Hace mucho tiempo que la cuestión catalana (signifique esto lo que signifique) ha dejado de ser económica. Puede que en un inicio el nacionalismo utilizara el argumento fiscal para ganar audiencia. Pero ya no. Ahora la clave que predomina es política.
Sin embargo, el tema siempre está ahí. Presente. Sobrevolando. No hay más que ver cómo cada vez que se habla de diálogo, encaje o reformas reaparece la financiación autonómica, lo que ponen unas regiones o reciben otras, la diferencia con los länder alemanes o las provincias canadienses. Nadie lo dice claramente. No, llegados a este punto del conflicto y a dos semanas del referéndum. Pero tras las palabras de los políticos de uno y otro lado (sobre todo de los que hablan desde Madrid) se intuye un pensamiento que podría traducirse en algo así como: "Si arreglamos lo de la financiación, todo lo demás se resolverá solo".
La semana pasada, el Ministerio de Hacienda publicó, un año más, su estudio sobre las balanzas fiscales entre autonomías con los datos del ejercicio 2014. Y durante unos minutos volvió el soniquete: que si Cataluña pone 10.000 millones más de lo que le corresponde, que si cada catalán aporta 1.300 euros al año, que si las regiones pobres se benefician a costa de las ricas… En esta ocasión, los más indignados ni siquiera parecían los nacionalistas catalanes (quizás muy ocupados aprobando las leyes del referéndum y de transitoriedad jurídica) sino los baleares. Así, el coordinador de MÉS per Mallorca, David Abril, aseguraba el lunes que las balanzas fiscales "son la prueba científica del trato profundamente injusto que sufre Baleares por parte del Estado", que trata a su región "como una máquina de hacer dinero".
No es un argumento muy nuevo entre los nacionalistas. Y, al igual que en ocasiones anteriores, presenta los mismos problemas: incompleto, contradictorio y muy sesgado. Como titular para calentar a los seguidores, puede valer; como punto de partida para un debate serio, apenas aporta nada.
Los resultados
De todos los documentos que publica Hacienda (y que son bastante detallados, hay más de 700 páginas de anexos para explicar cada partida y cada cálculo) lo más importante está resumido en el siguiente cuadro que recoge los "saldos fiscales relativos" entre las regiones españolas.
Como vemos, Hacienda estima que "los flujos redistributivos entre regiones ascendieron en 2014 a unos 32.300 millones de euros o un 3,12% del PIB español. Desde el punto de vista de las regiones receptoras netas (con saldos fiscales positivos), los flujos de entrada representaron un 6,3% de su PIB, mientras que para las regiones contribuyentes netas, los flujos de salida supusieron un 6,2% del PIB".
Además, los autores dividen las cantidades aportadas por cada región entre ingresos (pagaron más impuestos de los que les corresponderían si todas las regiones sufrieran el mismo "esfuerzo fiscal") y gastos (recibieron más en el gasto "territorializable de lo que les tocaría en un reparto totalmente equitativo).
Los resultados no necesitan demasiada explicación. La tabla es bastante clara. Hay cuatro regiones que presentan un saldo neto negativo:
- Madrid: 19.205 millones, un 9,82% del PIB regional y 2.979 euros per cápita
- Cataluña: 9.892 millones, un 5,02% del PIB regional y 1.317 euros per cápita
- Valencia: 1.735 millones, un 1,78% del PIB regional y 347 euros per cápita
- Baleares: 1.516 millones, un 5,77% del PIB regional y 1.373 euros per cápita
El resto, sale ganando… si es que se puede hablar en esos términos. Destaca sobre todo el caso del País Vasco, una de las regiones más ricas de España que, sin embargo, tiene un saldo positivo y está entre las que más recibe por habitante. Por aquí sí se puede intuir un elemento de debate legítimo: ¿es compatible el concierto, con el actual sistema de cálculo del cupo, con el sistema de financiación de las comunidades de régimen común? ¿Qué pasaría si el sistema se extendiera a todas las regiones? ¿El problema es el concierto o el cupo? ¿Y si sólo Cataluña se pasa a un régimen foral y el resto sigue en régimen común? ¿Podría Madrid aguantar un diseño como éste?
Transparencia
Otra pregunta sería si las cifras de la tabla son incontrovertibles. Los nacionalistas pidieron durante años que el Gobierno publicase las balanzas fiscales y acusaban al Ejecutivo central de opacidad. No es un tema sencillo de resolver porque, además, hay diversas metodologías y se pueden emplear determinados supuestos. Pero el informe de Hacienda es tan extenso y completo que tampoco hay excesivas discusiones sobre los resultados. Más o menos se ha aceptado esta tabla como punto de partida del debate político.
A partir de ahí, sí hay mucho margen para la discusión. ¿Es mucho o poco ese 3,12% del PIB nacional? ¿Y el 6,2% de media que aportan las regiones que son contribuyentes netas? ¿Y el 5% de Cataluña? Cada uno tendrá su opinión. Los nacionalistas catalanes defendieron durante años que en Alemania existía un límite equivalente al 4% del PIB para medir las transferencias de renta entre los länder. Nadie sabe nunca de dónde salió esa cifra (en el debate entre Josep Borrel y Oriol Junqueras en 8TV el exministro le pidió explicaciones al líder de ERC y aseguró que se la habían inventado, sin encontrar una respuesta). Pero incluso así, incluso dándola por buena, tampoco está tan lejos de los datos reales que se dan en España (por cierto, tampoco se conoce de ningún otro país, ni Alemania ni ningún otro, que publique con este nivel de detalle sus balanzas fiscales intrarregionales).
