La educación pública es uno de los principales pilares del Estado del Bienestar. Conocer su financiación y resultados es una de las vías para comprobar su salud. Es por esto que la publicación hace unos días de los datos del gasto público en educación por parte de Eurostat ha suscitado un considerable interés, sobre todo porque la posición de España en el ranking europeo de gasto no ha sido nada positiva. Tal y como han publicado muchos medios, España sería el quinto país que menos gasta en educación de la UE.
Sin embargo, pese a que este dato está fuera de toda duda, existen objeciones razonables a realizar a tales conclusiones. Para empezar, el primer problema es que este dato puede estar sesgado (al alza o a la baja) por la estructura de la población de un país, ya que el gasto medido como porcentaje del PIB no considera a qué parte de la sociedad se está beneficiando con dichas partidas.
En una sociedad con un gran cantidad de menores en edad escolar es evidente que el gasto por alumno sería menor y viceversa. Precisamente por ello, debemos prestar atención al gasto por alumno para empezar a ver si realmente se puede sostener la conclusión que tantos han hecho precipitadamente. Si buscamos el gasto por alumno en euros en 2014 (o el año más reciente para cada país) obtenemos los siguientes resultados.
En este caso, España sale mucho mejor parada que en el indicador anterior. Ahora, en vez de ser el quinto país que menos gasta, pasaría a ser el onceavo. Además, hay que resaltar que no se disponen de datos de Croacia, pero es presumible que se sitúe también por debajo de España, con lo que subiría otro escalón en el ranking europeo.
Ahora bien, también se puede argumentar que, al ser los precios diferentes en cada país, no tiene el mismo efecto gastar 100 euros en España que en Alemania. Esto es cierto, pero podemos solucionar dicho problema expresando el mismo indicador en Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) para homogeneizar dichos precios, obteniendo el siguiente gráfico. Tras esta corrección por el nivel de precios de cada país, vemos que España pasa del onceavo al duodécimo puesto, sin contar nuevamente a Croacia.
Con estos nuevos indicadores se hace evidente que el primer dato, presentado como simple porcentaje de gasto sobre el PIB, da una imagen incompleta de la magnitud del gasto público en educación existente realmente en España.
Además, se pasa por alto una última cosa: la renta de cada país. Y es que, un país pobre gastará menos por alumno que un país rico, pero tal vez el % de la renta per cápita que supone dicho gasto en la economía más pobre sea muy superior que en el caso de sus vecinos más adinerados. Es decir, el esfuerzo que estaría realizando el pobre para financiar su educación sería mayor que el del país rico.
Evidentemente, eso ya difiere por completo del debate sobre los recursos empleados, pero sí se relaciona con otro tema adyacente: el esfuerzo que cada país de la UE hace en relación a su renta para financiar la educación pública. Acudiendo a datos algo más antiguos (los publicados hace unos días se referían a 2015), también vemos que España sale mejor parada llegándose incluso a igualar a de Finlandia, la OCDE y la UE (21).
Pontificar usando tan sólo un dato suele resultar un error y, en este caso, parece bastante claro que España gasta lo que le toca en educación considerando su renta y, desde luego, en ningún caso se puede catalogar a nuestro país como uno de los países de la UE que menos invierte en educación.