Quizá nadie habría creído hace ahora tres años que el entonces primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, perdería el poder y acabaría siendo defenestrado. Nuestro país vecino encaraba por fin una etapa de recuperación económica y las encuestas estaban del lado del gobierno. Pero el "pacto a la portuguesa" entre el Partido Socialista, el Bloque de Izquierdas y el Partido Comunista hizo saltar por los aires la alianza entre el Partido Socialdemócrata y el Centro Democrático Social, cuyo triunfo en las generales de 2015 fue insuficiente para asegurar una mayoría.
El pasado 1-O, los portugueses acudían a las urnas para elegir a sus nuevos alcaldes. Los comicios arrojaron un fuerte avance del Partido Socialista. La agrupación que lidera el jefe de gobierno António Costa se impuso en 158 municipios, muy por encima de las 101 alcaldías que quedaron en manos del centro-derecha. El Partido Comunista hizo valer su hegemonía en las filas de la extrema izquierda, imponiéndose en 24 alcaldías. Peor suerte corrió un Bloque de Izquierdas incapaz de ganar el poder en ninguna de las ciudades de Portugal. Los candidatos independientes lograron el triunfo en 17 municipios.
La derecha acudió fragmentada en ciudades como Lisboa, donde el Partido Socialista logró el 42% de los sufragios frente al 20,6% del Centro Democrático Social y el 11,2% del Partido Socialdemócrata. Oporto siguió en manos del independiente Rui Moreira, que cosechó un 44,5% de los votos y se impuso con claridad a un Partido Socialista que se quedó en el 28,6%. La izquierda también venció en Amadora, Coimbra, Vila Nova de Gaia… mientras que el bloque PSD-CDS solo pudo anotarse un buen resultado en Braga, donde el centro-derecha se hizo con el 52,1% de los votos y superó holgadamente el 27,9% que logró el Partido Socialista.
En suma, si analizamos los resultados en clave nacional, vemos que el 37,8% de los votos depositados por los portugueses fue para el Partido Socialista de António Costa, mientras que PSD y CDS se repartieron el 27,5% de las papeletas. El Partido Comunista logró el 9,5% de los sufragios, las listas independientes se hicieron con el 6,8% y el Bloque de Izquierdas se quedó con un mediocre 3,3%.
Plan de reformas
Aunque António Costa logró el poder desde una posición política hostil a los programas de "austeridad", su gobierno ha terminado siguiendo muchas de las directrices marcadas por el Ejecutivo de su antecesor, Passos Coelho. La mejor demostración del compromiso de Costa con el reformismo está en su Programa Nacional de Reformas, que introdujo 93 medidas en 2016 y plantea la ejecución de otras 46 para el presente ejercicio.
El gobierno ha puesto en marcha un programa de apoyo a emprendedores conocido como Startup Portugal. Esta iniciativa incluye incentivos fiscales que benefician a quienes invierten en empresas de nuevo cuño. Además, mejora el marco regulatorio del capital riesgo y abandona las viejas políticas del I+D, sustituyéndolas por "cheques" que aportan financiación pública a aquellas empresas que entran en aceleradoras o incubadoras de negocio.
Como medida para impulsar el desarrollo socioeconómico de la zona rural del país, Costa ha creado un tipo reducido del Impuesto de Sociedades. Bajo el nuevo marco vigente, los primeros 15.000 euros de beneficio obtenido por sociedades que operan en las regiones del interior quedan sujetos a una tributación reducida del 12,5%.
Evolución macro
El PIB de Portugal se redujo un 4% a lo largo del año 2012, pero ese duro ajuste dio paso a una progresiva recuperación económica. En 2013, la contracción fue del 1,1%. Un año después, en 2014, Passos Coelho sacó pecho con un aumento de la actividad del 0,9%. Mejor aún fue el 2015, marcado por una nueva aceleración del PIB, hasta el 1,5%. El primer año de Costa se ha saldado con una leve desaceleración hasta el 1,4%, mientras que el Banco de Portugal anticipa un crecimiento del 1,2% durante 2017.
El déficit público sigue siendo una realidad, pero los datos de ejecución confirman que el inesperado "socialismo austero" de Costa ha reducido el desaguisado fiscal al menor nivel observado en los últimos cuarenta años. En 2016, las necesidades de financiación fueron del 2,1% del PIB, por debajo del 3,1% registrado en 2015 (4,4% si se cuenta el "rescate" bancario que Costa acordó con la oposición que lidera Passos Coelho).
Desde la transición a la democracia, el Instituto Nacional de Estadística de Portugal no había observado un nivel tan reducido de déficit público. En palabras del Financial Times, el gobierno de Costa "dijo ser socialista y contrario a la austeridad, pero en la práctica ha actuado de forma muy distinta, comprometiéndose con los objetivos fiscales y sorprendiendo a los analistas". Está previsto que, en 2017, el déficit se reduzca nuevamente, hasta llegar al 1,6% del PIB. La deuda pública, que ronda el 130% del PIB, se ha estabilizado y podría bajar ligeramente a lo largo de la legislatura. El superávit fiscal podría ser una realidad en 2019.
La buena herencia recibida
Portugal ya iba por buen camino bajo el gobierno de Passos Coelho. Con el ex primer ministro de centro-derecha al mando, el desempleo bajó del 18% al 13% y el déficit se redujo del 11,2% al 3,3% del PIB. Las medidas de ajuste fueron significativas: el gasto público cayó del 50% al 42% del PIB, un notable achicamiento del tamaño del Estado.
El gobierno de Passos Coelho también introdujo un programa conocido como Visado de Oro que otorga permiso de residencia temporal a quienes invierten en el sector inmobiliario o en la creación de empresas. Esta iniciativa ha hecho de Portugal un pequeño paraíso fiscal, en virtud de un marco tributario que deja libres de impuestos los ingresos cobrados del extranjero y aplica una tasa reducida del 20% a cualquier renta generada en suelo luso.