mayoría de los países del este tuvieron que esperar hasta 2004 (República Checa, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia). Rumania y Bulgaria hasta 2007. Y Croacia no entró en el club hasta 2013, dos décadas después de su independencia. En el nacionalismo argumentan que, siendo Cataluña más rica de lo que eran todos aquellos países, el proceso se acortaría. Pero olvidan que en este caso habría una variable política mucho más complicada de manejar: cómo reintegrar a quien ha decidido irse voluntariamente. Incluso con el visto bueno de España (y eso es mucho suponer), hay muchos otros países en la UE con sus propias tensiones nacionalistas que podrían verse tentados a castigarles (de hecho, desde un punto de vista político, tendría toda la lógica del mundo).

- No hay ningún caso de independencia en un país del primer mundo en el último medio siglo. Desde la Segunda Guerra Mundial y el posterior proceso de descolonización, ningún país OCDE ha perdido una parte de su territorio (sólo algunas colonias lejanas y con peculiaridades propias). Esto genera dos grandes incertidumbres: cómo reaccionaría la comunidad internacional y cómo afectaría a las economías de los dos nuevos países resultantes. Como no hay ejemplos previos, tampoco hay mucha base para un argumento, pero esta misma incógnita no apunta precisamente en la buena dirección: ya hemos visto en los últimos años cómo las dudas y la falta de certezas son las peores compañeras del crecimiento económico, la inversión y la globalización. ¿Esa incertidumbre sería temporal como argumentan en el nacionalismo? Pues sí, nada dura eternamente. Lo que no está nada claro es cuál sería el plazo para estabilizar la situación, sobre todo si la separación no es amistosa.

- Lo más cercano que tenemos a mano es el Brexit. No es una independencia en sentido estricto, pero la destrucción de lazos económicos sí puede en cierta forma asemejarse a lo que ocurriría en caso de secesión. ¿Y cuál ha sido el resultado de la salida del Reino Unido de la UE? Todavía no se puede decir demasiado. Hasta dentro de 5-10 años no se sabrá. Por ahora, lo que hay son muchas incógnitas y la posibilidad real de que un gobierno extremista, dirigido por un neo-marxista, llegue al poder.

Y después de todo esto, ¿qué pasaría con una Cataluña independiente? ¿Estaría más o menos integrada en la comunidad internacional? ¿Estaría más o menos cerca de la UE, en términos económicos, que ahora? ¿Sería más o menos capaz de atraer empresas e inversiones del extranjero? ¿Quiénes serían los gobernantes del nuevo Estado? ¿Sería un país más liberal o más intervencionista? Desde hace años, la postura oficial secesionista es que estas preguntas tienen la misma respuesta: todo irá a mejor. Viendo lo ocurrido en las últimas semanas, tras la fuga de empresas, cancelaciones turísticas, advertencias de la UE... y eso sólo con la amenaza de que esa declaración de independencia pudiera producirse, la versión de la pócima mágica independentista es un relato que no parece fácil seguir manteniendo.

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