Pero ya que están publicadas, al menos sí dejan elementos de juicio interesantes. El primero es que se deriva de su propia publicación. Porque los nacionalistas catalanes siempre han podido enfrentar lo que ellos hacen en la administración que gestionan (el Gobierno regional) frente a lo que se hace desde Moncloa. Es decir, los políticos nacionalistas siempre han podido publicar las balanzas fiscales catalanas (entre Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona) para comparar con el "expolio" al que, según ellos, somete Madrid a su región. Nunca lo han hecho. Entre otras cosas porque, según las cifras que maneja Convivencia Cívica Catalana en sus detallados análisis, Barcelona aporta más del 82% de los ingresos de la Generalidad y sólo reciben el 65% de los gastos. Es mucho más, en el juego de sumas y restas, del desequilibrio entre Cataluña y el resto de España. Y tiene menos justificación incluso, porque la renta per cápita entre las cuatro provincias catalanas es bastante similar, algo que no ocurre entre las regiones españolas. Sin embargo, a pesar de esta evidencia, ni se publican de forma oficial estas balanzas ni ningún político nacionalista dice que "Cataluña expolia a Barcelona".
Impuestos y sistemas
Otro aspecto interesante del informe de Hacienda es el que tiene que ver con las fuentes de ese desequilibrio en las balanzas. Es decir, ¿por qué hay regiones que pagan más y reciben menos? ¿Hay alguna conspiración en contra de las autonomías más nacionalistas? ¿Algún pacto secreto?
Pues tampoco lo parece. Como puede verse en el siguiente gráfico, la mayoría de las regiones se sitúan alrededor de la línea descendente que une Extremadura (la más pobre) con Madrid (la más rica). Es decir, las que tienen renta per cápita más baja son receptoras netas del sistema y las que tienen renta más alta son aportadoras netas. Es lo que ocurre en casi todos los países y casi todas las regiones del mundo occidental. Y es la consecuencia directa de los sistemas tributarios progresivos que están vigentes. Si los más ricos pagan más, aquellos territorios con contribuyentes más ricos, más empresas y más actividad económica siempre saldrán en esta foto con una cifra negativa. Lo mismo pasaría en una Cataluña independiente con las comarcas más ricas de Barcelona respecto al resto.
Si acaso, en España destacan dos casos: el que ya hemos visto de País Vasco, región con renta per cápita superior a la media pero que es receptora neta, y el de Valencia, que está en el caso contrario.
No hay más que ver el siguiente gráfico, en el que se recoge el peso de los diferentes conceptos que dan lugar a esos saldos fiscales relativos entre las regiones. Como vemos, más del 70% de las diferencias llegan del lado de los ingresos. Frente al victimismo habitual del nacionalismo, que acusa a Madrid de olvidar a Cataluña (o Baleares) en todo lo que tiene que ver con el gasto, parece claro que no es ésta la razón fundamental de los diferentes resultados de las balanzas. Las infraestructuras o las ayudas regionales, tradicionales cabezas de turco cuando se saca este tema, apenas explican el 7,4% de las cifras. De nuevo, la clave está en el sistema fiscal y su progresividad, algo que ningún partido nacionalista discute. Quizás por eso siempre hablan del mucho menos relevante gasto, porque es políticamente menos peligroso y no se corre el riesgo de que le afeen a uno que defiende una cosa y la contraria a la vez.
Por último, dos cuestiones relevantes que también quedan sin respuesta a menudo. La primera es esa queja genérica sobre las regiones pobres que se aprovechan de las ricas y que tuvo su reflejo más chusco en aquel edil catalán que pedía "apadrinar un niño extremeño por 1.000 euros al mes" o en las declaraciones de Jordi Pujol o Josep Antoni Duran i Lleida sobre los andaluces que se pasan el día en el bar esperando cobrar el PER. Porque esto implica que el que lo dice en cierto sentido piensa que sus impuestos se malgastan. Y aquí quizás podría hacerse una cierta demografía electoral. Porque no está nada claro que las comarcas y localidades más ricas de Cataluña sean las más independentistas. Más bien al contrario. De hecho, Barcelona, la provincia que concentra la actividad económica catalana es también la menos proclive a la secesión. Y lo mismo pasa en muchos de sus barrios y localidades más ricas. Es decir, podría interpretarse que los que de verdad pagan impuestos en Cataluña no son los más quejosos por la solidaridad regional. Tampoco se sabe, pero es curioso que, por ejemplo, el apoyo al PP crezca en casi todos las comarcas y barrios con rentas más altas de la región. Aquí podríamos tener un fenómeno relativamente habitual en otras democracias: la queja del que se siente agraviado sin serlo. Habría que ver cuántos de esos independentistas que protestan por el destino de sus tributos, en realidad son ellos mismos receptores netos de ayudas del Estado. Sería otra balanza curiosa.
Y una última pregunta, la que tiene que ver con su odiado Madrid. Porque hay una evidencia: la economía catalana ha perdido peso, en términos relativos, respecto a la media nacional de forma constante desde que el nacionalismo dirige la región. La explicación habitual a este y otros problemas conexos (como el de la deuda regional, que ha llevado al Ejecutivo autónomo a una situación de quiebra técnica que le ha obligado a recurrir a Hacienda para seguir cumpliendo con sus pagos)… la explicación, como decimos, es que el sistema de financiación es injusto o les deja sin armas con las que combatir. Pero claro, entonces por qué Madrid, que aporta más a la caja neta que Cataluña sea cual sea la métrica utilizada y que era más pobre en 1980, cuando se inició el proceso de descentralización autonómica, hace mucho que dejó atrás a Cataluña en todas las ratios de riqueza, crecimiento y prosperidad. Esto sí que podría preocupar a los políticos nacionalistas: lo grave no es que Madrid aporte más a la solidaridad interregional; lo grave para ellos es que lo hace porque es mucho más rica, algo que no siempre fue así, que Cataluña.