Aunque Pedro Passos Coelho llegó al Gobierno de Portugal en una situación de lo más compleja, su periplo como primer ministro se saldó de forma exitosa. Nuestro país vecino recuperó el crecimiento y concluyó el programa de "rescate", dejando atrás lo peor de una larga crisis y abriendo una nueva etapa de consolidación de la recuperación.
Con esos ingredientes, Passos Coelho esperaba lograr una contundente victoria electoral en los comicios generales de 2015. Su candidatura, Portugal al Frente, reunía a los dos grandes bloques políticos del centro-derecha luso: los liberal-conservadores del PSD y los democristianos del CDS-PP. En las anteriores elecciones, ambas formaciones habían alcanzado, respectivamente, el 38,7% y el 11,7% de los votos.
Pero el resultado no fue el esperado. La lista conjunta que presentaron PSD y CDS-PP sedujo al 36,9% de los electores, dejándose casi catorce puntos frente al resultado de 2011. De modo que el Partido Socialista, liderado por António Costa, aprovechó la coyuntura y tejió un pacto de perdedores que le llevó a la jefatura del gobierno.
Costa logró el 32,3% de los sufragios, por debajo de Passos Coelho. Sin embargo, buscó el apoyo del Bloque de Izquierda y del Partido Comunista, equiparables a Podemos e Izquierda Unida. Ambas agrupaciones alcanzaron, respectivamente, el 10,2% y el 8,3% de los sufragios. Con su apoyo, Costa abrió una nueva etapa política, marcada por el inesperado regreso de la izquierda al gobierno.
Aunque Costa se apoyó en dos formaciones radicales para asegurar su regreso al poder, lo cierto es que su gabinete está gobernando de forma un tanto errática. Por un lado, mantiene los objetivos de austeridad fijados por el anterior gobierno y pacta con la oposición de centro-derecha el "rescate" de entidades financieras. Por otro lado, revisa al alza los impuestos, poniendo el acento en los tributos especiales que gravan los coches, el tabaco, la gasolina…
Dos años después, los sondeos asignan al Partido Socialista una intención de voto del 40%. Esta subida de ocho puntos se ve compensada, en parte, con el retroceso que sufren el Bloque de Izquierda (caería del 10,2% al 8,4%) y el Partido Comunista (bajaría del 8,3 al 7,3%). En la otra orilla, el centro-derecha no logra recuperar los apoyos perdidos y, de hecho, Passos Coelho apenas logra una intención de voto comprendida entre el 35% y el 36%.
Las elecciones locales reforzarán a la izquierda
Encuestas aparte, el mejor termómetro de la situación política en Portugal serán las elecciones municipales que se celebrarán el domingo 1 de octubre, fecha marcada en el calendario político español por el desafío independentista en Cataluña. Ese mismo día, nuestros vecinos están llamados a las urnas para reconfigurar el mapa del poder local.
El Ejecutivo de Costa está preocupado por la elevada abstención que se viene registrando en los últimos comicios. En las generales de 2015, que terminaron abriendo la puerta al pacto de perdedores, cinco millones de portugueses fueron a votar, pero otros cinco millones se quedaron en casa.
De momento, el gabinete socialista ha pedido a la Liga de Fútbol que modifique sus horarios, bajo el entendimiento de que el fútbol perjudica los niveles de participación. La oposición ha salido en tromba contra la administración Costa. El PSD considera que esta orden es "inconstitucional" y supone "un insulto a los votantes", mientras que el CSD-PP se pregunta irónico si Costa "también querrá prohibir que la gente se vaya a la playa cuando toque votar"... También el Bloque de Izquierdas y el Partido Comunista han criticado al Ejecutivo, afirmando que las "promesas incumplidas" de los grandes partidos son el motivo de la elevada abstención.
Más allá de la polémica sobre los horarios del fútbol, los comicios servirán para dirimir varias cuestiones: el tirón de António Costa como primer ministro, el futuro de la alianza de centro-derecha entre PSD y CDS-PP y el liderazgo de una izquierda radical que está partida en dos por la falta de entendimiento entre el Bloque de Izquierdas y el Partido Comunista.
Todas las miradas se van a dirigir a Lisboa, donde la última encuesta de AXIMAGE otorga un 47% de intención de voto al Partido Socialista, frente al 12,6% del CDS-PP, el 10,9% del PSD, el 8,5% del Partido Comunista y el 5,5% del Bloque de Izquierdas. También hay interés por saber qué ocurrirá en Oporto, donde el independiente Rui Moreira lidera las encuestas con un apoyo del 39,9%, los socialistas se quedarían en un 20,8%, el PSD se desplomaría al 11,8%, el Partido Comunista lograría un 8,9% y el Bloque de Izquierdas se anotaría un 5,3%.
Costa presume de logros heredados
La tragedia familiar del exprimer ministro Passos Coelho, cuya esposa está gravemente enferma de cáncer, hace aún más compleja la tarea de reconstruir el centro-derecha en Portugal. Pero, además, tanto PSD como CDS-PP se enfrentan a la paradoja de que las duras reformas introducidas entre 2011 y 2015 son ahora rentabilizadas por António Costa y el Partido Socialista.
Desde las filas del PSD, fuentes consultadas por Libre Mercado afirman que "los socialistas han recogido los frutos de la reforma laboral y del programa de austeridad que tuvimos que implementar durante la pasada legislatura. Nos dejaron el país en una situación crítica, logramos arreglar las cosas… Pero ahora son ellos quienes han heredado esos logros. Sacan pecho ante la opinión pública con los resultados de nuestras reformas".
El Partido Socialista ha empapelado las calles con carteles que subrayan el descenso del paro o la disminución del déficit, dos argumentos que, en efecto, dejan al bloque de centro-derecha fuera de juego. Pero, además, los de Costa también están atacando a los candidatos del Partido Comunista y del Bloque de Izquierdas por sus propuestas fiscales. De esta forma, el Ejecutivo quiere quitarse de encima el estigma de haber subido los impuestos, para lo que señala a sus socios de coalición como responsables de los aumentos tributarios.