Se les conoce como "Tigres Asiáticos". En algún caso como "País Emergente" y en otro hasta como "Nuevo Capitalismo Maoista". Son India y China. El primer país mantiene una cifra de renta per cápita y de PIB que lo hacen relativamente pobre, pese a estar posicionado entre los países emergente. El segundo, mantiene una "férrea" disciplina maoísta, vigilada en todos sus ámbitos por el Partido Comunista de China; si bien las enseñanzas del "eterno" y carismático líder Mao Zedong (el Mao Tse Tung del 68), se han derivado hacia un "capitalismo rojo". Pero ambos se han convertido en el Siglo XXI en los mayores consumidores de oro del mundo, muy por delante de los países occidentales.
Hay que resaltar que el consumo de metales preciosos no se identifica para nada con las reservas nacionales de metal dorado que pueda mantener un país en su banco central, ya que su consumo mayoritario se realiza fuera de los estamentos oficiales y de su control: Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo, Reserva Federal de Estados Unidos, bancos centrales, bancos privados, compañías aseguradoras, fondos de inversión, etc.
Por el contrario, el consumo de oro en los países asiáticos señalados está en manos privadas y, en el caso de la India, sobre todo, en templos y hogares.
Habitualmente, el consumo global de oro se reparte de la siguiente manera: joyería, tecnología, inversión y compras netas de los bancos centrales. Si bien en los últimos años la inversión en metales preciosos ha llegado a superar al sector de la tecnología e industria, que ha visto reducida la utilización de oro y plata con las innovaciones en diversos ámbitos: fotografía, mecánica de automóviles, mecánica aeroespacial y bélica, etc.
En el caso de India y China, joyería e inversión casi van de la mano, de tal manera que alhajas, monedas y lingotes ocupan grandes espacios en la demanda de oro.
Tal ha sido el caso de China, cuya demanda creció un 86% en el cuarto trimestre de 2016, con respecto al mismo periodo de 2015. Casi 300 toneladas durante todo el pasado año, quizás debido a la caída del precio del oro cotizado en yuanes, no en dólares; o al temor a una burbuja inmobiliaria por las nuevas restricciones a la compra de propiedades en Shanghai y Beijin.
La buena temporada del Monzón en el último trimestre de 2016, junto a la desaceleración del precio del oro en rupias, dieron impulso a las importaciones de oro y a su mayor consumo en la India, que crecieron un 158% en 2016.
Pese a la inestabilidad geopolítica y las dificultades por las que atraviesa la economía mundial, los "Tigres Asiáticos" siguen consumiendo a grandes niveles, muy por encima de países como Estados Unidos, Alemania o Suiza.
Por un lado, debido al aumento demográfico sin freno: en el caso de la India, a principios del Siglo XX la población no llegaba a los 250 millones de habitantes (y eso que en esa época incluía a Pakistán y a Bangladesh), ahora se estima una comunidad de algo más de 1.300 millones, con una exigua renta per cápita de 1.700 dólares anuales. China también ha aumentado su demografía: con 1.380 millones de habitantes, mantiene una renta per cápita de 7.300 dólares, ocupando el puesto número 75 del ranking mundial, según el Fondo Monetario Internacional.
Pero sobre todos estos datos estadísticos se eleva un motivo para el consumo de oro que supera a todos los demás: el acervo cultural de ambos países que, durante siglos, han considerado al rey de los metales como poseedor y transmisor de buena fortuna, además de poderosa herencia para legar y como objeto de culto en las religiones hinduistas, budistas y taoístas.
Tanto los miles de templos repartidos por toda la India, cubiertos de oro por dentro y por fuera, que acumulan innumerables tesoros que no consiguieron robar los británicos durante su dominio imperial; como el intercambio de regalos de monedas y lingotes en festividades como el Dwali y Akshaya Tritiya, de la India, y el Año Nuevo y Fiesta de las Linternas en China; o en la concertación de matrimonios, nacimientos de hijos, o como objeto de regalo en cualquier celebración, no cabe duda de que el oro forma parte ancestral en ADN de indios y chinos. De ahí su alto consumo que supera todas las cifras que se puedan imaginar.
Muy por detrás, y sin legado cultural que lo refrende, aparecen países como Rusia, Turquía que también mantienen una buena marcha en la adquisición de oro por parte de su población.